De vacío como todos los de la terna se fue Andrés Roca Rey, Talavante y el toricantando Posada de Maravillas.
Sin trofeos, sin peticiones, sin vueltas al ruedo, sin ovaciones, sin palmas y sí con algunos pitos y protestas. Por el ganado, por la colocación –en el caso de Roca Rey- a quien midieron y exigieron los del 7, como si de figura se tratara. Tarde en la que se colgó el cartel de ‘no hay billetes’. Aun así, el peruano fue obligado a saludar desde el callejón en su primero, por la actitud que mostró toda la tarde, que fue de quites, pero no es por lo que venía.
Si el año pasado fue premiada como la mejor, por más bravo encierro el de Juan Pedro Domecq, este año se le premiará con los ‘razzies’ (anti-oscar) de los toros por ser, hasta hoy que van 10 tardes, la peor. Grandullones, para mí fuera de tipo, mucha caja, mucho peso –hasta 590- y diferencia de casi 90 kilos entre algunos- lo que la hacía desigual y dispareja, todos esaboríos, osea sin gracia, descastados, sosos, sin clase al embestir, sin codicia pero con nobleza, esa de tontos, de los deslucidos, ante los que se haga lo que se haga, no son agradecidos, vamos, que no cala en los tendidos. Ese comportamiento hizo que la tarde se hundiera en el sopor y aburrimiento que apenas fue despertado por el peruano Andrés Roca Rey cuando echó el resto como es su costumbre, desde el inicio de cada faena, y en los quitos a toros de otro turno.
Con el 5º el saludo fue de brega hasta que llegó el quite por espaldinas aguantando el viaje del toro que vino de tablas, quieto en los medios, y cuando acortaron sus distancias, le puso el toro una zancadilla que lo hizo caer y poner en peligro a no ser porque rodó y rodó, mirando al toro, y se autoquitó, al tiempo tras ser llamado con un capote el toro también rodó y el palco lo cambió ipso facto.
Salió el 5º bis del mismo hierro que no fue mejor y que a la postre fuera también cambiado. A este lo recibió, sí, lo recibió, en los medios, impertérrito por gaoneras, algo inédito o poco frecuente hacerlo con el toro alzado por el riesgo que conlleva. Y al cerrar rodillas en tierra con un afarolado la plaza estalla en una ovación y otra vez el peruano puso en pie a la cátedra. Cuando parecía que sí, fue que no, lo cambiaron tras varas por doblar las manos. Incontinencia del juez que no le gusta esperar.
En resumen una tarde de silencios, protestas por los toros y alguna más contra el peruano por aquello de los del 7 que se ponen siempre belicosos con el triunfador, no le perdonó un ápice la colocación y tampoco la arrucina en su momento. El peso de la púrpura que el peruano empieza a cargar en sus hombros. Así es Madrid y por eso es tan importante y tan difícil un triunfo ante la cátedra, como lo tuvo Roca Rey el 13 de mayo cuando confirmó alternativa. Y eso los del 7 tardarán en perdonarlo.