El torero de Borox sufrió una cogida espantosa que le ha dejado «dormido» el muslo izquierdo.
Su lucha es intentar despertarlo para volver a vestirse de luces.
Por Ana Pérez Herrera en ABC
Se llama David Mora Jiménez (Madrid, 1981), vive en Borox, es torero y hace un año volvió a nacer frente a la puerta de chiqueros de la madrileña plaza de toros de Las Ventas. «Deslío», un toro de 532 kilos del Ventorrillo, le arrastró durante unos segundos interminables por una arena que quedó manchada con 3,5 litros de su sangre. Mora sufrió dos cornadas: una de 10 centímetros en la axila izquierda y otra de 30 centímetros en el muslo izquierdo «que produce arrancamiento de la vena femoral y colaterales, con destrozos en el músculo cuádriceps». Pronóstico: «muy grave».
En realidad, la tarde del 20 de mayo de 2014 fue muy grave: por primera vez en 35 años se suspendía un festejo, pues Antonio Nazaré y Saúl Jiménez Fortes (sí, el que hace una semana a punto estuvo de morir por una cornada en el cuello) también resultaron heridos graves. Un año después, David Mora se siente «muy agradecido de poder contarlo», a pesar de que desde entonces no ha podido volver a vestirse de luces. Se lo impide un cuádriceps izquierdo «dormido». Su lucha es conseguir despertarlo.
La recuperación
—¿Cómo se encuentra?
—Físicamente me encuentro bien, en comparación con cómo estaba. Puedo hacer una vida medio normal, pero no tengo todavía esa fortaleza física para ponerme delante del toro.
—¿Qué le falta a esa pierna izquierda para volver a vestirse de luces?
—Se tendrían que regenerar los nervios que todavía no funcionan. Ahora están a un 25 ó un 30 por ciento. Hay que esperar y seguir con la rehabilitación. Antes no podía mover la pierna y ahora me puedo sentar y hacer ejercicio, puedo hacer actividad aeróbica, pero sin flexionar la pierna o volcar en ella el peso del cuerpo.
—¿Cómo ha sido este año?
—La vida me ha cambiado, sobre todo la filosofía con la que me la tomo, que lo he tenido que hacer así porque, si no, hubiese sufrido mucho. Todos los días las rehabilitaciones son más de lo mismo. Sigues luchando mucho y no ves resultados, y a veces no es fácil aguantar ese tirón. Me he puesto en manos de muchos profesionales, he hecho mucha gimnasia para fortalecer el cuádriceps, luchando para que no se atrofie… Cada día dedico unas tres horas a la rehabilitación por la mañana y otras tres por la tarde. Unos días hago piscina, otras gimnasio, me gusta mucho el «Muay thai» (un arte marcial tailandés parecido al boxeo).
Un torero en el siglo XXI
—Dice en una entrevista que no solo por dinero se torea, ¿por qué quiso ser torero?
—Uno sueña con ser alguien importante para tener una tranquilidad económica. Ahora bien, son profesiones que se hacen por vocación. Yo quise ser torero cuando tenía 14 años. Me apunté a una escuela taurina en Alcorcón. Empezó como un juego y al final se convierte en una responsabilidad en tu vida.
—¿Qué es un torero? ¿Un héroe? ¿Un artista? ¿Un romántico?
—Creo que todo. Lo que pasa es que se ha desvirtuado de cara a la sociedad. Hoy hay mucho ocio. Antiguamente, solo había fútbol y toros, y los toreros eran ídolos porque exponían su vida. Lo mismo que pasa hoy porque el toro quizá se mueve menos, pero es muy voluminoso, muy serio. Son tiempos en los que no se explica a los jóvenes lo que es la tauromaquia y lo que ha representado para poetas o escritores, y no será un espectáculo tan malo cuando tantos artistas se han relacionado con la tauromaquia.
El miedo
—¿En qué momento se es consciente de que un torero se juega la vida? ¿Con 14 años?
—Sí, por supuesto. En mi juventud siempre iba a la Venta del Batán (donde hace unos años se exponían los toros antes de lidiarse en la plaza de Las Ventas), veía los toros de 600 kilos en los corrales y pensaba: «No sé si llegará el momento». Lo ves como algo muy lejano. Pero cuando al final lo consigues, recuerdas esos tiempos y ves que has sido capaz de llegar a la meta.
—¿Cómo se lidia al miedo?
—Hay muchas profesiones que, para conseguir los objetivos, se pasa miedo. Tienes que asumirlo, te mentalizas. Es algo muy difícil, pero si para coger el hilo a tu profesión eres capaz de vencerlo, te da mucha tranqulidad. Sí, es verdad que desde un segundo plano es difícil comprenderlo.
—¿Qué importa más: la técnica o el valor?
—Creo que tienen que ir muy unidas. Hay que tener una mínima técnica para que el toro no te coja constantemente porque el toro, obvio, hiere y te puede pasar lo peor.
La vida y la muerte
—¿Cree en Dios? Se lo digo porque estuvo a punto de morir con 33 años, la edad de Cristo…
—Sí, totalmente. Dios me dio la oportunidad de poder seguir viviendo y disfrutando.
—Con la consciencia que tienen los toreros de que cualquier día pueden morir en la plaza, ¿cómo se afronta la vida?
—Viviendo muy intensamente. Por eso los toreros somos tan románticos, tan bohemios. Tenemos una forma de vivir muy apasionada, pensando todos los días que estamos aquí por algo, y el mejor reconocimiento que se puede dar uno mismo es haciendo el bien a los demás, porque quizá sea lo que te lleves dentro si algún día te vas.
—Se dice también que el toreo es como la vida, ¿cuánto de verdad y cuánto de mentira hay en él?
—La mayor verdad que hay es entre el toro y el torero. Eso nunca es una mentira, aunque sea una becerra. La mayor mentira es cómo está organizado el sistema. En primer lugar, los antitaurinos, que comentan atrocidades. Y luego los despachos, que hay momentos injustos.
Pasado, futuro y presente
—¿Qué no olvida nunca David Mora?
—Lo que uno no debe de olvidar nunca es de dónde viene y a dónde se dirige. Uno tiene que acordarse de lo que ha hecho en su carrera, pero quizá esas cosas las tienen que decir los demás.
—¿Qué hará si no torea?
—Solo pienso en poder reaparecer, pero la realidad es que no se sabe qué va a pasar.
—¿Cómo se mantiene esa ilusión?
—Durante este tiempo, lo que encuentras es una forma de vida en la que te tienes que meter en tu interior para saberla comprender, para que mentalmente no sufras. Hay días en los que uno se mantiene con esa ilusión, pero otros, cuando ves que los resultados no son tan favorables, cuesta y optas por hacer cosas que nunca has hecho para ponerte esa coraza. Pero al fin y al cabo, yo sigo esperando y espero que algún día sea capaz de volver a torear en una plaza.