Madrid. Miércoles 20 de mayo. 14ª de Feria. Lleno. Un toro de Torres Gallego (1º bis), incierto; uno de José María Cascón (3º bis) incierto; uno de Pío Tabernero (6º bis) manejable y tres de Peñajara, 2º, 4º inválidos. 5º descastado y muy flojo. Miguel Abellán, silencio y silencio.Serafín Marín, silencio tras aviso y silencio. El Payo, que confirma la alternativa, silencio tras aviso y vuelta al ruedo.
La corrida de Peñajara fue una porquería. Y los sobreros, indignos. La tarde se puso a la contra desde que salió el primero, que regresó a los corrales. Debió ir el segundo, inválido total, pero lo mantuvo el presidente Martínez. Otro de petardazo. Devolvió el tercero y salvó el cuarto, peor aún que ninguno de los otros. A esas alturas, las nueve de la noche, cualquier cosa valía. Pero no. Todavía quedaría turno para otro sobrero, un mostrenco... Abellán y Serafín quedaron inéditos. Abelllán apenas pudo intentar cuatro tandas en toda la tarde, con sus dos toros -los dos de Peñajara- rodando por los suelos como peonzas. Serafín sorteó un sobrero de María Cascón que se movió, mejor en los primeros compases de faena; pero a peor después. Serafín puso ganas pero no terminó de cogerle el ritmo al toro, que enganchó muchas veces. Con el quinto, otro inválido y por los suelos, se empeñó en pegar pases a un borrico.... la mayor virtud de El Payo fue la de no aburrirse. Y ponerse a torear. Le echó más de una y más de dos veces la muleta, llevándolo largo y por abajo., aguantándole un tiempo, tranquilo y templado. El remate a esa faena y a la tarde fue una estocada volcándose y efectiva, que despertó la simpatía del público (Burladero)