Por Víctor Zar G.
El torero principal, lo mismo que sus cuatro ayudantes, hoy se sirven principalmente de la capa, tanto para atraer al toro como para burlarlo. La forma de estas capas siempre es la del vestido tradicional de España; vemos, pues, un sencillo elemento de la indumentaria en la capa.
Desde el siglo XVIII, época de la reglamentación y y racionalización del toreo, estas capas son de fuerte color rojo, color más apto para llamar la atención del toro y que también (según dicen los estudiosos de la psicología sensorial del toro de lidia) es el que produce en la retina del animal una peculiar irritación que le induce a la acometida.
Ángel Álvarez de Miranda, autor de este texto, cita a pie de página para explicar lo dicho lo siguiente: “Según la opinión de un zoólogo, Sanz Egaña, que ha estudiado la psicología del toro, “el toro acomete a la muleta porque le molesta la vista, fatiga la retina, le ocasiona dolor y quiere librarse del sufrimiento”. Citado por Cossio (ob. Cit. Vol 1, Madrid 1943, pág. 185).
Este color de las capas es sólo una invención posterior y tardía. En corridas populares del siglo XVII, en la que nosotros encontramos una evidente prolongación del “toro de cuerda”, no se utiliza la capa roja, llena de estímulos sensoriales, sino la simple capa española, cuyo color generalmente es el gris oscuro, el verde oscuro, el negro y, en general la gama de colores menos luminosos y menos capaces de estimular al toro (…) así lo hemos visto en la miniatura de mediados del siglo XIII en el códice de las Cantigas de Alfonso el Sabio, donde la capa que utiliza el personaje que hemos identificado con el esposo es de color gris oscuro.
Parece evidente, por tanto, que la función originaria del empleo de la capa no era atraer al toro. En el toreo moderno la capa sirve al mismo tiempo como elemento de atracción y como elemento de defensa para burlar las acometidas del toro, haciendo que el ataque, polarizado por la atracción ejercida por el paño, permita al torero, con rápido movimiento, esquivar la acometida del animal (…) Hemos visto cómo el toreo caballeresco prescinde totalmente de la capa, porque indudablemente no constituía un elemento útil desde el punto de vista lúdico para el combate del jinete y el toro. El pueblo, siempre más conservador, continuó usándola en las corridas populares (…) Cuando desaparecidas éstas [la corridas caballerescas] a finales del siglo XVII, el pueblo comenzó de nuevo a ser el protagonista frente al toro, no hizo otra cosa que seguir la práctica del viejo elemento tradicional de su relación con el toro: la vieja capa española.
Los historiadores del toreo hablan de la sustitución de la nobleza por el pueblo en las corridas del siglo XVIII; la presentan como una revolución en el arte del toreo. Fur precisamente todo lo contrario: fue una restauración, aprovechando la decadencia del usurpador toreo caballeresco, de la antigua costumbre popular de aproximarse al toro con la capa en la mano”.
(“Ritos y Juegos del Toro”, por ÁNGEL ÁLVAREZ DE MIRANDA (1915-1957). Herederos de Ángel Álvarez de Miranda, 1998. Editorial Biblioteca Nueva S.L. Madrid, 1998. Madrid España. La primera Edición se remonta a 1962).
El torero principal, lo mismo que sus cuatro ayudantes, hoy se sirven principalmente de la capa, tanto para atraer al toro como para burlarlo. La forma de estas capas siempre es la del vestido tradicional de España; vemos, pues, un sencillo elemento de la indumentaria en la capa.
Desde el siglo XVIII, época de la reglamentación y y racionalización del toreo, estas capas son de fuerte color rojo, color más apto para llamar la atención del toro y que también (según dicen los estudiosos de la psicología sensorial del toro de lidia) es el que produce en la retina del animal una peculiar irritación que le induce a la acometida.
Ángel Álvarez de Miranda, autor de este texto, cita a pie de página para explicar lo dicho lo siguiente: “Según la opinión de un zoólogo, Sanz Egaña, que ha estudiado la psicología del toro, “el toro acomete a la muleta porque le molesta la vista, fatiga la retina, le ocasiona dolor y quiere librarse del sufrimiento”. Citado por Cossio (ob. Cit. Vol 1, Madrid 1943, pág. 185).
Este color de las capas es sólo una invención posterior y tardía. En corridas populares del siglo XVII, en la que nosotros encontramos una evidente prolongación del “toro de cuerda”, no se utiliza la capa roja, llena de estímulos sensoriales, sino la simple capa española, cuyo color generalmente es el gris oscuro, el verde oscuro, el negro y, en general la gama de colores menos luminosos y menos capaces de estimular al toro (…) así lo hemos visto en la miniatura de mediados del siglo XIII en el códice de las Cantigas de Alfonso el Sabio, donde la capa que utiliza el personaje que hemos identificado con el esposo es de color gris oscuro.
Parece evidente, por tanto, que la función originaria del empleo de la capa no era atraer al toro. En el toreo moderno la capa sirve al mismo tiempo como elemento de atracción y como elemento de defensa para burlar las acometidas del toro, haciendo que el ataque, polarizado por la atracción ejercida por el paño, permita al torero, con rápido movimiento, esquivar la acometida del animal (…) Hemos visto cómo el toreo caballeresco prescinde totalmente de la capa, porque indudablemente no constituía un elemento útil desde el punto de vista lúdico para el combate del jinete y el toro. El pueblo, siempre más conservador, continuó usándola en las corridas populares (…) Cuando desaparecidas éstas [la corridas caballerescas] a finales del siglo XVII, el pueblo comenzó de nuevo a ser el protagonista frente al toro, no hizo otra cosa que seguir la práctica del viejo elemento tradicional de su relación con el toro: la vieja capa española.
Los historiadores del toreo hablan de la sustitución de la nobleza por el pueblo en las corridas del siglo XVIII; la presentan como una revolución en el arte del toreo. Fur precisamente todo lo contrario: fue una restauración, aprovechando la decadencia del usurpador toreo caballeresco, de la antigua costumbre popular de aproximarse al toro con la capa en la mano”.
(“Ritos y Juegos del Toro”, por ÁNGEL ÁLVAREZ DE MIRANDA (1915-1957). Herederos de Ángel Álvarez de Miranda, 1998. Editorial Biblioteca Nueva S.L. Madrid, 1998. Madrid España. La primera Edición se remonta a 1962).