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Era feria de expectación, volvían los toros españoles desde el lejano 2000 en que las vacas locas impidieron que se les viera en Acho.
Volvieron y lamentablemente no nos dejaron la sensación que todos esperábamos. Imponerse por su presencia en el ruedo del Rímac. Faltó trapío. Unos dicen que falló el tiempo previo de estadía en Lima, o acaso conocer el peso del embarque. No lo sé. El caso es que les faltó la mínima presentación requerida en un ruedo de plaza de primera, como lo es Acho para los aficionados del Perú, aunque puede que no lo sea para el resto del mundo, soy sólo realista.
Faltó toro, unos cuantos no aparentaban la cara de adultos, parecían más bien mozalbetes, jovenzuelos, o ‘quinceañeros’ con el cumple recién cantado. Y otros, el guarismo nos decía que llegaban con la edad, pero que según el caso les faltó boyantía, entrega, bravura, según su encaste, para ofrecer lucimiento.
Los más esperados eran los temidos Miura y decepcionaron; se taparon en la comparación de su presentación ante el resto de sus paisanos los de La Quinta aunque sin fondo para el lucimiento; disparejos los de Zalduendo, en encierro inapto para que lo lidien figuras del toreo como tampoco estuvo a la altura el nacional de Roberto Puga. Y entre todos ellos, varios lucieron defensas excesivamente romas.
El cartel pareció acorde con lo que pide Lima, ver a las figuras. Estuvieron los triunfadores de la temporada en España (Castella, Urdiales y Rafaelillo) y la gran revelación (López Simón). Todos ellos cumplieron según se esperaba, incluso más el último que hizo rugir los tendidos desde el primer lance hasta el último muletazo ante un gran toro de Daniel Ruiz, que fuera premiado con el Escapulario de Plata.
Se recordará el desmayo y entrega del mexicano Adame frente a la inspirada y templada entrega de Talavante. Se recordará el cabreo de Ponce al no auparse a la foto de salida a hombros con su ahijado Roca Rey que además lo privó de ponerse en fila con la historia de máximos triunfadores en Acho. Tanto como la ebullición del emergente Roca Rey con orejas y Escapulario de Oro, campeando en el orgullo patrio de histeria colectiva por tener un torero de exportación con aroma de figura. Tanto como la desazón que nos dejó la encerrona de Galdós que no rompió triunfal en la sazón del toreo caro del año anterior como tampoco pudo Cubas alcanzar la gloria definitiva en su tierra. Y no por último menos importante el recuerdo de la gran feria que echó el subalterno Dennis Castillo, en el bregar, lidiar y banderillear, desmonterándose cada tarde.
El cartel era acorde pero la respuesta en taquillas no tanto. La plaza lució un promedio de media
entrada, ni los bajos precios de la novillada promocionada ni la presencia del peruano triunfador midiéndose con la leyenda, que puso más menos 7 mil sentados, motivaron un llenazo de bandera con el papel agotado. Mal asunto si recordamos que el único capaz fue el emérito Rey Juan Carlos en el 2001 y con toros mexicanos, aquella de la reaparición de Ojeda y del ‘gastañetazo’ en las barbas de El Juli.
La feria terminó y por el sprint final triunfal me entusiasmaba ver la prensa escrita y televisiva al día siguiente. Poco o casi nada. No fue la caja de resonancia que nuestra fiesta necesita. El decano de la prensa apenas reflejó arriba a la derecha una fotito con el triunfo de escapulario de un peruano y de ahí, que pases a ver su página interior. Una lástima. Qué desperdicio de oportunidad para poner otra vez los toros de moda en Lima. Responsabilidad que a partir de esto lleva sobre sus hombros el gran triunfador del 2015. Esa, y llenar el coso en temporada venidera, con un compromiso propio y empresarial de promover cada paso de su temporada para crear el ambiente que en próxima feria nos haga ilusionar ver el coso del Acho con el cartel de ‘no hay billetes’. Responsabilidad que también lo llevará a encabezar el cartel con dos tardes mínimo. Ser mandón en casa.
La feria terminó pero recordaremos siempre el afán empresarial de robarnos un año de vida de nuestro catedralicio coso rimense, al obligarnos con engañosa publicidad a celebrar un aniversario fuera de una fecha que tanto le costó saber y dar a conocer a don Aurelio Miró Quesada en investigaciones que lo llevaron hasta la biblioteca nacional chilena para contarnos en el Bicentenario que Acho se inauguró el 30 de enero de 1766. No un año antes. El 2015 se cumplieron 70 años de Feria del Señor de los Milagros, que nadie celebró, y transitamos los 249 de vida de la plaza más antigua de América, no los 250.
La feria terminó y nos dejará en la memoria un recinto descuidado, desaliñado, sucio, emborrado en su historia por mezquindades que no iban a la par del esfuerzo económico que supuso el serial en cartel de toros y toreros. Incomprensible, aún hoy.
En los atrios los baños sin agua y sin luz, y el interior íntimo del ruedo y tendidos, de ese ‘tiesto de arena tendido al sol’ que alguna vez llamó Zeñó Manué, arquerías de madera lánguidas en su suciedad, graderías enterradas y sin repintar, barreras acusando el chorreo de la llovizna limeña en sus pinturas y qué decir de las tablas y burladeros, rasgados, rayados, sin los retoques que cada año lucían como marco al arte que surge en su arena, o tierra muerta, según el prisma de nuestra ilusión.
La gente, poca o mucha, acudió según el poco esfuerzo de comunicación y promoción del espectáculo, no hay duda. Pero no hay razón, para que se les trate con el irrespeto visto. Beneficencia, Municipalidad y empresa son los responsables de que esto no suceda, menos cuando se concerta un elevado costo que el fiel aficionado paga por ver su espectáculo favorito y no tener las mínimas condiciones y garantías que justifiquen calidad/precio.
Se nos fue la feria limeña 2015 y la Beneficencia, su propietaria, calló y calla en todos los idiomas las condiciones del nuevo contrato firmado con la concesionaria ecuatoriana. Qué pasará en el 2016, nadie sabe.
Sólo pido que juntemos esfuerzos para no dejar pasar en blanco tan emblemática fecha, para el taurinismo y para nuestra historia, porque en Acho se escribió gran parte de la historia de nuestro Perú.