Lucas Pérez: "Gran dimensión de Daniel Luque, que pinchó la puerta grande'". (El Mundo)
Faltaba el sexto y la sensación en la plaza era la de que Luque no había dicho todavía su última palabra. Así fue. El de Parladé era un torazo de 610 kilos, feo de hechuras, que desarrolló sentido en el último tercio y con el que el espada volvió a alcanzar un buen nivel.Sin mover las zapatillas de la arena, Daniel Luque lo toreó por bajo, intentando alargar las inciertas embestidas del animal que terminó aplomándose, rendido al dominio, la seguridad y la firmeza de planta de un torero a tener en cuenta. Esta vez Luque sí acertó con la espada y aunque necesitó de dos golpes de descabello, la plaza solicitó para él un trofeo en compensación a su gran tarde.El resto del festejo no tuvo demasiada historia. Uceda Leal apenas pudo templar en redondo al cuarto en dos tandas con calidad pero, raro en él, se mostró fallón en la suerte suprema.Por su parte, El Fandi volvió a demostar sus condiciones de gran atleta en dos tercios de banderillas de irregular colocación y muleteó sin demasiada fe a un lote manejable con el que no llegó conectar con los tendidos.
Antonio Lorca: "La escalofriante quietud de Luque" (El País)
Pudo ser una tarde histórica para este chaval sevillano de sólo 19 años, pero se lo impidió el mal manejo del estoque, que le cerró a cal y canto una puerta grande que tenía abierta de par en par por su valor desmedido, por su quietud escalofriante, por su perfecta colocación, por la gracia sevillana de su toreo y, señoras y señores, porque clava las zapatillas en la arena y no las mueve pase lo que pase. Y lo que pasó es que cimbreó Las Ventas, entusiasmó al respetable y dijo claro y alto que quiere ser un figurón del toreo. Y eso que toda la tarde hizo un vendaval de espanto que convirtió los engaños en banderolas. Pero, amigos, cuando se quiere triunfar, no hay ráfaga que se resista. Cuando hay un torero dispuesto a morir para alcanzar la gloria, hasta el viento se achica y parece refugiarse en tablas. Y es que ayer Daniel Luque llegó a Madrid a demostrar que es un torero de una pieza; así, toda su labor a su primero fue un compendio de heroísmo inteligente, de pundonor y arrojo, que conmocionó a todos.
Faltaba el sexto y la sensación en la plaza era la de que Luque no había dicho todavía su última palabra. Así fue. El de Parladé era un torazo de 610 kilos, feo de hechuras, que desarrolló sentido en el último tercio y con el que el espada volvió a alcanzar un buen nivel.Sin mover las zapatillas de la arena, Daniel Luque lo toreó por bajo, intentando alargar las inciertas embestidas del animal que terminó aplomándose, rendido al dominio, la seguridad y la firmeza de planta de un torero a tener en cuenta. Esta vez Luque sí acertó con la espada y aunque necesitó de dos golpes de descabello, la plaza solicitó para él un trofeo en compensación a su gran tarde.El resto del festejo no tuvo demasiada historia. Uceda Leal apenas pudo templar en redondo al cuarto en dos tandas con calidad pero, raro en él, se mostró fallón en la suerte suprema.Por su parte, El Fandi volvió a demostar sus condiciones de gran atleta en dos tercios de banderillas de irregular colocación y muleteó sin demasiada fe a un lote manejable con el que no llegó conectar con los tendidos.
Antonio Lorca: "La escalofriante quietud de Luque" (El País)
Pudo ser una tarde histórica para este chaval sevillano de sólo 19 años, pero se lo impidió el mal manejo del estoque, que le cerró a cal y canto una puerta grande que tenía abierta de par en par por su valor desmedido, por su quietud escalofriante, por su perfecta colocación, por la gracia sevillana de su toreo y, señoras y señores, porque clava las zapatillas en la arena y no las mueve pase lo que pase. Y lo que pasó es que cimbreó Las Ventas, entusiasmó al respetable y dijo claro y alto que quiere ser un figurón del toreo. Y eso que toda la tarde hizo un vendaval de espanto que convirtió los engaños en banderolas. Pero, amigos, cuando se quiere triunfar, no hay ráfaga que se resista. Cuando hay un torero dispuesto a morir para alcanzar la gloria, hasta el viento se achica y parece refugiarse en tablas. Y es que ayer Daniel Luque llegó a Madrid a demostrar que es un torero de una pieza; así, toda su labor a su primero fue un compendio de heroísmo inteligente, de pundonor y arrojo, que conmocionó a todos.
Barquerito: "Triunfa con carácter, genio y fuerza Daniel Luque" (Colpisa)
una oreja, que pudieron ser tres y hasta cuatro, pero se negó la espada... la cosecha pudo ser de época, pero contra viento y marea. No licencia verbal, sino que un viento implacable hizo estragos en linda tarde primaveral. La marea fue una añadida tensión del todo inmoral. Provocada y servida por los reventadores de la plaza de Madrid. No muchos -¿veinte, cincuenta, cien?- pero los justos para romper a gritos los nervios de casi cualquier torero. No los de este pequeño coloso de Gerena que se llama Daniel Luque...
Baruqui: "Daniel Luque, figura en ciernes..."
--“Son muchos los llamados pero pocos, muy pocos, poquísimos los elegidos” pulula en el ambiente cuando hay alguien que vale y puede llegar por tener con qué. Ya en su natal Sevilla en el ciclo abrileño había arrancado una oreja riñonuda que denotaba su actitud, y determinación. ¿Y Las Ventas..? Las Ventas se ha percatado de la dimensión de un chaval pleno de torería, de firmeza y de valor que va encaminado, -- que los toros lo respeten y la suerte le acompañe --, a un sitial de figura del toreo.
Patricia Navarro: "Luque revoluciona Madrid" (La Razón)
La tarde era suya, y que aspira a figura es un hecho. Lo tiene todo. La revolución fue gorda. Su actitud impecable. Sobrado de valor, de solvencia ante un sexto que era un toro mastodóntico. No se acababa el astado por ningún lado. Alto, altísimo, ancho, con alzada y kilos, que pasaba los 600. Se hartó de toro Luque, lejos de atragantarse, desgranó cada embestida. Medias arrancadas al ratito de empezar. ¡Qué más daba! La otra mitad la puso el torero. Hubo pases de pecho, de pitón a rabo, y mucho más. Trincheras de las buenas y miraditas fieras que dejan entrever los quilates del valor. Sereno y quieto a rabiar. Hizo y deshizo como le vino en gana con el animal y se lo dejó llegar a milímetros del cuerpo, a la altura del pecho dos pitones como dagas. En ese límite insospechado, tan cerca del terrible infierno, se le veía disfrutar. Luque sacó más del toro, lo lució, lo vistió de galones y tenía a la plaza en un silencio expectante cuando se perfiló en la suerte suprema. Entró la espada, pero una cuarta atrás y hubo de descabellar. Con todo, premio. Trofeo escaso para relatar la tarde que Daniel Luque dio ayer en Madrid.
Daniel Luque tuvo ayer el toreo en su mano y en su espada. Pero la espada deriva a una tendencia traserísima sin muerte. Luque había puesto la plaza boca abajo con una faena personalísima y ojedista, heterodoxa y distinta, memorable. Memorable significa que se recordará.
(Fotos Mundotoro)