UN NUEVO TOREO A CABALLO
“Hacia el principio de los años veinte aparece en España una modalidad del arte de torear, que algunos califican como <>.
Un profesor de equitación cordobés y oficial del Ejército, don Antonio Cañero, se presenta en las plazas ataviado a la usanza campera andaluza, sobre jacas de cola corta y utilizando como arma fundamental el rejón, aunque también la espada, pues a veces echa pie a tierra para termina la lidia. Innovación que tuvo y tiene gran éxito.
Pero es un error suponer que el moderno rejoneo equivale a una restitución del toreo medieval a caballo. El uno está relacionado con la guerra. El otro con la agricultura. El de ayer es castrense, de campamento; el campamento es azaroso y fugaz. El de hoy, de cortijo y hacienda; de base sedentaria y permanente. Cabe decir, desde luego, que los dos son de campo, pero uno de campo de batalla u el otro de campo de labranza.
El antiguo alanceamiento dará origen al toreo, pero en sí, no es todavía propiamente toreo. El toreo, entonces, apenas está haciéndose. En cambio, en los años veinte, el toreo está ya hecho. Y no hay más que subirlo al caballo.
Por lo tanto es otra cosa. En este toreo ecuestre, de nuevo cuño, están muchos de los valores del toreo a pie, el juego de los terrenos, el donaire de los quiebros, la precisión y la medida que conjugan la plasticidad en el espacio con la plasticidad en el tiempo y hasta el imán invisible de las querencias. El aficionado actual lo entiende y lo paladea como el toreo de a pie, que sirve de contraste a sus valores y calidades.
No se trata, pues, del renacimiento de un arcaísmo preñado de futuro, pero elemental en sí. Se trata de una variación inesperada del toreo actual. El toreo de campamento fue aventurado, relampagueante, militar. El toreo de cortijo y hacienda es conservador, ordenado, señoril. En el campamento domina el capitán; en el campo, el <>.
Dos aristocracias. Corte y cortijo. Del Cid a don Antonio Cañero (…)
Pero en tal aspecto, quien logra el más cabal sentido de unidad en la lidia es la rejoneadora peruana Conchita Cintrón. El esquema de la lidia que practica es el siguiente: primero, a pie, toreo de capa; después, a caballo, rejones de castigo y banderillas; por último, otra vez a pie, faena de muleta y empleo de la espada.
Fue una idea feliz la de Cañero, consistente en trasladar los valores actuales de la equitación agrícola y ganadera hasta la arena de las plazas, dándoles disciplina y coherencia como espectáculo, lo cual tiene sentido y, por ello, pervive como una forma un tanto marginal del arte del toreo (…).” (Págs. 221-224)
Recopilación tomada de: “EL HILO DEL TOREO” de JOSÉ ALAMEDA
Colección La Tauromaquia, 23, Espasa Calpe S.A. Madrid 1989.
“Hacia el principio de los años veinte aparece en España una modalidad del arte de torear, que algunos califican como <
Un profesor de equitación cordobés y oficial del Ejército, don Antonio Cañero, se presenta en las plazas ataviado a la usanza campera andaluza, sobre jacas de cola corta y utilizando como arma fundamental el rejón, aunque también la espada, pues a veces echa pie a tierra para termina la lidia. Innovación que tuvo y tiene gran éxito.
Pero es un error suponer que el moderno rejoneo equivale a una restitución del toreo medieval a caballo. El uno está relacionado con la guerra. El otro con la agricultura. El de ayer es castrense, de campamento; el campamento es azaroso y fugaz. El de hoy, de cortijo y hacienda; de base sedentaria y permanente. Cabe decir, desde luego, que los dos son de campo, pero uno de campo de batalla u el otro de campo de labranza.
El antiguo alanceamiento dará origen al toreo, pero en sí, no es todavía propiamente toreo. El toreo, entonces, apenas está haciéndose. En cambio, en los años veinte, el toreo está ya hecho. Y no hay más que subirlo al caballo.
Por lo tanto es otra cosa. En este toreo ecuestre, de nuevo cuño, están muchos de los valores del toreo a pie, el juego de los terrenos, el donaire de los quiebros, la precisión y la medida que conjugan la plasticidad en el espacio con la plasticidad en el tiempo y hasta el imán invisible de las querencias. El aficionado actual lo entiende y lo paladea como el toreo de a pie, que sirve de contraste a sus valores y calidades.
No se trata, pues, del renacimiento de un arcaísmo preñado de futuro, pero elemental en sí. Se trata de una variación inesperada del toreo actual. El toreo de campamento fue aventurado, relampagueante, militar. El toreo de cortijo y hacienda es conservador, ordenado, señoril. En el campamento domina el capitán; en el campo, el <
Dos aristocracias. Corte y cortijo. Del Cid a don Antonio Cañero (…)
Pero en tal aspecto, quien logra el más cabal sentido de unidad en la lidia es la rejoneadora peruana Conchita Cintrón. El esquema de la lidia que practica es el siguiente: primero, a pie, toreo de capa; después, a caballo, rejones de castigo y banderillas; por último, otra vez a pie, faena de muleta y empleo de la espada.
Fue una idea feliz la de Cañero, consistente en trasladar los valores actuales de la equitación agrícola y ganadera hasta la arena de las plazas, dándoles disciplina y coherencia como espectáculo, lo cual tiene sentido y, por ello, pervive como una forma un tanto marginal del arte del toreo (…).” (Págs. 221-224)
Recopilación tomada de: “EL HILO DEL TOREO” de JOSÉ ALAMEDA
Colección La Tauromaquia, 23, Espasa Calpe S.A. Madrid 1989.