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domingo, 25 de mayo de 2008

En recuerdo de la “Tragedia en Talavera” por A. Alcalá

Don Alberto Alcalá nos regalará con la frecuencia que su duende lo inspire algunos apuntes histórico-anecdóticos de la Tauromaquia, de aquí y de allá. Empezamos con este recuerdo de la “Tragedia en Talavera”, sucedida hace 88 años, como homenaje a toda una leyenda del toreo que fue don JOSE GOMEZ ORTEGA “Joselito”. Porque lo fue y porque fue Acho, la única plaza de toros fuera de su patria donde toreó. Va por él y por lo que entregó a los toros: Su vida.


UN TORO DE CINCO Y UN TORERO DE VEINTICINCO

José Gómez Ortega "Joselito" había actuado en Lima en la temporada de verano de 1920. En España se presentó en varias plazas ese año. No olvidaba una copla aprendida aquí y que siempre cantaba:
“ El veintisite de mayo
que día más revecero
en la Plaza de Madrid
mató un toro a El Espartero

Y la copla que quedó en Lima y que siempre me la cantaba mi madre decía así:
“ Los ojos de las limeñas
hacen pecar a un bendito
a Belmonte lo casaron
¡ Ten cuidado Joselito !

El 15 de mayo actúa en Madrid y decide hacerlo en Talavera de la Reina al día siguiente por el ambiente hostil del público madrileño. Hubo un mal aficionado que hasta le deseó que le mate un toro. ¡Triste presagio!. La feria de Talavera se celebraba entre el 15 y 18 de mayo y para el día 16 se anuncia a Rafael El Gallo e Ignacio Sánchez Mejías quienes matarían un encierro de la Vda. de Ortega.

Esa temporada era organizada por el hijo mayor de la ganadera, don Venancio Ortega. Había en los corrales seis cinqueños procedentes del nuevo cruce de vacas de Veragua y un semental de Santa Coloma.

El organizador traspasó el espectáculo al Sr. Leandro Villar y éste se trasladó a la finca Prado del Arca a reseñar los toros dentro de los cuales estaba Bailaor No.7, negro, mulato, algo bizco del derecho, corniverde, astifino y corniapretado. El cartel fue cambiando sustituyendo a El Gallo por Joselito.

Dos días antes de la corrida se acabó el papel. No estuvo lucido Joselito con el capote en sus lances de saludo a Bailaor que se jugaba en quinto orden, sin embargo, fue aplaudido. El toro embistió a los caballos de Farnesio y Camero ocho veces y dejo cuatro jamelgos para el arrastre.

Fue banderilleado por Cuco y Cantimplas con cierta dificultad porque Bailaor comenzó a defenderse. Con la muleta Joselito da unos pases con la derecha desconfiado, el toro le achucha, desparrama la vista. Joselito grita: ¡ Quítate Enrique, que el toro está contigo! . Hay pases de tirón con la izquierda para alejar al toro aquerenciado con un caballo muerto junto al tendido uno.

Cambia de mano la muleta y se arranca Bailaor. Joselito quiso vaciarlo pero el toro, que era burriciego, le prende en el muslo derecho con el pitón izquierdo. ¡ Ay ¡ El toro derrota y le pega una cornada en el vientre con el otro pitón girando el cuerpo del desafortunado diestro y cayendo de cabeza.

Trata Joselito de incorporarse, el rostro cadavérico y un gesto de intenso dolor. Acuden su hermano Fernando y Blanquet quien le sujeta. El herido pide al Dr. Mascarell mientras que Sánchez Mejías acaba con el toro asesino. El público cabizbajo abandona los tendidos y el mismo matador se encarga de lidiar al sexto. Joselito padece además de schok traumático, el corazón le funciona con dificultad. Le atienden los doctores Luque, Ortega y Pajares. ¡ Joselito se muere! Le despojan del vestido de torear grana y oro. Colaboran dos médicos madrileños Torroba y Pastor. Se suministra al moribundo suero, aceite alcanforado y cafeína provocando una leve reacción.

El herido pronuncia estas palabras: ¡ Dejadme que me ahogo!. Más inyecciones. La vida se le escapa por el boquete de nueve centímetros. Su cuñado Sánchez Mejías entra corriendo a la enfermería y contempla el rostro con tintes violáceos que avizoran un triste final. Las cuadrillas lloran. El sacerdote de la plaza Felipe Vázquez le suministra los santos oleos y Joselito expira a las 7 y 8 minutos. Llega su hermano Rafael ya prevenido de la gravedad de José. No le ve y prefiere regresar a Madrid consternado. La enfermería se convierte en capilla ardiente en donde se vela al más grande de los toreros.