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domingo, 26 de octubre de 2008

Eloy y su pasión por la fiesta


Publicado ayer en La República por Eloy Jáuregui

Cuando me preguntan por qué me gustan los toros les digo porque quiero a mi madre y tengo hijos. Porque amo la naturaleza y soy ecologista. Porque con Armando Campos y su familia, con César Terán y la suya, con el "Loro" Romaní y la dinastía de Coco Bernedo, hemos cultivado la pasión de "La peña del gato". Ese lobby del afecto y fusión de la pasión. Y porque en octubre soy limeño como todo el año pero más. Porque soy de izquierda y cargo al Señor de los Milagros. Porque Lima es mi página en blanco y porque respeto a mis alumnos de Chimbote o de Andahuaylas y nadie me puede envidiar ser profesor de la Universidad de Lima. Ahí con Julio Hevia, Jaime Baylón, Rafo Salvidea, Pipo García y los maestros Jorge Eslava y el poeta Alfonso Cisneros Cox militamos en la sinagoga de la cultura RAM. Por eso me gustan los toros como a usted le gusta el gym.

Mi maestro Félix Arias Schreiber, alias "Al alimón", que en el cielo está, una mañana del ‘peso’ con don Rafael Santa Cruz, tomando un vino manzanilla me dijo que había un placer que era mejor que el sexo. El miedo. Y me gustan los toros por aquello. Por los tres miedos. Vamos que no es fácil ponerse delante de un animal de 500 kilos. Y uno apenas con un trapo. Y así, se hace danza, plástica y poesía. Porque es un gusto estético donde el color y el valor se empiernan. Y es técnica y descomunal música callada y estruendoso silencio.

Los domingos –como decía MVLL en Miraflores– eran los días más aburridos hasta que mi padre me llevó a Acho. Luego de trepar a los colectivos Victoria-Viterbo estaba en la plaza y las oscuras mariposas para ingresar a "Sol". Luego la estampa del toro y el arrojo de los toreros. Ah, la faena de Paco Camino sin taleguilla. Y después la conversa porque de todas las actividades artísticas la que más tiene de opinión es los toros. Y para ser aficionado hay que saber de ciencia, de espacios, de velocidad y toda una semana para comentar. Ya sé que usted dirá por qué no hablo de Magaly o de los ‘petroaudios’. Ya lo hice. La justicia es como los toros, da miedo porque no hay privilegios. Además, hay que cumplirla. Por eso, cada uno en su celda y cada quien con su placer.