VICTOR ZAR
Vicente Vega, en su “Diccionario ilustrado de Rarezas, Inverosimilitudes y Curiosidades” (3ra. Edición, Editorial Gustavo Gili, S.A., Barcelona, 1965) nos cuenta la siguiente anécdota:
“Pocos toreros habrán sido protagonistas de una corrida tan...inverosímil como la que le tocó en suerte a Pepe Belmonte, novillero muy notable, buen matador de toros y gran rejoneador, hermano del famoso Juan, que, derrochando valor, ganó el nombre de Terremoto...Fue el 17 de mayo de 1941, en Bayona (Francia), durante la ocupación alemana. Una plaza rebosante de público, compuesto exclusivamente de soldados alemanes. Banderas y cruces gamadas, en los palcos. Antiaéreos alrededor de los tejados.
- No había en la plaza una sola persona vestida de paisano- refería Belmonte-. Impresionaba verse rodeado de unos diez mil soldados alemanes. Un locutor daba indicaciones por los altavoces. Los soldados aplaudían o silbaban de acuerdo con el locutor. No se me olvidará lo que decía: “Ahora, don José Belmonte acaba de dar dos buenos naturales. Aplaudan”. Y los soldados se volvían locos de entusiasmo. Otra vez: “El matador da la vuelta al ruedo. Aplaudan”.
Así nos pasamos toda la corrida...”.
Vicente Vega, en su “Diccionario ilustrado de Rarezas, Inverosimilitudes y Curiosidades” (3ra. Edición, Editorial Gustavo Gili, S.A., Barcelona, 1965) nos cuenta la siguiente anécdota:
“Pocos toreros habrán sido protagonistas de una corrida tan...inverosímil como la que le tocó en suerte a Pepe Belmonte, novillero muy notable, buen matador de toros y gran rejoneador, hermano del famoso Juan, que, derrochando valor, ganó el nombre de Terremoto...Fue el 17 de mayo de 1941, en Bayona (Francia), durante la ocupación alemana. Una plaza rebosante de público, compuesto exclusivamente de soldados alemanes. Banderas y cruces gamadas, en los palcos. Antiaéreos alrededor de los tejados.
- No había en la plaza una sola persona vestida de paisano- refería Belmonte-. Impresionaba verse rodeado de unos diez mil soldados alemanes. Un locutor daba indicaciones por los altavoces. Los soldados aplaudían o silbaban de acuerdo con el locutor. No se me olvidará lo que decía: “Ahora, don José Belmonte acaba de dar dos buenos naturales. Aplaudan”. Y los soldados se volvían locos de entusiasmo. Otra vez: “El matador da la vuelta al ruedo. Aplaudan”.
Así nos pasamos toda la corrida...”.
