Ayer lo posteé como un trascendido y hoy, con declaraciones a medios españoles, lo confirma el veedor/colaborador de Citotusa, no la Beneficencia de Lima, como debía ser. Que la empresa ecuatoriana salió, dejó, abandonó, se quitó de la gestión de Acho ayer en la tarde, que fue cuando hizo inventario y entregó el coso más antiguo de América, como oportunamente dijimos.
Figura muy taurina, la de la ‘espantá’ de una empresa ecuatoriana que devolvió la plaza faltando a un contrato que firmó en mayo del 2014 y por el que se comprometió a gestionar Acho hasta el 2020, tras un proceso al que se presentó por voluntad propia, sin obligaciones, y que persiguió varios años, y en el cual se hicieron públicas unas bases y condiciones que al participar y firmar la concesión se daba por sentado el conocimiento que esto implicaba de la situación de Acho, de su entorno, de sus ventajas y debilidades, taurinas y económicas. Y si no lo sabían, mal asunto que dice mucho y muy poco de su know-how empresarial taurino.
El caso es que al concluir su primera feria en el 2014 intentaron tirar la toalla por efecto de las pérdidas económicas, imagino, y esto perjudicó la gestión suya en el año 2015, al punto que tras iniciar la gestión de importación en abril/mayo la detuvieron, tanto como las negociaciones con los toreros hasta el mes de agosto/setiembre en que abrieron el abono con un mes de plazo para pagarlo hasta el inicio del serial que fue el 1 de noviembre.
Todo esto motivó desazón e incertidumbre en el mercado, que no es más que aficionados y público, y perdieron meses de oro en los cuales debieron gastar energías en convocar y no dividir a los estamentos y taurinos, en promocionar y no enconcharse en una manera híbrida de gestión, basada en el mutismo sin personalidad ni personaje, sin empresario que dé la cara, que es a lo que Lima está acostumbrada, que cuente, que diga, que entusiasme, que atraiga; sin asumirse como verdaderos promotores de su feria, vamos, que sin ser los primeros “vendedores de su moto”.
Así, de esta manera, es imposible llenar una plaza de toros, menos aun si la publicidad, esa pagada, es mínima, con paneles en algunas calles menores y sin presencia televisiva ni radial masiva como sí sucedía en años de anteriores gestiones.
Y eso es lo que hicieron. De ahí que las justificaciones que echa al viento hoy su colaborador/veedor don Sancho Dávila, quien merece todos mis respetos por su calidad humana y bonhomía, me parecen absurdas. Dice: Los motivos de dejarlo son lógicos, el entorno de la plaza está igual que en el año 2000 y es una verdadera pena las dificultades de acceso y seguridad que hay para llegar a la plaza. Además la Beneficencia, propietaria del coso, ha multado a la empresa en varias ocasiones… Citotusa llegó a Acho para resucitarla y convertirla en la plaza número uno... El público acudió mucho más y conseguimos superar las entradas del primer año que apenas llegaban a los 3.500 espectadores… Hemos traído a las primeras figuras de España, Francia y México con ganaderías importantes…
Aclaremos que penalidades tienen que haber y se dan cuando las cosas no se hacen bien, en resguardo del espectáculo y del interés del público pagante (y de entradas muy caras, ‘récord histórico y mundial’).
Las sanciones que hubo en feria fueron de la Municipalidad del Rímac, por si no lo sabe don Sancho, y hay quien dice que surgieron además de sustentarse en hechos, porque existía un rifirrafe entre el edil y el caraempresarial… diretes. Y las penalidades de Beneficencia vendrán, imagino, por incumplimientos contractuales. Inevitable.
Y que agradezcan, digo yo, que a pesar de ser ellos el peor enemigo de su gestión, han subido abonados y llegado a los 3,500. Bien vale porque demuestra que los taurinos existen y pasan por taquilla, no lo suficiente, pero para suplir ello hay que atraer a los que antaño se llamaban ‘turistas’ y para eso hay que emitir otro mensaje. Pero no deja de dar pena que el datillo lo enarbolen como bandera de éxito, de triunfo, cuando la plaza lució en 5 de 6 tardes a menos de medio aforo y tres cuartos en la corrida de Roca Rey.
Apunte que sólo abona a favor de mi reflexión. Que si se hubieran asumido situaciones como propias para promocionarlas y venderlas y coronar la cumbre y no como sucedió, a pasar casi de largo, con el mínimo de compromiso para no perder demasiado, de otra historia estaríamos hablando. De ilusión y confianza en el futuro.
Y sino, piense usted, qué empresa invierte para tirar la toalla al primer obstáculo, al primer año, de 7 que tenían para gestionar no sólo una feria en noviembre sino el coso como recinto para espectáculos 12 meses del año, para lo que no hicieron absolutamente nada desde junio 2014 en que la asumieron. Absolutamente nada para conseguir remozarla, y su entorno, y calentarla como local comercial para otros espectáculos, no taurinos si se quiere. Tiempo en el que tampoco permitieron el uso, como era costumbre, para otros eventos de tipo religioso y folclórico que ingresaban dinero mensual a las arcas de la propietaria antes. De qué se quejan ahora.
Ilusión y confianza en el futuro decía. Sí. Confianza que ellos tampoco se supieron ganar por su falta de comunicación y desconfianza. La gestión 2015 distó mucho de la del 2014. Aquel año, fue importante la presencia y palabra de una vocero oficial y peruana. En este año, a más de rodearse de ayayeros y piquichones qente ue poco o nada le sirvieron, construyeron un muro infranqueable que impidió conocer avances, situaciones, revelaciones, que siempre –repito- siempre, coadyuvan a crear un ambiente de expectación positivo ante las gestiones previas, y no como sucedió en este 2015.
En lo particular, en algún momento debí recurrir al patriarca, que sólo me dijo: He pedido que no se porten mal con Lima taurina. Visto lo visto, actuado lo actuado, le cumplieron, y porque ya lo habían ofrecido, traer ganado importado de España, y porque no habían reseñado más que la de Puga en el Perú, y dieron la feria, como se había hecho público, asumiendo la plaza por tres meses. Pero luego, su gestión, a todas luces no fue buena, ni exitosa. Si por esto se entiende, que el espectáculo no sólo está avalado por puertas grandes y regalo de orejas, sino por ganado bien presentado, con trapío, y respeto al espectador, que además de un espectáculo en condiciones merece estar en una plaza de toros limpia y en condiciones para el elevadísimo precio que paga por entrada.
Y mucho que lo lamentamos. Cada año que pasa sin darse lo que Acho requiere y merece, redunda en beneficio de los anti taurinos que quieren su cierre o el cambio de uso. Responsabilidad total de la empresa de turno, sí, pero sobre todo, de la Beneficencia y de la Municipalidad de Lima.
En resumen. Acho les quedó grande.