Por Pedro Abad-Schuster
Valencia domingo 20 de marzo 2011. Cierre de feria, media plaza con viento, corrida dura del afamado Adolfo Martín de inmejorable trapío aplaudidos todos de salida. Cinqueños los cinco primeros, el encierro tuvo peso promedio 510 kilos, pero sin fondo de casta, poca raza y fuerzas justas. Los dos últimos fueron complicados, pusieron el miedo en cuerpo a los presentes: El exigente sexto (de Alberto Aguilar) de seis años, hirió en la espinilla al torero que se la jugó de verdad. Rafaelillo (grana y oro): silencio, silencio. Tomás Sánchez (verde botella y oro): oreja, ovación. Alberto Aguilar (azul pavo y oro): saludos, oreja.
Rafaelillo nada pudo hacer. El primero un toro con peligro sordo que embistió bien en el capote. Castigo excesivo en varas. El toro iba bien por el izquierdo pero se paró, sin punto de fiereza. Silencio. El 4º, un inválido que se echó perdiendo las manos en mitad de faena, imposible ponerse con el toro. Buena estocada. Silencio.
El valenciano Tomás Sánchez con el segundo de la tarde de pavorosa encornadura, faena con sometimiento y corazón por ambos pitones, pero sin mucha ligazón. Todo lo que hizo tuvo importancia. Gran estocada. Oreja. Con el quinto se encaró el torero firme y dispuesto. El toro nunca rompió para adelante, con recorrido corto y cara a media altura. Se cruzó con él por ambos pitones viéndose desbordado. Arrimón final. El toro lo cazó y le perdonó la cornada. Demoró en la suerte suprema y perdió la puerta grande de Valencia.
Alberto Aguilar con el tercero, manso, duró muy poco en su movilidad, sin codicia. Trasteo valiente de Aguilar, de voluntad y ganas. Debió haber atacado más de principio. Saludos. Al sexto lo recibió con larga de rodillas, verónicas aseadas y discretas. Se le picó trasero, como la mayoría del encierro de hoy. Al sexto lo recibió con larga de rodillas, verónicas aseadas y discretas. Se le picó trasero, como la mayoría del encierro de hoy. El toro embistió humillado, pero sacó la guasa. Aguilar logró lo mejor en redondo en varias tandas. Por la zurda el toro era más reservón y destemplado. Al final lo corneó certero en la espinilla. Impávido aguantó en la arena sangrando y cojeando. Estocada al segundo intento. El público soberano y sensible le otorgó una oreja de peso. (Fuente: cope)
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