sábado, 30 de enero de 2016

Acho, en Semana Grande ante su Sesquibicentenario (IV)

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Hoy Acho está de cumpleaños.  250 años de vida ininterrumpida ofreciendo toros a los peruanos.  Por sus hermosa arquitectura han pasado no sólo toreros famosos sino la historia del Perú que hemos venido contando por siglos.

Hoy los aficionados celebraremos a nuetra querida plaza en su anillo, entre sus octogonales y atrios para brindar su por historia y por su belleza, hermoso tiesto de arena tendido al sol, le dijo alguna vez Zeñó Manué.



Acho en el Siglo XXI…


Los peruanos inauguramos el siglo XXI con una crisis política que  hizo vivir también la inestabilidad en los tendidos. Había otras cosas más importantes y los toros ya no estaban de moda en Lima.  Los llenos, o el papel agotado, eran escasos.  Apenas la tarde del 2001 con el Rey de España en la plaza de Acho o quizás la del 2009 con la presencia de José Tomás tras su vuelta a los ruedos, podrían considerarse plaza llena.   

Empezó también el ataque furibundo de los antitaurinos en 2005 que remecieron la conciencia de taurinos y desde entonces poco hemos podido hacer para contra atacar,  que nos es lo mismo que defender posiciones que nos ponen contra las cuerdas. Y así vivimos.  Sin plan articulado de promoción y difusión de nuestro espectáculo favorito.  Al 2007  el censo arrojó un país con 28´220,764 de habitantes  y Lima con 30% de la población. 8´564,867. 


Es así que ni la inventiva ni la creatividad empresarial pueden evitar la constante caída de asistencia en Acho, lo que se junta con el incremento exagerado en los precios de las entradas, en los impuestos que la gravan  y el desmesurado afán de la Beneficencia de Lima por esquilmar la gallina de los huevos de oro. Y la gran oferta de espectáculos de todo tipo en la ciudad hacen que el gusto por  los toros no encajen necesariamente en el perfil del nuevo limeño, el de 3ª generación de migrados, según Arellano.
En este tiempo Acho tuvo como empresarios a peruanos y extranjeros, con diversa suerte según su manejo empresarial.  Inauguramos el siglo con la empresa del Consorcio Taurino de Acho de Roberto Puga, que reposicionó el ganado bravo peruano en la primera vitrina del país y debió apostar por coletas novedosos que luego lograrían nombre y renombre en cartelera.   Fandi, César Jiménez, Castella, entre otros como el apoyo y alternativa a los peruanos Juan Carlos Cubas y Fernando Roca Rey.

Su gestión quedará en la historia por haber tenido al maestro Ojeda en su única reaparición con la presencia del Rey de España, ahora emérito, Juan Carlos I, única plaza de toros que pisó fuera de su tierra.   Tarde en la que fue el peruano Rafael Gastañeta el triunfador con una faena memorable, abandonado a su toreo ante el mexicano de Fernando de la Mora.

O el mano a mano con el grande José Tomás el 2 de diciembre del 2001.  Época que se recurrió al ganado mexicano para complementar carteles por la enfermedad de las vacas locas que cerró las fronteras a la importación de España.

Al momento del cambio, en el año 2006,  entró en gestiones el español Justo Benítez que ofreció nombres y figuras, ganado peruano y colombiano, pero que no dieron realce a la gestión en taquilla, lamentablemente.  Volvió Morante, incluso el maestro colombiano César Rincón, antes de su retirada definitiva. 

Temprana fue la salida del empresario al segundo año de su gestión y dejó el coso en manos del  Salomón Villafuerte, con su padre, don Nazario Villafuerte, quien en plan familiar, con alternancias en la gestión con sus hijos Freddy Villafuerte, matador de toros,  y Jenny Villafuerte, gestionaron la feria y la plaza hasta el año 2013.  

Novedosa cartelería con toreros anunciándose en variadas combinaciones con figuras de primer nivel, y de toreros peruanos, incluso con la presencia de José Tomás en feria de estrellas, alternando el ganado peruano con el colombiano,  que en su primera etapa rindió éxitos pero que en sus últimos años se diluyeron y causaron malestar entre los aficionados, que también vieron descender tesitura al bien reputado ganado de Roberto Puga. 

