Perfil. Alicante 1958. Proviene de una familia taurina, ya que su padre fue novillero y ganadero y su hermano es el matador de toros Juan Antonio Esplá. Luis Francisco Esplá se puso por primera vez el traje de luces nada más cumplir los 16 años, el 21 de junio de 1974, en la plaza de toros de Benidorm y, a finales de ese año, participó en su primera corrida con picadores en la plaza de Santa Cruz de Tenerife. Tomó la alternativa en Zaragoza el 23 de mayo de 1976. Su tarde más importante fue en Madrid el 1 de junio de 1982, donde salió por la puerta grande, con toros de Victorino Martín y con Francisco Ruiz Miguel y José Palomar como compañeros de cartel. Acaba de retirarse, el pasado 12 de octubre, en la plaza de Zaragoza.
Luis Francisco Esplá, primer invitado de la Semana Cultural Taurina del Club La Opinión-El Correo, descubre las claves de su pasión por el mundo del toro y repasa su carrera pocos días después de despedirse de los ruedos. -¿Han cambiado mucho las cosas en el mundo del toreo desde que tomó la alternativa, en 1976? -El toro, dentro de que ha fluctuado durante todos estos años, porque es el fiel reflejo de una sociedad, tiene unas claves muy prefijadas y ha cambiado muy poquito. Cambia el gusto del público y el toreo, pero al final, contemplado desde fuera, el cambio es mínimo. Las claves en el toreo siguen siendo las mismas. Esa es precisamente la contradicción y lo que le da vigencia. Mientras que la sociedad y los espectáculos van evolucionando en torno al toro, su esencia sigue siendo la misma.
-Las nuevas tecnologías, por ejemplo, han entrado en el toreo y usted tiene su propia página web. -No soy muy dado a estas cosas, pero es la gente la que me pide permiso y no puedes negarte. Internet es el futuro de la comunicación, pero no me he preocupado mucho de estas cosas y ahora me sorprende, porque veo que tengo más de dos mil seguidores. Me han pedido que un día entre a contestar, que quieren sentirme al otro lado. Y me parece fascinante llegar a ese contacto con la gente que te quiere. Lo bonito es poder tratar con ellos, pero desde esa distancia que permite Internet. -33 de carrera dan para más de un momento especial. -Hay muchos, pero el problema de 35 años, si se le añaden los dos que estuve de novillero, es que es toda una vida y llevo más tiempo siendo torero que persona y al final todo gravita en torno al toro. Ahora es cuando lo empiezo a apreciar, que he tenido esa constante sin darme cuenta. -Han pasado 35 años, pero sigue hablando del toro con la misma pasión que el primer día. He hecho lo que me gustaba, me ha dignificado, me ha hecho rico, me he ganado el respeto del público y la consideración. Hay una cosa que me parece terrible pero que también me lo ha dado el toro, que es que cuando tú hablas, creas opinión y es una responsabilidad con la que no quiero convivir. Pero no puedo más que estar feliz.
-Parecía que estaba destinado a ser torero, con un padre novillero y ganadero y un hermano, Juan Antonio, también matador. Podría parecerlo, pero hay un momento en que abomino de los toros. No entiendo aquello, mi padre tenía ganadería y yo criaba los novillos. En los toros, los animales no son anónimos, tienen su nombre y su número. En torno a ellos creas vínculos y cuando tienes que embarcarlos a una plaza sabiendo su destino, no lo entiendes. Con el tiempo, empecé a reconocer al toro como material para crear, que no es un inerte, como el resto de los que maneja el hombre, y ahí fue donde empecé a cambiar de chip. -Usted deja su semilla no sólo con su trayectoria, sino con su hijo Alejandro. ¿Se ven diferentes las cosas cuando un hijo se dedica al toreo? -No es duro tener un hijo torero, es una putada. Cuando tú conoces las claves del espectáculo, cuando durante 35 años has ido dejando tanto muerto artístico por el camino, sabes cómo es el público, tanto para bien como para mal y el daño que puede hacer el toro, no quieres que un hijo tuyo corra ese riesgo. A mí me salió bien, pero pertenece al capítulo del milagro y la Virgen no aparece todos los días.
-¿Sigue viéndose al toreo como un arte en pleno siglo XXI? -El toreo está a kilómetros luz de lo que es un arte en sí, es mucho más complejo de lo que es un rito, es un ejemplo de vida, porque se dan unos valores que va perdiendo la sociedad, es ballet y música. Es un conjunto de tantas cosas que pensar que el toreo se sostiene sólo por los folclórico y popular es una chabacanada. -¿Cómo está viviendo estos primeros días retirado del toreo? -Necesitaba cambiar, porque hay un momento de erosión con el público, el convivir con las lesiones, el gravitar toda mi vida en torno al toro. Es liberador saber que se deja algo, tengo una edad fantástica y muchas cosas por hacer. Además, me he anticipado a los síntomas, porque el último sentimiento que puede evocar un torero es el de debilidad.
