Así de contundente fue don Juan Pedro Domecq en una entrevista publicada por el diario El Mundo: «Estamos ante la crisis más fuerte que he conocido y eso llega a los bolsillos de los españoles. Vamos a tener problemas. No va a haber dinero para ir a los toros».
- ¿Qué se puede hacer?
- «Lo perfecto sería atreverse a reformar sus estructuras. La Administración tendría que mirar los pliegos para reducir el número de espectáculos. Una ciudad no es grande porque dé más festejos. Disminuyamos el número de días y mantengamos la esencia. Eso generará que haya menos puestos de toreo para toreros, menos ventas de toros para los ganaderos, pero es la única forma de mantener en, pie la fiesta».Juan Pedro Domecq ha vivido casi toda su vida dedicada al mundo de los toros aunque, antes de hacerse cargo de la ganadería de su padre, se dedicó también al mundo de las finanzas. Estuvo trabajando en el Banco Urquijo salvando empresas.
...en la finca sevillana Lo Alvaro tiene 2.000 cabezas de ganado, con 460 vacas madres y 40 sementales que engendran lo mejor de la fiesta nacional. Domecq lleva toda su vida seleccionando los mejores animales y no sólo cría toros de lidia. Desde 1974, tiene también en su finca andaluza una de las mejores piaras de cerdos para la elaboración del jamón ibérico. Pero, como dice a sus 66 años -en abril de 2009 cumplirá los 67- ha recibido muchas cornadas en la vida, aunque una sólo le ha dejado una herida que nunca va a curar: la muerte de su hijo Fernando que con sólo 36 años, y tras una larga enfermedad, le dejó en la mayor de las soledades.
Acaba de terminar un libro: Del toreo a la bravura. En él explica la evolución histórica del toreo y del toro en todas sus formas. «Hasta ahora, se había hablado pero a retazos». En él se confiesa un evolucionista del mundo de los toros. Ese animal que, dice, ha dominado el mundo. Por eso, se considera y se autocalifica como un polemista de la tauromaquia, en contra de aquellos que anteponen el negocio y la forma de llenarse los bolsillos a espuertas «sin cuidar la raza, la bravura y la casta». Y es que, como asegura, «toreo y toro están siempre en continua evolución».
- ¿Qué ha cambiado de los años 50 con la forma de torear actualmente?
- «Para mí, hoy día torear es dirigir la embestida del animal con el capote y la muleta. Antes, lo único que se hacía, lo fundamental, era una lucha contra el toro, porque la suerte de varas de un caballo sin peto era su centro y el torero lo que hacía es jugar con la embestida del toro para burlarla y matarlo. El toreo de la muleta y el capote se va desarrollando lentamente».
Juan Pedro Domecq resume en dos épocas toda la historia del toreo: la primera, la antigua, que llega hasta Joselito y Belmente, donde principalmente se burlaba al toro. «Los dos se influyen el uno al otro. Joselito es la ciencia, el conocimiento de esa forma de torear porque le viene de familia torera. Belmonte produce una revolución: es el primero que se está quieto. Al estarse quieto produce en el espectador una especie de catarsis. Joselito entonces ve eso y dice: por aquí tiene que ir el toreo. Y en conjunción con Belmente lo tecnifica».
Después de Joselito y Belmente viene Manolete. «También se queda quieto. Engarza los pases por primera vez uno con otro, una tauromaquia muy corta, con el natural, el derechazo, la manoletina, y matar. Pero lo hacía mucho más cerca del toro». Luego aparecen El Cordobés y Paco Ojeda. El Cordobés es la rebelión de lo clásico en las formas. Con su toreo, quería dejar un mensaje y aunque, podría ser un poco bufo, es la revolución del español en los últimos años de la dictadura. Rompe hábitos de la tauromaquia».
- ¿No le molestaba ese estilo de la rana?
- «Sí y no. A mí el torero que más me ha llegado ha sido Antonio Ordóñez. Ha reunido el valor, el arte y la técnica. Tenía una grandiosidad en todos sus movimientos y una personalidad especial. Todo estaba dentro de un estricto orden y El Cordobés lo desordenó. Con la llegada de Paco Ojeda el toreo vuelve a impactar en el público, lo asombra y vuelve a producirse un acercamiento».
Para Domecq, Ojeda ha sido quien más ha influido en la evolución de la tauromaquia. En la época de Ordóñez era ordoñista y ahora está admirado de que haya muchos toreros buenos: «Manzanares hijo es la armonía en todos sus movimientos. Me recuerda a Ordóñez». De José Tomás dice que «es la tragedia llevada al toreo con estética, mucha estética. Es capaz de poner en juego casi todos los días su vida porque entiende que eso es su toreo. El punto técnico de torear en estos momentos. Es capaz de torear cualquier toro en cualquier cercanía, sin que le enganche y adaptándose a cada toro en una enorme perfección».
