Barquerito: "Bolívar aprovecha una ocasión de oro"
Bolívar, garboso en los lances de recibo, abrochados con dos medias y forzada revolera, tardó en animarse con el tercero: muy premioso el arranque de faena, indicio no tanto de ceremonia como de falta de confianza. No estaba clara la apuesta. Pero en un manojo de muletazos por abajo trenzados en la apertura quedó el enigma resuelto. El toro tenía su distancia, su mano y su sitio y ahí estuvo Bolívar en dos tandas en redondo vibrantes, más templadas que gobernadas, bien calientes. Y una tercera, en los medios casi, con un toque de menos, que el toro pedía. Puso mucho el toro. Se arrancó la música con un soberbio concierto. La propia música decidió callarse cuando Bolívar atacó con la mano izquierda. Sin mayor fe. Una estocada corta trasera y atravesada.
Después del sí pero de ese tercero, salió Bolívar en el sexto de otra manera, y de otra manera brotaron las cosas. Con sus pausas y paseos, con sus pequeñas dudas a la hora de elegir terreno, ahora sí se dejó Bolívar ir. El temple por las dos manos en tandas ajustadas de largo trazo: tenía recorrido el toro, que era muy largo pero pasaba entero. Y cabía en la muleta a gusto. Encajado de verdad, Bolívar dibujó por los dos pitones, y hasta se cambió de mano por delante en un alarde de confianza, que fue el momento en que rompió con fe la faena. La música dio otro concierto. Más largo y sostenido. De buena escuela cinco muletazos para cerrar al toro y dejarlo cuadrado. Y una estocada delantera pero suificiente. Una oreja. No se podía ir el tren.
Bolívar, garboso en los lances de recibo, abrochados con dos medias y forzada revolera, tardó en animarse con el tercero: muy premioso el arranque de faena, indicio no tanto de ceremonia como de falta de confianza. No estaba clara la apuesta. Pero en un manojo de muletazos por abajo trenzados en la apertura quedó el enigma resuelto. El toro tenía su distancia, su mano y su sitio y ahí estuvo Bolívar en dos tandas en redondo vibrantes, más templadas que gobernadas, bien calientes. Y una tercera, en los medios casi, con un toque de menos, que el toro pedía. Puso mucho el toro. Se arrancó la música con un soberbio concierto. La propia música decidió callarse cuando Bolívar atacó con la mano izquierda. Sin mayor fe. Una estocada corta trasera y atravesada.
Después del sí pero de ese tercero, salió Bolívar en el sexto de otra manera, y de otra manera brotaron las cosas. Con sus pausas y paseos, con sus pequeñas dudas a la hora de elegir terreno, ahora sí se dejó Bolívar ir. El temple por las dos manos en tandas ajustadas de largo trazo: tenía recorrido el toro, que era muy largo pero pasaba entero. Y cabía en la muleta a gusto. Encajado de verdad, Bolívar dibujó por los dos pitones, y hasta se cambió de mano por delante en un alarde de confianza, que fue el momento en que rompió con fe la faena. La música dio otro concierto. Más largo y sostenido. De buena escuela cinco muletazos para cerrar al toro y dejarlo cuadrado. Y una estocada delantera pero suificiente. Una oreja. No se podía ir el tren.
Crivell: "Bolívar endulza un gran desastre"
Luis Bolívar escuchó música en sus dos toros. Su toreo de capa al tercero y sus diversos quites fueron la demostración de que era el más dispuesto de la terna... Salió el sexto y se arregló la tarde, al menos los que gozan con las orejas ya tuvieron un argumento para poder salir satisfechos. Es bueno que Colombia, tierra de toreros, tenga un representante entre la torería andante. Bolívar está en camino de ocupar ese sitio que dejó vacante el gran César. Lo mejor de su faena fue el temple y la concepción del trasteo. En sus manos, ese sexto de Peñajara mostró nobleza con la cara alta. Así se salvó algo una tarde que fue en muchos momentos un soponcio intolerable. Ahora, una pregunta: ¿ Ha hecho méritos Peñajara para volver a Sevilla? Está claro que no.