martes, 18 de junio de 2019

Chota, sus historias y sus colores de feria


Nuestra colaboradora Mariela Gallardo, chotana de nacimiento, desea compartir sus recuerdos en torno a las fiestas y feria taurina por San Juan Bautista con motivo de cumplirse los 50 años del coso emblemático El Vizcaíno.  

El Vizcaíno cuando tenia mitad de aforo 


Chota, sus historias y sus colores de feria

Hace mucho que no vivo en mi Chota querida pero la llevo siempre en mi recuerdo y en mi corazón. Es mi esencia y mi cuna. Como también lo ha sido de mi afición a los toros. Soy taurina y lo canto a los cuatro vientos.

Mis recuerdos de Chota son bellos, de mis años de niñez y de los que pasé luego de juventud pero los de la fiesta son maravillosos.

Un momento exacto no recuerdo de cuando empecé a ver corridas de toros pero imagino que por ser una tradición familiar fui desde antes de nacer.
Íbamos todos en familia, papá, mamá y hermanos,

Recuerdo a toda la familia sentados en barrera y contrabarrera del 8, donde sigue yendo mi familia, íbamos todos, padres, hijos nietos, todos y obvio todos de aguja, trajes elegidos para estrenar en la ocasión de celebración importante. Porque eso es la fiesta taurina en mi ciudad, porque así es como se siente la tradición, pasión que corre por las venas.

Papi me contaba que antes no había coso que era como de palos. Compraban el espacio y cada familia construía su palco, mi mami construía el nuestro.

San Juan Pampa se realizaba en la pampa afuera del cementerio, día de celebración en honor a nuestro San Juan Bautista con celebración religiosa, bailes, comida típica y soltaban carnero para los espontáneos que querían salir a torearlos. Pura afición. Alguna vez salí 'al ruedo' con mi prima, mi negrita, gracias a Dios quedé ilesa. De ella no puedo decir lo mismo, el carnero la hizo volar por los aires y tremendos moretones llevó en el cuerpo por varios días... pero la emoción hacía olvidar el dolor (y algunas bebidas también).

Ya en día de corrida se empezaba con los pantagruélicos desayunos y luego almuerzos familiares (inolvidales los tamales de mi tía Teresita, y el chancho de mi tía Marujita criado especialmente para la fiesta). Todo debía terminar antes de la 2 de la tarde porque había que ir a la corrida de toros, era imposible faltar, todo se organizaba en torno a la tardes de toros, ese horario era intocable.

De niña los primeros toreros que recuerdo son Carlos Suarez y Daniel Palomino. Eran héroes, valientes como nadie. Todos los niños soñábamos con ser toreros...
(ahora son los sueños de mis sobrinos).

Las casas no tenían horno, llevábamos alimentos en latas a hornos de barro, alquilados por las "panaderías" de aquella época y compraban galletas, roscas confitadas de la Sra. Cesarina, bizcocho, bizcochuelos horneados en latas de portola forradas con papel manteca, pionono y bollos de canela de la Sra. María gorda, gaseosa. Todo para llevar a la corrida, con el obligado licor de tradición.

La fiesta social elegante era en el Club Unión. Los albazos (bandas típicas tocando por las calles, la gente bailando detrás de ellos y por donde pasaban la gente salía hasta en pijamas, obvio que con botellas de licor xa invitar a todos), yo los miraba desde el balcón de mi casa. Todas las calles se adornaban con cadenetas de papel cometa de colores pegadas con engrudo por todos, las competencia de que calle era la más linda. La ciudad se engalanaba y lucía de fiesta. Bajaban también los campesinos con sus mejores galas, poncho al hombro y machete al cinto, como dice nuestra canción, a disfrutar de nuestra fiesta. Largas horas que a veces desencadenaban en tragedias, broncas y hasta muertes, incluso se decía qué tan buena estuvo la fiesta por cuantos muertos habían, historias que hoy ya no se dan.

Mis recuerdos entrañables: Papi de terno, mami de vestido o sastre. Los castillos, la retreta, la vaca loca, los ambulantes...

La tradición nos obliga a volver cada año y es el motivo que a todas las familias junta. ¡Viva la Feria de Chota! Y feliz 50 aniversario a nuestro coso Monumental El Vizcaíno que a los de mi generación, nuestra afición vió nacer y nos cobijó en sus tardes de sol, sangre y arena.

Por Mariela Gallardo Camacho