Diario de Querétaro, por Antonio Rivera
Fotos: Illeana Tamayo
Abrieron plaza los becerristas Andrés Roca Rey, del andino país hermano del Perú, que se subió a un avión para volar muchas horas y encontrase con un eral muy grande para su talla de niño de once años, pero chico para el tamaño de su corazón de torero hambriento de gloria.
Tiene el pequeño cóndor un concepto muy claro de la pureza y la verdad. Fiel a su concepto, formula su ecuación taurina con valor a prueba de cuatro ó cinco maromas dramáticas de las que se levantó para ponerse en el mismo sitio del drama, con serenidad y seguridad de lo que quiere.
De alcanzarle la afición (esa que lo llevó a entrenar en el hotel desde el sorteo hasta la misma hora de cambiarse y vestirse de torero) Andrés será en unos años de los que cobren fama, dinero y gloria, a no dudarlo.
Su eral, con muchos resabios y complicaciones, no le permitió lucirse como él hubiera querido, pero nos dejó ver clase y estética con el capote y profundidad templada con la muleta. No hubo suerte en la estocada pero escuchó muestras de reconocimiento sincero.
Fotos: Illeana Tamayo
Abrieron plaza los becerristas Andrés Roca Rey, del andino país hermano del Perú, que se subió a un avión para volar muchas horas y encontrase con un eral muy grande para su talla de niño de once años, pero chico para el tamaño de su corazón de torero hambriento de gloria.
Tiene el pequeño cóndor un concepto muy claro de la pureza y la verdad. Fiel a su concepto, formula su ecuación taurina con valor a prueba de cuatro ó cinco maromas dramáticas de las que se levantó para ponerse en el mismo sitio del drama, con serenidad y seguridad de lo que quiere.
De alcanzarle la afición (esa que lo llevó a entrenar en el hotel desde el sorteo hasta la misma hora de cambiarse y vestirse de torero) Andrés será en unos años de los que cobren fama, dinero y gloria, a no dudarlo.
Su eral, con muchos resabios y complicaciones, no le permitió lucirse como él hubiera querido, pero nos dejó ver clase y estética con el capote y profundidad templada con la muleta. No hubo suerte en la estocada pero escuchó muestras de reconocimiento sincero.