viernes, 15 de mayo de 2009

La PG de Sebastián según Zabala: INVENTADA

Ayer Castella respiró de nuevo en figura del toreo con una Puerta Grande en Madrid. Ahí queda y vale. Lo que nadie rebatirá es la demostración desplegada en el ruedo venteño, la proyección de temple y muleta a rastras; el encaje, la madurez, la caligrafía de una mano derecha que imanta muy lejos...

¿Qué distingue a una figura en cualquier época? La capacidad de invención para cortarle las orejas a toros que en otros pasarían de largo. ¿Cambiamos el lote de Alejandro Talavante por el del matador de la Francia de Sarkozy (y Carla)?La dimensión ofrecida por Sebastián Castella, desde el valor y la plomada cuajados, la lucidez manifiesta, para liar al huidizo burraco segundo en una muleta siempre dispuesta, siempre por delante, fue magnífica.Como el principio clavado y por alto ligado a una tanda de derechazos abrochados en un palmo de terreno, que liberó con un muñecazo del desprecio. Muy por abajo lo cosió en redondo en una tercera ronda soberbia, pero el toro quería, después de ser tan obligado, la fuga. Y en esa continua deriva hacia tablas Le Coq lo fue trayendo y llevando, hasta fijarlo entre las rayas del «6», puesta la tela constantemente en los ojos. Un espadazo lo catapultó a por la oreja...

sin embargo, la primera mitad de la faena al hondo quinto, que se soltó de los caballos, lo más rotundo. El arranque de estatuarios impertérritos con el toro a galope tendido puso la plaza a cien. Las trincherillas, a ciento cincuenta. Y dos series de derechazos bestiales de inmenso recorrido, a doscientos. La clave: la media distancia generosa. Vibró la plaza en un pase de las flores, cuando el depósito del toro se encendió en reserva. Bajó el lado izquierdo en picado, y perdió fuelle incluso en los derechazos subsanadores. Castella siempre ha pecado, de todas formas, de metrajes incalculables. Las manoletinas finales y una media estocada precipitada y caída con el toro en movimiento. Pañuelos al viento, que ya hizo, y una oreja —mayoría de pañuelos y punto com— que descerrajaba una Puerta Grande inventada. Respalda, sobre todas las cosas, el sitio de figura en que vuelve a respirar.