(de elcorreodigital.com, por Iñigo Gurruchaga)
Del 'punk' a la plaza; Paul Simonon, bajista de The Clash, expone en Londres el resultado de su inmersión personal y plástica en el mundo del toreo
SAIZAREl bajista Paul Simonon aprendió a tocar su instrumento con una de las más famosas bandas del 'punk'. Pero, cuando era un niño, su madre guardaba los dibujos que copiaba de un popular cuento infantil, 'El toro Ferdinando', un animal pacifista que se negaba a embestir.
El bajista de The Clash era el icono estilista del grupo y el que metió a los otros en el ritmo jamaicano del 'reggae'. Aquello duró hasta 1986. Vivió un tiempo en Los Ángeles. En México vio alguna corrida de toros. Sintió curiosidad por aquello.
Un día, de regreso en Londres, le conmovió el reencuentro con el clima cambiante en el Támesis y desenterró la vocación. Aprendió dibujo y pintura con su padre y en una escuela de arte, de donde salió hacia la música sin reglas del 'punk'. Sus óleos ribereños le revelaron como un pintor figurativo, clásico.
Joe Strummer, poeta de 'The Clash', paseaba por una playa española cuando un seguidor del grupo, Rafael Hernández, se le acercó: «Tú eres Joe Strummer». Se hicieron amigos. Hernández llamó un día a Simonon y le dijo: «Ven a Madrid, empieza la feria de San Isidro».
El 25 de mayo de 2003, Paul Simonon vio torear a Pepín Liria, Alfonso Romero y Antonio Barrera. Un toro empitonó a Barrera y la cuadrilla se lo llevó en volandas. «Se parecía tanto a los Cristos de Rubens, Tiziano o Caravaggio de la National Gallery Llevaba un año pintando desnudos, pero sentí que tenía que ir a Londres, coger mis trastos y volver inmediatamente a Madrid. Es lo que hice».
Ayer, Paul Simonon, de 52 años, bajista ahora del proyecto 'The Good, the Bad and the Queen', presentó en la galería Thomas Williams, de Old Bond Street, sus cuadros de toros.
Son el resultado de un viaje por corridas y libros, un itinerario que compara al de los actores del método, en busca de la intimidad con el mundo que retrata. Ha conocido al ganadero Victorino Martín, ha toreado una vaquilla en casa de los Domecq, ha pasado horas sentado en el tendido 8 de Las Ventas con su cuaderno de bosquejos, ha conocido los entresijos, la jerga y los personajes de la fiesta. Cuando descubrió que ya no hay un Miura disecado en el Museo de Historia Natural de Madrid, viajó en metro a la Venta de Batán para familiarizarse con toros de tienta y dibujarlos.
Tras ver corridas magníficas y otras horribles, pintará ahora otros temas. «Es importante cambiar, aprender cosas nuevas, ir a alguna otra parte», decía ayer.