lunes, 8 de junio de 2009

Ultima de aniversario y puerta grande de Pinar (Madrid)

Trigésimo primera y última de feria. Lleno. Toros de Alcurrucén, bien presentados, encastados y de buen juego, aunque con matices en el segundo y el cuarto. Extraordinarios, primero y sexto, ambos ovacionados; y muy toreables y con importancia, tercero y quinto, aplaudidos también en el arrastre. Antonio Ferrera, división de opiniones con más pitos que palmas tras petición insuficiente y silencio. Matías Tejela, silencio en ambos. Rubén Pinar, una oreja en ambos. EFE (foto Burladero)

LARGACAMBIADA: Seis toritos fieros seis, en esta tarde última del atracón taurino de mayo y junio. La última, la que deja esa herida de melancolía que va calando en las carnes hasta encontrar el hueso. He tenido la sensación de que era una tarde de agosto. No había nadie en el patio de caballos, los toreros han llegado con la hora justa y el tiempo ha pasado más despacio, a veces tan lento que la veleta del reloj se dibujaba en el mismo trazo que ayer. Era la última y la generosidad de los madrileños ha hecho posible que el sueño de Rubén Pinar se cumpliera. Y es que mis paisanos son así, un pueblo de manos abiertas, universal, alegre, encantador que da todo lo que tiene… Confieso que ya tenía ganas, porque echaba de menos las parrafadas con los amigos, la quietud del patio, el silencio del túnel, y sobre todo esa paz que se respira en el paseo hasta Manuel Becerra cuando las tardes se van acortando y el cielo de la capital se tornasola. Punto y seguido. Largacambiada ha sido testigo de todas y cada una de las tardes de las dos ferias: la de San Isidro y la del aniversario. Creo que seguiremos… salvo que esta noche alguno de los miembros del equipo defienda que la Puerta Grande de Pinar ha sido justa.

BURLADERO: Rubén Pinar, que llegó, soportó a los desagradables de siempre y venció con dos armas: la entrega absoluta y el toreo por bajo... En sus manos cayeron los dos mejores de una corrida que dio muchos más toros. El mismo que abrió plaza, remangado de cuerna, fue un toro muy noble. Con sus cinco y casi seis años cumplidos. Repitió con nobleza y buen son el toro, con un pequeño defecto. Llegaba y la tomaba por abajo, no terminaba de humillar a la salida del muletazo. Con todo, contó el toro... El cuarto, un toro más alto de agujas tuvo comportamiento mutante. De mansear y salirse suelto de primeras, apretar en banderillas, querer de inicio con la muleta e indisponerse después. Toro encastado, no fácil, muy condicionado por el viento.