martes, 19 de mayo de 2009

Uno sin desorejar y El Cid...

Los toros de Núñez del Cuvillo no han estado a la altura en una de las tardes más importantes de la feria. Sólo el quinto, lidiado por “El Cid” llegó al último tercio con motor suficiente. El de Salteras compuso con él una faena que prometió mucho en su inicio pero se fue apagando a medida que avanzó. Perera y “El Juli”, con lotes muy sosos, estuvieron por encima de sus toros. (Las Ventas)

Madrid. Martes 19 de mayo. 13ª de Feria. Lleno de 'no hay billetes'. Toros de Núñez del Cuvillo. 1º correcto de presentación , manejabe aunque justo de fuerzas. 2º noble pero justo de fuerzas. 3º terciado, noble y sin fuerza, bajo de raza. 4º noble pero bajo de raza. 5º bravo y de buen juego. 6º desrazado y a menos. El Juli, silencio y silencio El Cid, silencio y palmas. Miguel Ángel Perera, palmas y silencio tras aviso. El Alcalareño se desmonteró tras parear al quinto. (Burladero)

Un toro bravo entre los cuvillos... El trapío de los primeros toros ha sido bastante deficiente para una plaza como ésta, aunque podía pasar en una de las menos exigentes de segunda categoría. Ese juego desigual, más bien soso, flojo en general, y a menos ha condicionado en buena medida la corrida. El Juli no tuvo enemigo (mansos y a menos)... Al Cid se le ha visto casi como en Sevilla, alternando las ganas con una cierta dejadez o abandono... manso e inválido (su primero) El quinto fue el toro bravo de la corrida y de lo que va de feria. Se llamó Aguafría, de 522 kilos, jabonero sucio, tocado de armas, con poco cuajo, que cumplió como bueno en varas, empujando de veras, metiendo los riñones, con fijeza y saliendo sólo después de mucha porfía persiguiendo con genio al capote. Luego tuvo casta en banderillas, arrancándose alegre y persiguiendo, y con codicia y repetición en la muleta. Ante la repetitividad del toro el Cid estuvo algo atropellado, teniendo que corregir terreno con frecuencia, dando un par de pasos –o tres- entre pases y no siempre con firmeza de plantas. Los muletazos sirvieron, en ocasiones, para quitárselo de encima, aunque con técnica y sabiendo lo que se hace, supo ligar los de pecho con el anterior, como en ese precioso farol unido con el pectoral. Pero nos dejó la sensación de estar por debajo del toro –como le ocurrió a casi toda la plaza, algo que sucede con los buenos toros-. Un pinchazo hondo, arriba, pero perfilado fuera, tuvo que requerir dos golpes en la nuca para derribarlo por fin. Ovación –quizá escasa para los méritos del bicho- en el arrastre, y división para con el Cid. A Perera le tocó un bicho anovillado... pero el toro tenía poco recorrido, iba a media altura y acabó soso. Con el sexto manso, soso, bajo de casta y a menos, acabaría poniéndose algo pesado ante los tardeos del animal (COPE)