Por Pedro Abad-Schuster
El video de la corrida está en la dirección siguiente (copiar y pegar): http://www.plus.es/videos/Toros/Juli-orejas-cornada-Pamplona/20100712pluutmtor_1/Ves/
Pamplona, lunes 12 de julio de 2010. Lleno. 6 toros de Victoriano del Río, bien presentados, de juego desigual en la muleta, 2º fue el toro de la corrida; 3º y 6º bajos de casta, el resto a menos; mansos en varas. Curro Díaz: silencio, ovación. Julián López El Juli: oreja, oreja. Alejandro Talavante: silencio, silencio.
La corrida de don Victoriano no terminó de llenar, a pesar de que hubo algunos toros con buenos inicios en el último tercio. La mayor parte, sin embargo, o se aburrieron o vinieron a menos. De bravura hubo poca; en varas apretaron poco. En la muleta no terminaron de durar como otros días, viniéndose a menos en general, aunque siempre regalando varias tandas iniciales no siempre bien aprovechadas.
Curro Díaz tiene cualidades artísticas, pero sin embargo, no consigue meterse al público en el bolsillo, porque su trasteo es desigual, o comienza en tono muy alto para venirse, intermitente a menos en el discurso del tiempo. Pero siempre con naturalidad y gusto, con estética. Con el 1ro de la tarde, de 540 kilos, negro, delantero, manso y con nobleza en sus embestidas para venirse algo abajo en la quinta tanda, cuando empezó a cabecear por escasez de fondo físico. Curro Díaz nos mostró ese arte, gusto y naturalidad que le caracteriza, y fiel a sí mismo, con esa desigualdad que también le adorna. Si el conjunto hubiera sido como esos tres derechazos armoniosos, como ese andarle al toro para sacarlo a medios, como esas trincheras o esos dos soberbios pases del desprecio, como los primorosos pases de pecho, hablaríamos de algo casi sobrenatural. El de Linares anda pegado a la tierra, da lo que lleva dentro, lo que le ha hecho abrir la puerta grande de Las Ventas en alguna ocasión; no es un torero de trazos largos, sino cortos y embelesadores; no es un titán del poderío, sino un artífice delicado, a veces limitado en su ser. Por eso lo que vimos fue una faena de momentos rotundos, que hubiera terminado en una oreja si no hubiera sido por la tizona: buena ejecución para una estocada caída. Silencio. Sin embargo su actuación ha gustado, unas verónicas, unos trincherazos sacándose toreramente al astado a los medios, derechazos de clase y mando, erguida la planta, marcado el trazo clásico, en redondo, pases de pecho rematados por la hombrera contraria… pero sin terminar de compactar la obra. Dos del desprecio superiores antes de tirarse a matar con ganas.
Con el 4to de la tarde, de 535 en la romana, negro, tocado aunque bizco del pitón zurdo, manso y embestidor para, también, venirse a menos en la quinta serie. Un par de verónicas a derechas, en ambos sentidos, gusto, mando y temple en unas primeras series de muleta que auguraban más de lo que fue, toreo más desmayado y corto, alguna suciedad intermitente, para terminar con medios pases entre cabeceos de asfixia. Unos adornos y casi media, caída. Ovación. Su actuación la había iniciado con trazos bellos en otras dos verónicas, por la derecha, nuevos comienzos con el cuerpo natural, sin artificiosos retorcimientos, con esa chispa artística que llega, pero sin redondear las series -algo sucias a veces-, finales en corto con sus medios pases codilleros, desmayados. Pero dejando esa impresión de que pudo haber más, quizá debió hacer algo más. La estética y el arte, inconstante; el gusto y la naturalidad, la búsqueda creativa de un instante. Hay quien dice que el arte de torear es uno, sólo uno; en el lado opuesto se aúnan los defensores de que mejor aficionado es a quien más estilos le caben en la cabeza, en el corazón, en la afición. No sé; quizá el verdadero arte sea uno, pero torear también incluye, esa necesidad de someter a los toros y hacer con ellos lo que el espada quiera, aunque no surja la llama brillante del poder creativo. El primero llega directamente al corazón, el segundo puede hacerlo –no siempre llega a tanto- a través del entendimiento.