Fuente: www.laopiniondezamora.es. Por Beatriz Blanco.
Luis Francisco Esplá, primer invitado de la Semana Cultural Taurina del Club La Opinión-El Correo, descubre las claves de su pasión por el mundo del toro y repasa su carrera pocos días después de despedirse de los ruedos. -¿Han cambiado mucho las cosas en el mundo del toreo desde que tomó la alternativa, en 1976? -El toro, dentro de que ha fluctuado durante todos estos años, porque es el fiel reflejo de una sociedad, tiene unas claves muy prefijadas y ha cambiado muy poquito. Cambia el gusto del público y el toreo, pero al final, contemplado desde fuera, el cambio es mínimo. Las claves en el toreo siguen siendo las mismas. Esa es precisamente la contradicción y lo que le da vigencia. Mientras que la sociedad y los espectáculos van evolucionando en torno al toro, su esencia sigue siendo la misma.
-Las nuevas tecnologías, por ejemplo, han entrado en el toreo y usted tiene su propia página web. -No soy muy dado a estas cosas, pero es la gente la que me pide permiso y no puedes negarte. Internet es el futuro de la comunicación, pero no me he preocupado mucho de estas cosas y ahora me sorprende, porque veo que tengo más de dos mil seguidores. Me han pedido que un día entre a contestar, que quieren sentirme al otro lado. Y me parece fascinante llegar a ese contacto con la gente que te quiere. Lo bonito es poder tratar con ellos, pero desde esa distancia que permite Internet. -33 de carrera dan para más de un momento especial. -Hay muchos, pero el problema de 35 años, si se le añaden los dos que estuve de novillero, es que es toda una vida y llevo más tiempo siendo torero que persona y al final todo gravita en torno al toro. Ahora es cuando lo empiezo a apreciar, que he tenido esa constante sin darme cuenta. -Han pasado 35 años, pero sigue hablando del toro con la misma pasión que el primer día. He hecho lo que me gustaba, me ha dignificado, me ha hecho rico, me he ganado el respeto del público y la consideración. Hay una cosa que me parece terrible pero que también me lo ha dado el toro, que es que cuando tú hablas, creas opinión y es una responsabilidad con la que no quiero convivir. Pero no puedo más que estar feliz.
-Parecía que estaba destinado a ser torero, con un padre novillero y ganadero y un hermano, Juan Antonio, también matador. Podría parecerlo, pero hay un momento en que abomino de los toros. No entiendo aquello, mi padre tenía ganadería y yo criaba los novillos. En los toros, los animales no son anónimos, tienen su nombre y su número. En torno a ellos creas vínculos y cuando tienes que embarcarlos a una plaza sabiendo su destino, no lo entiendes. Con el tiempo, empecé a reconocer al toro como material para crear, que no es un inerte, como el resto de los que maneja el hombre, y ahí fue donde empecé a cambiar de chip. -Usted deja su semilla no sólo con su trayectoria, sino con su hijo Alejandro. ¿Se ven diferentes las cosas cuando un hijo se dedica al toreo? -No es duro tener un hijo torero, es una putada. Cuando tú conoces las claves del espectáculo, cuando durante 35 años has ido dejando tanto muerto artístico por el camino, sabes cómo es el público, tanto para bien como para mal y el daño que puede hacer el toro, no quieres que un hijo tuyo corra ese riesgo. A mí me salió bien, pero pertenece al capítulo del milagro y la Virgen no aparece todos los días.
-¿Sigue viéndose al toreo como un arte en pleno siglo XXI? -El toreo está a kilómetros luz de lo que es un arte en sí, es mucho más complejo de lo que es un rito, es un ejemplo de vida, porque se dan unos valores que va perdiendo la sociedad, es ballet y música. Es un conjunto de tantas cosas que pensar que el toreo se sostiene sólo por los folclórico y popular es una chabacanada. -¿Cómo está viviendo estos primeros días retirado del toreo? -Necesitaba cambiar, porque hay un momento de erosión con el público, el convivir con las lesiones, el gravitar toda mi vida en torno al toro. Es liberador saber que se deja algo, tengo una edad fantástica y muchas cosas por hacer. Además, me he anticipado a los síntomas, porque el último sentimiento que puede evocar un torero es el de debilidad.
Fuente: www.laopiniondezamora.es. Por Beatriz Blanco.