Admira a Cayetano. Ese torero de quien asegura que está aún por hacerse, pero que levanta pasiones. «Te das cuenta de que en él hay una persona distinta». «El Juli, tiene toda la tauromaquia en la cabeza. Ha sido capaz de torear este año seis toros y demostrar toda la tauromaquia que lleva dentro. Es un torero muy puro».
Desde hace unos años lleva probando suerte en otro terreno. El negocio de los cerdos ibéricos. La empresa de ibéricos de Juan Pedro Domecq se presentó hace seis años en el mercado español y hoy se ha convertido en una de las compañías con más renombre internacional. Su producción es de 2.500 cochinos anuales que llegan a las mejores mesas y escaparates de España y Europa. La construcción de un secadero y una bodega en Castaño de Robledo (Huelva) es uno de los planes a medio plazo que permitirá llegar a los 5.000 cochinos anuales, una cifra que no quiere superar, ya que piensa que la calidad de sus jamones podría resentirse.
Lo del negocio del cerdo ibérico le vino a Juan Pedro Domecq por una simple matanza que hizo en la finca que tiene en la serranía de Huelva. Allí es cuando se dio cuenta de los placeres del cerdo ibérico. Y así es como se inició en este negocio.
Primero los criaba y los vendía. Hasta que se dio cuenta de que su éxito era cerrar el ciclo y vender el producto. «Me busqué una persona que lo sabía todo en jamones y apliqué el marketing que había aprendido de mi padre. Estamos empezando a ser empresa. Mis cerdos están en el campo desde que nacen hasta los 18-24 meses cuando se les mata. Esa libertad les da el sabor a la carne. El carácter de salvaje. El animal come de forma que la mezcla la hace el propio animal y eso crea aromas. A mi me parece que lo importante en el jamón es el cerdo como la uva al vino. Sin una buena uva en un buen terreno no puedes hacer un buen vino».
A pesar de que considera que le han ido bien los negocios, también piensa que tampoco le ha sido fácil. Hijo de una familia de diez hermanos, se confiesa que la vida le ha sido generosa a la vez que dura. «No todos los padres pierden un hijo a los 36 años».
Ahora cada día que pasa piensa en sus siete nietos y en pasar el mayor tiempo posible en el campo con sus toros y sus cerdos. Su hijo, -también Juan Pedro Domecq- es la cuarta generación y quien será el continuador de la obra más ganadera.
- ¿Qué se puede hacer?
- «Lo perfecto sería atreverse a reformar sus estructuras. La Administración tendría que mirar los pliegos para reducir el número de espectáculos. Una ciudad no es grande porque dé más festejos. Disminuyamos el número de días y mantengamos la esencia. Eso generará que haya menos puestos de toreo para toreros, menos ventas de toros para los ganaderos, pero es la única forma de mantener en, pie la fiesta».Juan Pedro Domecq ha vivido casi toda su vida dedicada al mundo de los toros aunque, antes de hacerse cargo de la ganadería de su padre, se dedicó también al mundo de las finanzas. Estuvo trabajando en el Banco Urquijo salvando empresas.
...en la finca sevillana Lo Alvaro tiene 2.000 cabezas de ganado, con 460 vacas madres y 40 sementales que engendran lo mejor de la fiesta nacional. Domecq lleva toda su vida seleccionando los mejores animales y no sólo cría toros de lidia. Desde 1974, tiene también en su finca andaluza una de las mejores piaras de cerdos para la elaboración del jamón ibérico. Pero, como dice a sus 66 años -en abril de 2009 cumplirá los 67- ha recibido muchas cornadas en la vida, aunque una sólo le ha dejado una herida que nunca va a curar: la muerte de su hijo Fernando que con sólo 36 años, y tras una larga enfermedad, le dejó en la mayor de las soledades.
Acaba de terminar un libro: Del toreo a la bravura. En él explica la evolución histórica del toreo y del toro en todas sus formas. «Hasta ahora, se había hablado pero a retazos». En él se confiesa un evolucionista del mundo de los toros. Ese animal que, dice, ha dominado el mundo. Por eso, se considera y se autocalifica como un polemista de la tauromaquia, en contra de aquellos que anteponen el negocio y la forma de llenarse los bolsillos a espuertas «sin cuidar la raza, la bravura y la casta». Y es que, como asegura, «toreo y toro están siempre en continua evolución».
- ¿Qué ha cambiado de los años 50 con la forma de torear actualmente?
- «Para mí, hoy día torear es dirigir la embestida del animal con el capote y la muleta. Antes, lo único que se hacía, lo fundamental, era una lucha contra el toro, porque la suerte de varas de un caballo sin peto era su centro y el torero lo que hacía es jugar con la embestida del toro para burlarla y matarlo. El toreo de la muleta y el capote se va desarrollando lentamente».
