PARA EL GALLO RESULTABA INCREÍBLE QUE PUDIERA EXISTIR EN EL MUNDO ALGO AJENO AL PLANETA DE LOS TOROS
Por Victor Zar G.
(Parte de un comentario sobre El Gallo escrito por Javier Villán) “...El Gallo es punto y aparte en todo; en sus miedos terribles, en su arte, en sus sentencias, en su soledad gozosa. Realidad e invención carecían de límites en este espíritu imprevisible.Y así era, según exégetas y cronistas, su toreo: una florida sobredimensión sin peso, un cargamento de sueños.
En cambio, los miedos de El Gallo sí fueron densos y tangibles y se materializaban en prodigiosas espantadas que concluían, entre procelosas broncas, con su prendimiento por la Guardia Civil. Tan familiarizado estaba con la espantá, que se atrevió a definirla como una más de las muchas suertes de que se compone el toreo. Un toro avisa, un toro anuncia con la mirada que te quiere coger. Y para eso está la espantada: para tirarse de cabeza al callejón para librarse de esa amenaza. Hay que tener mucho temple para la espantada; mucha frialdad para no sucumbir ante el público.
Frente a las iras de éste, la filosofía gallista de la supervivencia: «Las broncas se las lleva el viento, las cornadas se quedan en el cuerpo de uno». Filosofía estoica según la cual, en los fracasos, la división de opiniones consiste en que unos se acuerdan de la madre del torero y otros le recuerdan al padre.
Sufrió 12 cogidas y dos veces lo sacramentaron con el santo óleo. Pese a su fama de medroso, no hacía ascos a las divisas duras, como miuras o santacolomas. Su miedo era un don que se manifestaba sin anunciarse y sin reglas fijas...” (Javier Villán).
Por Victor Zar G.
(Parte de un comentario sobre El Gallo escrito por Javier Villán) “...El Gallo es punto y aparte en todo; en sus miedos terribles, en su arte, en sus sentencias, en su soledad gozosa. Realidad e invención carecían de límites en este espíritu imprevisible.Y así era, según exégetas y cronistas, su toreo: una florida sobredimensión sin peso, un cargamento de sueños.
En cambio, los miedos de El Gallo sí fueron densos y tangibles y se materializaban en prodigiosas espantadas que concluían, entre procelosas broncas, con su prendimiento por la Guardia Civil. Tan familiarizado estaba con la espantá, que se atrevió a definirla como una más de las muchas suertes de que se compone el toreo. Un toro avisa, un toro anuncia con la mirada que te quiere coger. Y para eso está la espantada: para tirarse de cabeza al callejón para librarse de esa amenaza. Hay que tener mucho temple para la espantada; mucha frialdad para no sucumbir ante el público.
Frente a las iras de éste, la filosofía gallista de la supervivencia: «Las broncas se las lleva el viento, las cornadas se quedan en el cuerpo de uno». Filosofía estoica según la cual, en los fracasos, la división de opiniones consiste en que unos se acuerdan de la madre del torero y otros le recuerdan al padre.
Sufrió 12 cogidas y dos veces lo sacramentaron con el santo óleo. Pese a su fama de medroso, no hacía ascos a las divisas duras, como miuras o santacolomas. Su miedo era un don que se manifestaba sin anunciarse y sin reglas fijas...” (Javier Villán).
Fuente: Mamporrero – La Coctelera