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La conocí en una calle de Pamplona, cuando ella es la Eva, es hija de la Rosario y verás como baila flamenco… ya, decía yo, pero pensaba, siendo del norte…, porque madre e hija son de Pamplona. Pero la charla siguió como siguió el vinico, y siguió y siguió, tanto siguió que terminó en palmitas y rumbitas a palo seco. Breve, porque me tenía que ir a los toros, a ver mi primera corrida en San Fermín, pero revelador, tanto que la comprometí a una charla porque la curiosidad me mataba.
Fibra y arte le sentía, sí señor, y salió el compromiso de reengancharnos día por medio en lo que empezó con la manida pregunta, cómo así siendo del norte, y espeta: Ya, eso me pregunta todo Jerez… como diciéndome ‘eso me lo pregunta todo el mundo’, y ante mi desconcierto me cuenta que su padre era un lutier, de esos que hacen instrumentos de cuerda y en su caso, guitarras, razón mejor no encontró para ilustrar a una persona de ‘lugarcomún’ como yo el génesis de su pasión.
Desde siempre me gustaba el flamenco pero en mi familia nadie había flamenco, todos eran muy vascos, pero como mi padre hacía guitarras desde que yo tenía 8 años, y venían a casa los musicos a probarlas, eso me acercó mucho, y por eso la gente lo entiende pero en realidad me gusta de antes, la música le digo, noooo el flamenco me corrige.
Siendo del norte debió emigrar para estudiar y profundizar… viví en Madrid doce años, estudié mi carrera de danza y flamenco y estuve trabajando en cinco compañías de baile, -ha sido la única pamplonica que lo ha hecho- he vuelto hace cinco años, he puesto una escuela y me dedico a enseñar, me encanta que la gente entienda por qué hace las cosas, pero para aprender y prepararme tuve que ir a Madrid.
Aquí me da la clave de su vuelta a casa, enseñar lo aprendido, y me entero que lo hace de una manera especial, singular, con un enfoque abierto más para el alumno en su espíritu, de música en libertad, que es su técnica.
Entrar al baile por el cante
Eva González Lagartija’ es bailaora, estudió y trabajó su arte, lo forjó, forjó su esencia flamenca con técnica que aprendió y que ahora con su experiencia ha derivado en un sistema propio y me atrevería a decir que irreverente pero sugestivo, que llega mucho más y más rápido al alma del diletante, porque lo puede sentir, hacerlo suyo, inventarse –en sus palabras- desde su rítmo y compás, y expresarlo, con fluidez, con asento, el propio, con personalidad.
Y lo pude comprobar, el toque de su pareja ‘El Moro’ y su cante, el de los amigos, el de Eva, enseñando a dos señoras que en dos cantes o diez minutos de fiesta por rumbitas, bailaban y cantaban, ¡a compás!. Es que yo me preguntaba, por qué tengo que bailar lo que esta dice, por qué este maestro inventa una cosa y el otro inventa otra, si lo que yo quería era que me enseñaran a inventarme, no quería aprender unos pasos o una coreografía que no entendía, y me dí cuenta que, de los que más aprendía era de los cantaores, yo estaba en las compañías y mientras todas estaban haciéndose el moño yo siempre estaba escuchando el ensayo general de los cantaores que son los que realmente saben, marcando donde contestar, donde llamar, donde rematar, donde adornar, si sabes el cante básico luego le puedes sacar un olé al cantaor, tienes que entender lo básico del cante para poder bailar, cuando sube o cuando baja, cuando va a rematar, los tonos, eso es a lo que tu oído se va haciendo, al cante, puedes bailar mucho o bailar nada, y las dos tienen la misma facilidad para aprender el cante.
Lo compara con los toreros, porque el torero tiene que quedarse quieto –dice- para controlar, en el baile también, no hagas tanta hostia, quédate quieto, tienes que chanelar mucho el cante para bailar, el torero se queda quieto y controla todo, en el baile pasa igual y los toros tienen mucho que ver con el flamenco, asegura… guitarra, cante y baile, todo controlado y sin ensayar, es como debe ser. Santa palabra.
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Gira y remata Lagartija esta experiencia visual y sensorial, pero yo le pido el cierre, de fiesta si es posible, que ponga el flamenco en una palabra, amor, me dice, y sobre todo salvación, lo ha sido para mí y veo que también para mis alumnas, en su autoestima y el respeto de su espacio.
Una Lagartija que quiere volar y caer en Lima, a ver quien apuesta por sus métodos. Aseguro que lo disfrutarán.
Eva, la que da vida, la que vive, porque ella da vida en el norte a un arte que viene del sur. Y porque por encima de todo, lo vive.