lunes, 19 de mayo de 2008

Situación inadmisible: ¿Hasta cuando vamos a tolerar este abuso?

A continuación reproducimos el artículo del periodista Raúl Aramburú Tizón publicado hoy en el Diario Expreso, en el que se hace eco de la campaña “salvemos Acho”, que no pretende otra cosa que se respete la historia, señoría y categoría de la plaza más antigua de América.

Situación inadmisible: ¿Hasta cuando vamos a tolerar este abuso?

Tiene razón absoluta el periodista Dickey Fernández Vásquez al invocar una defensa cerrada de los medios de comunicación ante el maltrato reiterado que la propietaria y las autoridades del Rímac vienen perpetrando en contra de la plaza de Acho, patrimonio histórico, la segunda más antigua en su género en el mundo y uno de los símbolos arquitectónicos de nuestra ciudad capital.

Lo del domingo 11 fue la gota que rebalsó el vaso. A pesar, en este caso, de las advertencias previas, se llevó a cabo una nueva pachanga taurina en un recinto que debe ser motivo de veneración: nuestra, la de todos, plaza de Acho.


Pero no se trata de un lirismo simple interpretado como una falta de respeto, que lo es, utilizar Acho para espectáculos taurinos de quinta categoría, ni siquiera las múltiples infracciones al Reglamento Taurino vigente, plausibles éstas de generar la inmediata suspensión del espectáculo, sino de poner negligentemente en riesgo, en el colmo de la ineptitud, la vida de los actuantes. Y esto ya lo hace – en realidad, lo fue desde un inicio – intolerable.

Repasemos los hechos. El festejo, llamado eufemísticamente Toros y Folclore para evadir, evidentemente algún pre calificativo, fue organizado por la empresa Hermanos Rossell con motivo del Día de la Madre. En los volantes anunciadores del festejo se decía que torearía El Almendralejo, un rejoneador sin nombre y el novillero Manolo López. El ganado sería de media casta, así se anunciaba. Al final actuaron Ricardo Bustamante a caballo – es el colmo que un matador de toros peruano, alternante en ferias de Acho, se preste a estas bufonadas – aunque sólo pegó unos lances (el toro, de San José de Velille (¿?), es decir cuneros, era de capa), el novillero Fabián Pareja El Fabi, un señor Wilton Sánchez que toreó también sólo de capa pero vestido de charro mexicano (¿?) y el novillero Manolo López.

Total que el paseo – tarde porque alegaban que la ambulancia no llegaba ¿Y la enfermería? ¿Y los médicos de Acho, los del Capítulo Peruano de Cirugía Taurina? – lo conformaron el caballista, un aficionado de charro, dos novilleros, tres subalternos y el caballo de arrastre. Una farsa. Y lo peor vino inmediatamente después, esta comparsa tuvo que presentar sus respetos a un PALCO VACIO ¡NO HABÏA JUEZ DE PLAZA! ¿Se lo pueden imaginar? Y les aseguro que la municipalidad del Rímac ha cobrado los famosos “servicios técnicos”. Sin asesores, sin veterinarios, sin personal del callejón, me pregunto ¿quién habrá cobrado ese servicio? Sería bueno saberlo.

Pero aún si obviamos barbaridades como que convirtieron el atrio de Sombra en playa de estacionamiento, cobraron por los baños, llenaron el atrio de Sol con toldos comerciales y hasta pusieron publicidad estática – una botella de cerveza gigante – en el tendido de Sombra (ver foto y tomar en cuenta que está prohibidísimo por ley en Monumentos Históricos, consultar al INC), aún si obviamos todos estos detalles, graves de por sí, lo peor vino después:

Al saltar al ruedo el toro de El Fabi con signos inequívocos de haber sido toreado (por lo que se ordenó su devolución pues no había forma de ponerse delante de él), y ante la inhibición total de su lidiador y de los tres subalternos y además al no haber ni cabestreros ni cabestros, Miguel García Pachín, del personal de arrastre, intentó correrlo hacia la puerta de chiqueros con tan mala suerte que el toro lo alcanzó y corneó, seriamente, en el piso. Nadie al quite, salvo el torero bufo César Ordóñez que lo quitó literalmente de la cara y que fue cuando se notó la magnitud de la herida.

Fue llevado a la enfermería, que estaba por supuesto cerrada, y de ahí a la ambulancia a la que llegó muy débil. Para colmo de males, la dichosa ambulancia no pudo salir de la plaza porque la puerta estaba cerrada y el encargado con la llave estaba por algún lugar, y, por lo que se vio cuando apareció, totalmente borracho.

No solo eso, en el último número, el chico del montatoro fue derribado con serias heridas en la cabeza y ahí ya no había ni siquiera ambulancia pues ésta estaba rumbo al Hospital de Collique con el otro herido. Hubo que atenderlo artesanalmente. Es que es para no creerlo.

¿Qué esperan? ¿Qué se muera alguien? ¿Creen ustedes que se puede permitir que por unos cuantos soles la propietaria brinde el local y la autoridad – el Municipio del Rímac – le de pase a esta payasada?

Y dicen por ahí que la Beneficencia ha formado acuerdo para, por decir lo menos, diez más de estos festejos. Inaudito. Tienen razón todos los que han puesto el grito en el cielo. ESTO HAY QUE PARALO. Ahora mismo.