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Se podría hacer una relación de momentos, detalles y circunstancias que acumularían un buen montón de claves en la tarde de los Torreón. Por empezar la ovación cerrada a Juan Mora, como reconocimiento a la torería que atesora. Y como parte de ello, el gesto de querer compartir con sus compañeros la ovación.
El abucheo a la salida de Manzanares a invitación del maestro Mora marcó de entrada la predisposición de quienes van a la plaza con prejuicios de aficionados, cortos de miras. A la plaza, déjenme que lo diga, entiendo que hay que ir sin prejuicios. A esperar a ver lo que sale. Y lo que pasa. Y si lo que sale y lo que pasa no está a la altura de lo exigible, entonces manifestar la protesta.
No comparto nada con el aficionado que monta el pollo en medio de la faena. El buen aficionado no es irrespetuoso. De toda la vida (y son ya muchos años, casi medio siglo viendo toros) se guardaba silencio durante la lidia. Apenas alguna voz de El Ronquillo, más tarde El Ensabanao, luego Salvita. Entre medias El Lupas y últimamente El Rosco o Fausto.
Intervenciones que no estaban exentas de cierta gracia. Algunas con mala intención, es cierto, pero sin afán de destruir o de perder el respeto, sino como parte del gracejo de esta plaza severa y exigente. La severidad y la exigencia no están reñidas con el respeto.
De unos años a esta parte (calculo unos 15 años) las broncas se suceden en el tendido durante las faenas en forma de instrucciones. De mando al más puro estilo de la señorita Rotenmeyer. Que si "crúzate", que si "no vales pa esto", que si "Muy mal", que si... Broncas durante la faena que una vez arrastrado el toro, quedan en ¡silencio!
Aquellos años de los que hacía mención salvo las excepciones mentadas, las faenas podían acabar no en pitos, sino en broncas y las salidas no en broncas, sino en almohadillazos y bajo los escudos de la policía. Que se lo digan a Romero, Paula, Antoñete, Muñoz y unos cuantos más.
Por eso, entiendo a Juan Mora su encare en el cuarto. Y le entiendo cuando afirma que nadie le va a decir a él cómo tiene que torear. Se torea como se sabe y se quiere y si se está de acuerdo se aplaude y si no, se abronca. Incluso hasta la saciedad.
La tarde tuvo muchas claves: el encare de Mora, el tercio de "Chocolate", la brega de Curro Javier y Trujillo, los pares de Trujillo y Curro Javier, los espadazos de Manzanares o el intento de porfía de Cayetano en el sexto. Pero, ninguna marcó el festejo como la falta de casta, la mansedumbre y el deslucido juego de los de El Torreón.
La decimo quinta de San Isidro tuvo muchas claves, pero la principal la dio el nefasto en cierro de El Torreón.