Por Victor Zar G.
“EL HILO DEL TOREO” de JOSÉ ALAMEDA
Colección La Tauromaquia, 23, Espasa Calpe S.A. Madrid 1989.
UNA FIGURA DE TRANSICIÓN: EL VARILARGUERO
“Entre el toreo caballeresco y el de a pie, hay un momento de transición u de reajustes continuos irremediablemente confuso, con un personaje fugaz, pero importante en esa hora: el varilarguero.
Existía, sí, desde el siglo XVIII, pero no tomó relieve sino al decaer la figura del señor, circunstancia que le permitió constituirse en el verdadero director de lidia, jerarquía en la que se mantuvo hasta que Juan Romero, hijo de Francisco y padre del famoso Pedro, consiguió, con el apoyo de las maestranzas de caballería y de otras entidades que habían tomado ya la organización de los espectáculos, que tal puesto de director de lidia se le reconociese al espada.
Hubo, pues, una fugaz rivalidad entre el varilarguero y el matador de a pie, que, a la postre, habría de vencerlo y expulsarlo de la Fiesta.
En cambio, el picador, el de la vara de castigar y detener, aparece con posterioridad al espada, como un auxiliar de éste, con la misión de fijar y quebrantar al toro.
El varilarguero fue, en principio, más que el espada. El picador nunca fue más que el espada, fue siempre un subalterno. Ello explica que mientras duró la corta hegemonía de los varilargueros, éstos salieran por delante en el <>. Y de igual modo es explica que al desaparecer los varilargueros y quedar los picadores, terminaran éstos por perder pronto su sitio preferente en el despejo (…)
Un dato de importancia definitiva está en el hecho de que los varilargueros fueran propietarios de los caballos que usaban en la plaza; en tanto que los picadores de origen más modesto, tenían que hacer uso de la cuadra de caballos de la empresa. Insistimos, pues, en que el varilarguero fue una figura de transición a la que por eso quizá no se le ha tomado muy en cuenta.
Hay que precisar la diferencia entre la función de la vara larga y la de la vara o pica de castigar y detener.
La <> debía medir cuatro varas (aproximadamente tres metros y medio), dimensión notoriamente superior a la de la actual pica (2.60 metros), y es el residuo último del antiguo toreo a caballo, el toreo ágil movido que tiene todo el ruedo para sí y cuyo ejecutante intervenía cuando lo deseaba. Una lidia a toro arrancado y a caballo levantado en que el jinete buscaba todavía librar a la cabalgadura airosamente.
Conforme la lidia se va haciendo más prolongada y el toro se aploma, el espectáculo pierde dinamismo y toma el picador su importancia con la vara o pica de castigar y detener.
Podemos inferir de los relatos de aquellos tiempos, que la suerte de la vara larga es una suerte al encuentro, mientas que la otra es una suerte al cite, mucho más precisada en su planteamiento, y por su misma quietud, de su resultados más funestos para el caballo, de modo que se producía con mayor frecuencia la escena feroz, casi alucinante, del despanzurramiento y el pataleo inútil contra la muerte (<>, dice Heredia).
La fecha de desaparición definitiva del varilarguero no se encuentra registrada con precisión en parte alguna. Desde luego, ya Paquiro consigna que en su tiempo había dejado de existir el varilarguero, pues al aseverar, en su Tauromaquia completa (836) que para el toreo a caballo se necesita más fuerza física que para el de a pie, añade: <<…con tanta más razón en el día, que sólo se usa de la vara de detener>>. De este giro que utiliza, se colige que, si bien la <> y no se empleaba, se la concebía sin embargo, muy próxima en el recuerdo (…) Lo que no hay que perder de vista es la diferencia entre lo que era el varilarguero y lo que es el picador, manteniéndonos advertidos contra la mala costumbre de designar al piquero de hoy con el arcaísmo de varilarguero por querer emplear un lenguaje figurado e indirecto, cuando ya hemos explicado que corresponden a dos concepciones y finalidades opuestas de la lidia.” (Págs. 49-52).
“EL HILO DEL TOREO” de JOSÉ ALAMEDA
Colección La Tauromaquia, 23, Espasa Calpe S.A. Madrid 1989.
UNA FIGURA DE TRANSICIÓN: EL VARILARGUERO
“Entre el toreo caballeresco y el de a pie, hay un momento de transición u de reajustes continuos irremediablemente confuso, con un personaje fugaz, pero importante en esa hora: el varilarguero.
Existía, sí, desde el siglo XVIII, pero no tomó relieve sino al decaer la figura del señor, circunstancia que le permitió constituirse en el verdadero director de lidia, jerarquía en la que se mantuvo hasta que Juan Romero, hijo de Francisco y padre del famoso Pedro, consiguió, con el apoyo de las maestranzas de caballería y de otras entidades que habían tomado ya la organización de los espectáculos, que tal puesto de director de lidia se le reconociese al espada.
Hubo, pues, una fugaz rivalidad entre el varilarguero y el matador de a pie, que, a la postre, habría de vencerlo y expulsarlo de la Fiesta.
En cambio, el picador, el de la vara de castigar y detener, aparece con posterioridad al espada, como un auxiliar de éste, con la misión de fijar y quebrantar al toro.
El varilarguero fue, en principio, más que el espada. El picador nunca fue más que el espada, fue siempre un subalterno. Ello explica que mientras duró la corta hegemonía de los varilargueros, éstos salieran por delante en el <
Un dato de importancia definitiva está en el hecho de que los varilargueros fueran propietarios de los caballos que usaban en la plaza; en tanto que los picadores de origen más modesto, tenían que hacer uso de la cuadra de caballos de la empresa. Insistimos, pues, en que el varilarguero fue una figura de transición a la que por eso quizá no se le ha tomado muy en cuenta.
Hay que precisar la diferencia entre la función de la vara larga y la de la vara o pica de castigar y detener.
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Conforme la lidia se va haciendo más prolongada y el toro se aploma, el espectáculo pierde dinamismo y toma el picador su importancia con la vara o pica de castigar y detener.
Podemos inferir de los relatos de aquellos tiempos, que la suerte de la vara larga es una suerte al encuentro, mientas que la otra es una suerte al cite, mucho más precisada en su planteamiento, y por su misma quietud, de su resultados más funestos para el caballo, de modo que se producía con mayor frecuencia la escena feroz, casi alucinante, del despanzurramiento y el pataleo inútil contra la muerte (<
La fecha de desaparición definitiva del varilarguero no se encuentra registrada con precisión en parte alguna. Desde luego, ya Paquiro consigna que en su tiempo había dejado de existir el varilarguero, pues al aseverar, en su Tauromaquia completa (836) que para el toreo a caballo se necesita más fuerza física que para el de a pie, añade: <<…con tanta más razón en el día, que sólo se usa de la vara de detener>>. De este giro que utiliza, se colige que, si bien la <