VICTOR ZAR G.
Hace casi un siglo, actuaba en la plaza de toros de Huelva el popular y modesto picador de la localidad Camilo González (el Tremendo). Se lidiaba una novillada grande y con mucho trapío. El cuarto novillo lidiado aquel día era como un toro de la carretera de grande. Bravo, de una pujanza bárbara y con muchos pitones. Cuando llegó el momento de picarlo, Camilo, un tanto pálido, dirigióse a realizar la suerte con las precauciones lógicas de la situación, pensando en lo poco que iba a durar sobre la cabalgadura.
En efecto, en una pavorosa acometida arremetió el cornúpeta contra caballo y jinete, levantando a ambos. El Tremendo se dio una formidable costalada, quedando en la arena medio conmocionado. El público aplaudió la bravura y fuerza de tan hermoso novillo, deseando que se le pusiera la segunda vara.
Los monosabios levantaron del suelo al magullado Camilo y con toda presteza lo subieron al caballo, pero con la precipitación lo colocaron montado al revés. Nuestro hombre, medio atontado todavía , para no perder el equilibrio fue a agarrarse al cuello del caballo en el momento en que le decía un monosabio:
-¡ Al toro otra vez, Camilo, que no ha sío ná!
Abrió los ojos el Tremendo y exclamó desde su asombro:
-¡ Que no ha sío ná, mardita sea, y le ha quitao el toro la cabeza al caballo?
BLOG: PLANETATORO
Hace casi un siglo, actuaba en la plaza de toros de Huelva el popular y modesto picador de la localidad Camilo González (el Tremendo). Se lidiaba una novillada grande y con mucho trapío. El cuarto novillo lidiado aquel día era como un toro de la carretera de grande. Bravo, de una pujanza bárbara y con muchos pitones. Cuando llegó el momento de picarlo, Camilo, un tanto pálido, dirigióse a realizar la suerte con las precauciones lógicas de la situación, pensando en lo poco que iba a durar sobre la cabalgadura.
En efecto, en una pavorosa acometida arremetió el cornúpeta contra caballo y jinete, levantando a ambos. El Tremendo se dio una formidable costalada, quedando en la arena medio conmocionado. El público aplaudió la bravura y fuerza de tan hermoso novillo, deseando que se le pusiera la segunda vara.
Los monosabios levantaron del suelo al magullado Camilo y con toda presteza lo subieron al caballo, pero con la precipitación lo colocaron montado al revés. Nuestro hombre, medio atontado todavía , para no perder el equilibrio fue a agarrarse al cuello del caballo en el momento en que le decía un monosabio:
-¡ Al toro otra vez, Camilo, que no ha sío ná!
Abrió los ojos el Tremendo y exclamó desde su asombro:
-¡ Que no ha sío ná, mardita sea, y le ha quitao el toro la cabeza al caballo?
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