Años, a partir del 2010, en que la propietaria de Acho elevó el arriendo del coso de manera exorbitante, afectando el bolsillo de los aficionados.

La última etapa es bien conocida, ante la gestión de la empresa ecuatoriana Citotusa que dejará la de cal y la de arena en su gestión que se concesionó hasta el 2020 y abortó a los dos años, tras su segunda feria, la del 2015. Pero que también abrió las fronteras de la importación y  trajo toros españoles a Lima, aunque carentes algunos de trapío para un ruedo como Acho.  
Y en este vaivén, la insurgencia de dos toreros peruanos llamados a ser el revulsivo de nuestra fiesta, especialmente en Acho: Joaquín Galdós y Andrés Roca Rey, quien se llevó el Escapulario de Oro en su primera Feria del Señor de los Milagros en su presentación como matador de toros en su ciudad. Claroscuros de gestión que ante la espantá  empresarial ponen Acho en compás de espera de una empresa que reconduzca su historia como bien merece, por los próximos 250 años, con unas bases sinceradas que permitan emprender taurinamente para beneficio de todos.









El perfil del limeño… y los toros

El limeño que iba a los toros era el limeño clásico,  de los distritos tradicionales de Lima, de los clubes de descanso y recreación, de los que mantienen sus tradiciones por generaciones, siguiendo el patrón cultural de sus padres: valses, marineras, gallos, cines, toros.

El limeño de hoy es diverso. 1 de cada 4 puede decir que es 100% limeño.  El 87.3% vive en Lima Conurbana, en los conos.  Sólo el 12.7% habita en Lima central.  Ellos son la mayoría en relación al limeño clásico. Transitan los 20 años, son la generación de ‘limeños tecno’,  de origen provinciano pero limeños completos.  

Constituyen un gran mercado alejado de la tradición de sus padres, acaso también de la taurina.  Sin embargo, conviven en zonas mixtas con el limeño clásico en colegios, universidades, centros comerciales, discotecas.  Lo reseño porque a nosotros nos toca inmiscuirnos en esos dos colectivos para perpetuar la tradición taurina de Lima. 

Acho, por su ubicación en el distrito del  Rimac, distrito sandwich del transporte público que cruza la metrópoli de Sur a Norte  y de Este a Oeste,  tendría cierta ventaja,  incluso por la procedencia de sus habitantes.  La Lima Conurbana es la de mayor crecimiento y lo seguirá siendo en el próximo cuarto de siglo, crecerá más, sí; mejor, no sé.

Políticamente, los toros en Acho tienen una constante amenaza que extienden al resto del Perú taurino.   Los políticos legislan en función a Acho,  que no es ni el 1% de la realidad nacional.  Es la punta de un iceberg que les sugiere opulencia aunque no sea verdad, porque el público de Acho es un crisol de identidades, como lo es Lima.

Acho cumple hoy 250 año y para caminar con solidez los próximos años  empecemos por intentar el reconocimiento del Estado peruano y dejar de ser el hijo bastardo que encima le ingresa dinero.  Que se reconozca la fiesta de los toros como expresión cultural y patrimonio cultural de nuestros pueblos.  La feria de Lima, la primera.  

Es necesario recuperar espacios informativos y de difusión en los medios de prensa para tener esa caja de resonancia como había antes. Recuperar portadas y primeras planas.   Hemos dejado que los toros vivan en una especie de gueto informativo y lo peor es que no tenemos la capacidad para cambiar esa realidad.

Acho hace mucho que dejó de marcar el paso de nuestra  historia.    Para volver a ser protagonista de su historia, Acho y el Perú taurino, requiere cambios que impliquen compromisos serios de la comunidad taurina. Para darle formalidad y propender al crecimiento de la actividad, consiguiendo  el reconocimiento del Estado y de la sociedad a través de un serio trabajo de promoción y difusión.  Antes, Acho era la moda.  Tiene que volver a serlo.