Cuenta el correodigital una insólita situación que tuvo que pasar el encierro de Victorino Martín que se lidió en Bilbao y a la postre resultó premiado como el mejor del ciclo. Un imprevisto en la ruta que llevaba los toros de la finca hasta la plaza de toros obligó a transbordarlos junto a un club de alterne, horas antes de ser lidiados. Aquí la historia.
Veinte kilómetros antes de alcanzar la Autovía de la Plata, en el tramo de carretera que va de la localidad extremeña de Torrejoncillo al puerto de Los Castaños, el camión que transportaba los seis toros que originalmente componían el encierro que el ganadero de bravo Victorino Martín presentó en los corrales de la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao se paró por una avería en mitad de un peligroso cambio de rasante en curva. Caía la noche.
Mientras el conductor intentaba en vano arrancar, el veedor de la empresa Chopera, que regresaba a tierras salmantinas- se encontró en mitad de la carretera con el vehículo que transportaba los seis 'victorinos' para el noveno y último festejo de la Feria de Bilbao. Curtido en mil y una batallas puso en marcha un plan de emergencia. Avisó a la Guardia Civil, ya que el camión averiado ponía en peligro la circulación en la zona. También informó del serio incidente al empresario Pablo Chopera y al ganadero. Además, localizó un nuevo vehículo en el que trasladar las reses hasta su destino.
Trasanalizar la zona y encontrar donde poder cambiar los toros de camión, escogieron un terreno contiguo a un club de alterne, forma en que se conocen los cientos de prostíbulos que salpican los carreteras de la Península Ibérica.
Conocedores de las pintorescas circunstancias, los responsables del club, rodeados por señoritas de las más variopintas nacionalidades, accedieron a apagar las luces de neón exteriores que proyectaban sombras a las que los toros derrotaban con inusitada fiereza y a retirar a un perro que, con sus continuos ladridos, despertó el desasosiego entre los astados enjaulados.
Alineados en paralelo los camiones, en mitad de la noche, alumbrados por la tibia luz de la luna, se inició el transbordo. Toro a toro. Tanto costó cada uno de los seis canjes que el ganadero Victorino Martín hijo temió por la integridad física del encierro al completo.
Pasada la media noche, y finalizada la transferencia de morlacos entre vehículos, las reses partieron rumbo a Bilbao, donde llegaron a primera hora de la mañana. Desembarcados en los corrales de Vista Alegre, a plena luz del día, dos de los astados tenían los pitones escobillados. Esos fueron rechazados y devueltos al campo. Los reemplazos conformaron el lote que despachó Antonio Ferrera.
Veinte kilómetros antes de alcanzar la Autovía de la Plata, en el tramo de carretera que va de la localidad extremeña de Torrejoncillo al puerto de Los Castaños, el camión que transportaba los seis toros que originalmente componían el encierro que el ganadero de bravo Victorino Martín presentó en los corrales de la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao se paró por una avería en mitad de un peligroso cambio de rasante en curva. Caía la noche.
Mientras el conductor intentaba en vano arrancar, el veedor de la empresa Chopera, que regresaba a tierras salmantinas- se encontró en mitad de la carretera con el vehículo que transportaba los seis 'victorinos' para el noveno y último festejo de la Feria de Bilbao. Curtido en mil y una batallas puso en marcha un plan de emergencia. Avisó a la Guardia Civil, ya que el camión averiado ponía en peligro la circulación en la zona. También informó del serio incidente al empresario Pablo Chopera y al ganadero. Además, localizó un nuevo vehículo en el que trasladar las reses hasta su destino.
Trasanalizar la zona y encontrar donde poder cambiar los toros de camión, escogieron un terreno contiguo a un club de alterne, forma en que se conocen los cientos de prostíbulos que salpican los carreteras de la Península Ibérica.
Conocedores de las pintorescas circunstancias, los responsables del club, rodeados por señoritas de las más variopintas nacionalidades, accedieron a apagar las luces de neón exteriores que proyectaban sombras a las que los toros derrotaban con inusitada fiereza y a retirar a un perro que, con sus continuos ladridos, despertó el desasosiego entre los astados enjaulados.
Alineados en paralelo los camiones, en mitad de la noche, alumbrados por la tibia luz de la luna, se inició el transbordo. Toro a toro. Tanto costó cada uno de los seis canjes que el ganadero Victorino Martín hijo temió por la integridad física del encierro al completo.
Pasada la media noche, y finalizada la transferencia de morlacos entre vehículos, las reses partieron rumbo a Bilbao, donde llegaron a primera hora de la mañana. Desembarcados en los corrales de Vista Alegre, a plena luz del día, dos de los astados tenían los pitones escobillados. Esos fueron rechazados y devueltos al campo. Los reemplazos conformaron el lote que despachó Antonio Ferrera.