VICTOR ZAR G.
Es justo citar a un gran y brillante aficionado como fue el Zeñó Manué, opinando elegante y rotundamente respecto a la tesitura y conducta que se espera de la Autoridad taurina. Palabras escritas hace más de cincuenta años calan hoy tan certeramente como en el momento en que se publicaron:
“(Comentando la Feria de 1957) La implantación de la verdad en el ruedo -de la decencia, de la honradez, digamos- es menos difícil de lo que algunos suponen. Es cierto que, por desgracia, en varios campos de la vida nacional prima un criterio comercial que se toca con lo deshonesto. Tan innoble concepto ha pisado este año el ruedo de Acho, cuajado de viejas glorias, cuyos ecos es menester conservar.
No es aceptable, por ejemplo, que se anuncie cuatro corridas de toros, sin tener la seguridad previa de que en las dehesas existen cuatro corridas reglamentarias, ni es admisible tampoco que si en alguna ganadería hay toros y novillos, se echen éstos en una corrida formal.
Hay normas que establecen las condiciones en que han de realizarse los festejos. Nada más censurable, pues, que la autoridad encargada de velar por el cumplimiento de esas pautas, las atropelle, vulnerando la seriedad del espectáculo y burlando, por lo tanto, la buena fe del aficionado.
La única forma de repetir que vuelva a producirse engaño semejante - esto lo hemos repetido y lo diremos hasta el cansancio- es mediante la imposición de la autoridad. Ella no debe transigir en ningún caso. Si no hay toros no hay corridas hasta que los haya. Preferible es que sean menos pero dignamente verificadas. Esto no es difícil creemos. ¿O es que la autoridad no sabe el papel que le corresponde?.
Si el Inspector del Rímac, como bien puede ocurrir no es persona muy conocedora de los requisitos que exigen las corridas de toros, que se designe para que las presida a una persona competente al respecto y desinteresada del “negocio” taurino. No saber de toros no es un delito. Grave es, en cambio, la responsabilidad de quien permite un engaño a la afición taurina sabiendo el sacrificio económico que le significa presenciar su espectáculo favorito, que solo se le ofrece, por lo general, en las corridas feriales.
Para la próxima temporada -sea formal o novilleril - la autoridad tiene que proceder con cautela. En sus manos está salvar o el hundir el prestigio de una fiesta que nació con la ciudad y que mantiene una nota original, gallarda y plástica en la Ciudad de los Reyes”. (Pág. 143). (El sombreado es nuestro).
MANUEL SOLARI SWAYNE, “ZEÑÓ MANUÉ”: “TENDIDO 5, BARRERA 25”.
1ra. Edición, SET- 1976
VEAMOS S.A., Editores.