Bajo la firma de Alvarado Acevedo fue publicado hace unos meses (No. 722) esta interesante reflexión sobre "Los Taurinos". No tiene desperdicio. Un guante que cae en cualquier punto de la geografía taurina del mundo, no sólo de España. Léelo.
Hace cincuenta años, el taurino era aquel perfecto conocedor del mundo del toro que manejaba su parcela con la sabiduría que le era propia: la de una autentico profesional.
Hoy un taurino es cualquiera que anda por ahí alrededor. Cualquiera es apoderado, cualquiera es empresario, cualquiera es ganadero, cualquiera es veedor, malquiera es periodista y, me atrevería a decir que cualquiera es torero, teniendo en cuenta algunas de las últimas alternativas concedidas, o también comprobando cómo las de matadores que han fracasado con mas estrépito en la feria de Sevilla aparecen en un montón de carteles de lujo en otras plazas de primerísimo nivel.
Algunos casos en particular son sangrantes y dignos de tener en cuenta para los que tanto hablan de esa justicia que, por lo visto, imparte el toro. ¡Ay, si algunos de los toros de la feria de Sevilla hablaran!
Volviendo al tema, en su día llegué al pleno convencimiento de que estábamos ante una galopante crisis empresarial de la que se salvaban algunas excepciones, pero sería injusto echarle toda la culpa a los explotadores de plazas. La crisis es más global y afecta a los taurinos en general, muchos de ellos malísimos, con los que espanta hablar de toros y que estén en este mundo de puro y lamentable rebote. Como tirados de un paracaídas. Posiblemente, el fin de la separación de poderes de la fiesta ha dejado en peligro de extinción a la figura del apoderado, hombre que encarnaba fielmente al taurino de verdad.
Aparte de la ignorancia supina de muchos de sus elementos, opino que el problema de los taurinos actuales es su error de base. Para ellos no hay futuro, les preocupa el presente por encima de todo, y no se dan cuenta de que lo peor que le puede pasar a la fiesta es que el público salga sin ganas de volver.
Y exactamente eso sucedió en Sevilla casi todos los días que ya hemos comentado artículos anteriores, pero volvió a repetirse en Barcelona con el enfrentamiento de José Tomás y El Juli. Me lleve una enorme decepción al conocer que varios toros fueron impresentables, porque todo lo que haga mal en Barcelona perjudica al toreo en su globalidad. Y al revés, cada gran tarde en la ciudad Condal es un triunfo del colectivo.
Pero los taurinos piensan en sus intereses particulares antes que molestarse en elucubrar sobre las consecuencias futuras de petardos de tal magnitud. Eso si: luego aseguran que algunos periodistas hacen mucho daño a la fiesta por las cosas que escriben. O sea, que lo que le hace daño no es matar a la gallina de los huevos de oro, sino contar que la han matado. Si lo dicen los taurinos…..
Hace cincuenta años, el taurino era aquel perfecto conocedor del mundo del toro que manejaba su parcela con la sabiduría que le era propia: la de una autentico profesional.
Hoy un taurino es cualquiera que anda por ahí alrededor. Cualquiera es apoderado, cualquiera es empresario, cualquiera es ganadero, cualquiera es veedor, malquiera es periodista y, me atrevería a decir que cualquiera es torero, teniendo en cuenta algunas de las últimas alternativas concedidas, o también comprobando cómo las de matadores que han fracasado con mas estrépito en la feria de Sevilla aparecen en un montón de carteles de lujo en otras plazas de primerísimo nivel.
Algunos casos en particular son sangrantes y dignos de tener en cuenta para los que tanto hablan de esa justicia que, por lo visto, imparte el toro. ¡Ay, si algunos de los toros de la feria de Sevilla hablaran!
Volviendo al tema, en su día llegué al pleno convencimiento de que estábamos ante una galopante crisis empresarial de la que se salvaban algunas excepciones, pero sería injusto echarle toda la culpa a los explotadores de plazas. La crisis es más global y afecta a los taurinos en general, muchos de ellos malísimos, con los que espanta hablar de toros y que estén en este mundo de puro y lamentable rebote. Como tirados de un paracaídas. Posiblemente, el fin de la separación de poderes de la fiesta ha dejado en peligro de extinción a la figura del apoderado, hombre que encarnaba fielmente al taurino de verdad.
Aparte de la ignorancia supina de muchos de sus elementos, opino que el problema de los taurinos actuales es su error de base. Para ellos no hay futuro, les preocupa el presente por encima de todo, y no se dan cuenta de que lo peor que le puede pasar a la fiesta es que el público salga sin ganas de volver.
Y exactamente eso sucedió en Sevilla casi todos los días que ya hemos comentado artículos anteriores, pero volvió a repetirse en Barcelona con el enfrentamiento de José Tomás y El Juli. Me lleve una enorme decepción al conocer que varios toros fueron impresentables, porque todo lo que haga mal en Barcelona perjudica al toreo en su globalidad. Y al revés, cada gran tarde en la ciudad Condal es un triunfo del colectivo.
Pero los taurinos piensan en sus intereses particulares antes que molestarse en elucubrar sobre las consecuencias futuras de petardos de tal magnitud. Eso si: luego aseguran que algunos periodistas hacen mucho daño a la fiesta por las cosas que escriben. O sea, que lo que le hace daño no es matar a la gallina de los huevos de oro, sino contar que la han matado. Si lo dicen los taurinos…..