Sangre derramada del Maestro Julián López El Juli en pos del objetivo del triunfo a cualquier precio. Torero de ambición, de técnica probablemente insuperada en estos tiempos, de decisión. Hoy ha cortado una oreja en faena a más, que consigue meter en la faena al respetable a base de paciencia. En el 2do de la tarde obtuvo unas oreja, por querer y poder al final, por crecerse tras un insulso comienzo, sin apreturas y lanceando al toro sin exigencias, en paralelo. Tuvieron que transcurrir hasta cinco series, para, con la muleta en la zurda, demostrar esa capacidad suya de hacer que el toro le obedezca ciegamente y siga el engaño en redondo y con obediencia sumisa. Dos series por ese buen pitón, en el que el toro se crecería, antes de que, en las proximidades, acabase con medios pases y algún sobeteo menos trascendente. Este toro fue el mejor del encierro, pesó 535 kilos, cabeza tocada, manso en varas pero embistiendo noble y generoso a la franela, aunque tardeando algo al final. Tuvo una ligera tendencia de salirse suelto en los inicios del trasteo pero lo sujetó bien Julián. Un Julián siempre dispuesto, que a tenor de lo visto en las primeras cuatro tandas nos hubiera defraudado, pero que, en la quinta, ya con la zurda, demostró el porqué de lo precedente. Estaba preparando al toro para arrancarle todo el jugo por su mejor pitón, el izquierdo; visto el conjunto resultaba perfectamente entendible, aislado el comienzo de la faena, hubiera pasado sin mayor pena ni gloria. Fueron dos tandas a izquierdas, hondas, profundas, largas y mandonas, sometida la res a su voluntad, exprimiendo los recursos de un animal que terminó tardeando antes de que el Juli optase por los medios pases en las cercanías, sobándolo innecesariamente. Una entera, algo caída, con ese salto suyo e inicio de salida, le concedería una oreja con petición de una segunda.
La del 5to de la tarde fue oreja de entrega, de no desfallecer ante la cogida en la zona testicular, de volver a la cara del toro y seguir intentando sacar lo que éste no tenía. Oreja fruto -sobre todo- de la emotividad del momento, pero cortada a base de entrega y ambición, que también son cualidades del toreo, aunque no acaso las principales. El toro pesó 600 kilos justos en la báscula, un bicho castaño –más que colorado-, tocado, manso y a menos, tuvo que pechar con un toro poco lucido, que se vino pronto a menos a pesar del mimo y cuidados mostrados en los inicios del muleteo. La faena no cogió aire, porque le faltaba toro; algo sucia a veces frente a un toro que punteaba y no tenía mucho viaje, al que ni siquiera el dejarle la muleta en la cara y tirar y tirar de él, sacándole lo que había, llegó mucho al respetable. Ante un arrimón final, a la búsqueda de las carencias emotivas del trasteo, cuando penduleaba la franela por la espalda, el toro se arrancó inopinadamente y le cogió por la ingle izquierda, causándole una cornada en el escroto. Julián, también fiel a sí mismo, y a la ambición que el caracteriza, se quedó, lo mató de una entera, algo trasera, a su estilo, y un descabello, y consiguió arrancar esa segunda oreja de la tarde. Talavante fue el convidado de piedra del festejo, pese a algunos momentos en su primero. Fue con la zurda cuando llegaron los mejores muletazos, colocado ahora al hilo, tirando más del bicho y llevándoselo mejor a la espalda. Fue un suspiro, tanda y media, antes de que el toro empezase a mirar por dónde salir y refugiarse en tablas. Tardó con el estoque. Menos opción tuvo en el último. Hubo poco temple –el toro punteaba bastante al final del muletazo- y poco acople, pocas cercanías y poca templanza. Cinco tandas precederían a una estocada trasera, muy atravesada por salirse, y a otra caída. (Fuente: cope).
Fotos: http://www.mundotoro.com/auxiliar/galerias2010/Pamplona120710/fs_aux.html http://www.burladero.com/galerias/012622/pamplona/julio