Juan Pedro Domecq resume en dos épocas toda la historia del toreo: la primera, la antigua, que llega hasta Joselito y Belmente, donde principalmente se burlaba al toro. «Los dos se influyen el uno al otro. Joselito es la ciencia, el conocimiento de esa forma de torear porque le viene de familia torera. Belmonte produce una revolución: es el primero que se está quieto. Al estarse quieto produce en el espectador una especie de catarsis. Joselito entonces ve eso y dice: por aquí tiene que ir el toreo. Y en conjunción con Belmente lo tecnifica».
Después de Joselito y Belmente viene Manolete. «También se queda quieto. Engarza los pases por primera vez uno con otro, una tauromaquia muy corta, con el natural, el derechazo, la manoletina, y matar. Pero lo hacía mucho más cerca del toro». Luego aparecen El Cordobés y Paco Ojeda. El Cordobés es la rebelión de lo clásico en las formas. Con su toreo, quería dejar un mensaje y aunque, podría ser un poco bufo, es la revolución del español en los últimos años de la dictadura. Rompe hábitos de la tauromaquia».
- ¿No le molestaba ese estilo de la rana?
- «Sí y no. A mí el torero que más me ha llegado ha sido Antonio Ordóñez. Ha reunido el valor, el arte y la técnica. Tenía una grandiosidad en todos sus movimientos y una personalidad especial. Todo estaba dentro de un estricto orden y El Cordobés lo desordenó. Con la llegada de Paco Ojeda el toreo vuelve a impactar en el público, lo asombra y vuelve a producirse un acercamiento».
Para Domecq, Ojeda ha sido quien más ha influido en la evolución de la tauromaquia. En la época de Ordóñez era ordoñista y ahora está admirado de que haya muchos toreros buenos: «Manzanares hijo es la armonía en todos sus movimientos. Me recuerda a Ordóñez». De José Tomás dice que «es la tragedia llevada al toreo con estética, mucha estética. Es capaz de poner en juego casi todos los días su vida porque entiende que eso es su toreo. El punto técnico de torear en estos momentos. Es capaz de torear cualquier toro en cualquier cercanía, sin que le enganche y adaptándose a cada toro en una enorme perfección».
Admira a Cayetano. Ese torero de quien asegura que está aún por hacerse, pero que levanta pasiones. «Te das cuenta de que en él hay una persona distinta». «El Juli, tiene toda la tauromaquia en la cabeza. Ha sido capaz de torear este año seis toros y demostrar toda la tauromaquia que lleva dentro. Es un torero muy puro».
Desde hace unos años lleva probando suerte en otro terreno. El negocio de los cerdos ibéricos. La empresa de ibéricos de Juan Pedro Domecq se presentó hace seis años en el mercado español y hoy se ha convertido en una de las compañías con más renombre internacional. Su producción es de 2.500 cochinos anuales que llegan a las mejores mesas y escaparates de España y Europa. La construcción de un secadero y una bodega en Castaño de Robledo (Huelva) es uno de los planes a medio plazo que permitirá llegar a los 5.000 cochinos anuales, una cifra que no quiere superar, ya que piensa que la calidad de sus jamones podría resentirse.
Lo del negocio del cerdo ibérico le vino a Juan Pedro Domecq por una simple matanza que hizo en la finca que tiene en la serranía de Huelva. Allí es cuando se dio cuenta de los placeres del cerdo ibérico. Y así es como se inició en este negocio.
Primero los criaba y los vendía. Hasta que se dio cuenta de que su éxito era cerrar el ciclo y vender el producto. «Me busqué una persona que lo sabía todo en jamones y apliqué el marketing que había aprendido de mi padre. Estamos empezando a ser empresa. Mis cerdos están en el campo desde que nacen hasta los 18-24 meses cuando se les mata. Esa libertad les da el sabor a la carne. El carácter de salvaje. El animal come de forma que la mezcla la hace el propio animal y eso crea aromas. A mi me parece que lo importante en el jamón es el cerdo como la uva al vino. Sin una buena uva en un buen terreno no puedes hacer un buen vino».
A pesar de que considera que le han ido bien los negocios, también piensa que tampoco le ha sido fácil. Hijo de una familia de diez hermanos, se confiesa que la vida le ha sido generosa a la vez que dura. «No todos los padres pierden un hijo a los 36 años».
Ahora cada día que pasa piensa en sus siete nietos y en pasar el mayor tiempo posible en el campo con sus toros y sus cerdos. Su hijo, -también Juan Pedro Domecq- es la cuarta generación y quien será el continuador de la obra más ganadera.