Por Pedro Abad-Schuster
Bilbao. 5ª de abono. La corrida del miércoles 25 de agosto 2010 está en el link siguiente (copiar y pegar): http://www.plus.es/videos/Toros/Urdiales-Padilla-cortan-oreja-Bilbao/20100825pluutmtor_1/Ves/
6 toros de Victorino Martín, correctos de presencia pero desiguales de tipo y hechuras, mansos, descastados, complicados. Destacó la nobleza del 4º; peligroso e incierto el 6º. Dos tercios de entrada.
Juan José Padilla: silencio, oreja. Diego Urdiales: oreja, silencio. El Cid: ovación, silencio.
Una corrida que dejó mal sabor de boca por fallar una ganadería que había acostumbrado a la casta no ayuna de bravura. Hoy no aparecieron esos toros exigentes, repetidores, siempre a la búsqueda de la lucha, en ocasiones tobilleros, en otras con nobleza entregada siempre que se le hicieran las cosas a modo; toros que siempre daban espectáculo, en la bravura por su entrega y generosidad, su manera de meter la cara y seguir los engaños, por la constante exigencia de torear como se debe; en la mansedumbre por los recursos, esa otra búsqueda de coger a toda costa –engaños o diestros-, las complicaciones, o entregándose con más o menos nobleza ante el buen hacer de maestros del arte, poderosos y mandones. Apenas el 4º, que mostró esa casta añorada, y un 6º con genio y peligro cierto han podido recordarnos tantas tardes de alegría y emociones. Bilbao se le ha ido a Victorino, en un año donde habrá de pesarle también su ausencia en las Ventas. Es necesario recuperar la selección de antaño donde la codicia, el poder, la acometividad y la casta eran los fines fundamentales perseguidos.
Padilla enfrentó al 1ºde 532 kilos, cárdena la capa, muy tocado de puntas, guapo de hechuras, pero manso y muy parado. Complicado por el pitón derecho y descastado el animal, poco pudo lucir el jerezano de su bullanguero repertorio. Con el 4º, con 523 kilos, negro entrepelado y veleto de cuerna. Lo recibió a porta gayola. Faena en que anduvo colocado al hilo del pitón, en movimientos rítmicos, algo gimnásticos, con demasiado uso del pico y poco toreo profundo. Hubo, eso sí, más suavidad y temple que otras tardes, hubo series mejor ligadas, llevó al toro prendido en el engaño, pero sin esa clase que caracteriza a los eximios artistas, y terminando por ser fiel a sí mismo, acelerándose de cara a la galería, desplantándose –y perdiendo el trapo-, y vulgarizando lo realizado. Una pena. Eso sí, entro recto y decidido para cobrar una estocada por los rubios motivando una muerte encastada de la res. Oreja de poco peso específico, porque el toro apetecía de mayores bondades.
Diego Urdiales, con el 2º, un triste animal, sin casta, manso y flojo y también parado, al que había que extraerle el jugo como si de un sacacorchos se tratara. La capa negra entrepelada, las astas delanteras y en la báscula marcando los 544 kilos. El torero de Arnedo fue entregándose, porfiando, siempre con honradez, sacando un pase por tanda en el que tiraba del toro, largo y mandado, pero sin que pudiera éste repetir lo ofrecido más que de tanto en cuanto. Muy serio, aseado siempre, mostrándose en la rectitud pero sin continuidad, insistiendo quizá más de lo que el bicho tenía, acabó por matarlo de una estocada con muchísimas ganas, por arriba, para una oreja de ley. Poco pudo hacer en el 5º, un toro de 602 kilos, negro entrepelado, bragado y meano, que tras mansear en varas se mostró complicado y descastado, sin querer pasar en la muleta, revolviéndose o reponiendo con ganas de coger, escondiendo la cara entre las manos y tardeando casi siempre antes de iniciar sus poco claras embestidas. Pinchazo saliendo y entera desprendida con habilidad.
El Cid con el 3º de la tarde, 542 kilos, cárdeno bragado, tocado y bien provisto de leña, manso y que tenía un pitón izquierdo mejor que un complicado diestro, pero ambos sin acometividad, entrega, nobleza o boyantía que exige la más preciada cualidad de la casta. Tardó tres series en coger la mano zurda, fue capaz de sacarle un par de naturales de clase en la quinta tanda, pero sin dar los siguientes que hubieran puesto la plaza a la sazón. Dos buenos ayudados más en la siguiente, y otro natural en la séptima y última, algo cortos los últimos, metiéndoselo un poco debajo, pero sin que le acompañaran lances del mismo nivel. Pinchazo hondo. El 6º, sexto fue una auténtica prenda, de 574 kilos, negro entrepelado, engatillado de cuerna y con hechuras santacolomeñas, manso, con genio, peligroso e incierto, aunque quizá no lo mostró en algún momento para parte del respetable. Engañoso, sin entregarse jamás, fue buscando su momento, su oportunidad para dejarse ver en su natural condición: peligroso, tobillero, incierto, escondiendo –como alguno de sus hermanos- la cara entre las manos en mucho más de una ocasión. Estuvo más firme El Cid, a pesar de estar más fuera y despegado en los inicios, e incluso le sacó una serie a base de firmeza y pundonor, y terminó por adornarse cogiéndole un pitón. Mucho más importante que en su primero. Media caída en la suerte suprema. Fuente: cope.
Fotos de la 5ª: http://www.mundotoro.com/auxiliar/galerias2010/Bilbao250810/fs_aux.html