domingo, 22 de septiembre de 2019

Tauropolis: La primera tauromaquia



En busca de una lectura dominical que me aleje de la caja boba, recuerdo lo visto por redes, aquel documental de Viard 'Tauromaquias Universales' (estreno Mont de Marsan 2015) y empiezo a desgajar esas palabras de los dos minutos iniciales, de más de una hora de documental, para meterme -vía buscador 're' conocido- en zonas, lugares, cuevas, historias, donde el re-descubrimiento de Viard, algo así como 'el Colón taurino'... ha dado a la historia de la tauromaquia.

Y es que ahí donde se creía, científicamente es cierto, que LA PRIMERA TAUROMAQUIA (arte y técnica de torear o lidiar toros), se situaba en Creta, la isla más grande de Grecia, 2 - 3 mil años AC, en el apogeo de su Cultura Minoica en la Edad de Bronce dentro de la cultura mediterránea, en la que el 'juego' o más bien rito sacrificial del hombre con el toro, por su carácter sagrado y símbolo de la fortaleza y de la fecundidad que trasmitía a los jóvenes que brincaban y saltaban los lomos de los bovinos o se agarraban a sus cuernos, sean bisontes o uros, se registraba en el llamado 'Ritual de la Tauro Kathapsia' (ejercicio en el que los gimnastas realizaban demostraciones de agilidad, a pie o a caballo con la mediación de un toro salvaje) representado en los murales del Palacio de Cnossos en Creta. Espacio y tiempo donde la mitología situó la leyenda del Minotauro (era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Su nombre significa "Toro de Minos", y era hijo de Pasífae y el Toro de Creta).

Ha sido el torero y taurino francés André Viard quien buscando y rebuscando en los anales prehistóricos 'la fuente' de la tauromaquia que demuestre lo conocido y sobre la que él había escrito en 'el mito del toro' (1996), que por ahondar se topó con la 'Trilogía Rupestre' de la Dordoña francesa en el Museo Nacional de la Prehistoria (Musée national de Préhistoire fundado en 1918 en la localidad de Les Eyzies-de-Tayac-Sireuil en Dordogne) al suroeste del país.

Grabados en piedra paleolítica que por 1968 George Charrière destacó en 'La revista de la historia de las religiones': "Sin que se pueda realizar aquí la historia y prehistoria de la Tauromaquia, la figuración del encuentro entre el hombre y el bovino es inquietante en la pintura de la cueva de Villars, donde el hombre hace frente a la bestia con un aspecto de matador, agitando posiblemente en la mano derecha algún señuelo que desviará la rabia del animal".

Hechos que sitúan, ante el re-descubrimiento de Viard, LA PRIMERA TAUROMAQUIA con 'El toro de Villars' y al 'primer torero' de la humanidad en las Cuevas de Villars (23 mil años AC) cuando un cazador Cro Magnon lo atacó de frente: Representación de un hombre que levanta los brazos con un arma o un señúelo en la mano derecha ante un bisonte o uro que ataca. Imagen similar a la que en uno de sus grabados recreó Picasso miles de años después, incluso antes de haberse dado a conocer.

Trilogía rupestre porque enlaza a Villars, con los hallazgos en Roc de Sers (4 mil años más tarde a 35 km de distancia) y que cierra la interpretación 'taurina' en la localidad de Lascaux (a 40 km de Villars y con dos mil años más tarde que la de Roc de Sers. El hilo de la narración taurina es que si en Villars el Cro Magnon enfrentaba al bisonte, uro o bestia, con los brazos en alto, en Roc, lo esquivaba antes de cazarlo como se aprecia en el dibujo de Lascaux con el añadido de que al hacerlo halla la muerte.

Trilogía de grabados en piedra que demuestran ser los antepasados de recortadores/saltadores/forcados (festejos populares) y del primer torero de la humanidad. Trilogía que según André Leroi-Gourhan, el 'pope' de la paleontología en la segunda mitad del siglo XX, constituyeron un mito que circuló por más de 6 mil años por la Dordoña francesa hasta su descubrimiento en el Siglo XX.

Y como dice Viard, desde que el hombre se propuso contar su historia, el toro ha formado parte de ella. A través de las culturas y civilizaciones mediterráneas como lo muestra en su documental que iremos desgajando. Con pausa, con tiento y fruición en estos post. Empezamos con el artículo que dio inicio a todo.


Cro-Magnon toreaba, por ANDRÉ VIARD
En 1996, escribí El Mito del Toro, donde mostraba cómo, desde las cuevas prehistóricas, existía una lógica que permitía entender por qué la tauromaquia únicamente se ha desarrollado en España (exportada después a América) y en Francia cuando se había practicado en el entorno del Mediterráneo durante milenios. Sin embargo, para demostrarlo había que encontrar la fuente de la Tauromaquia. Francia representa el paraíso de los paleontólogos, pero ninguno es aficionado y no le dieron su justa importancia a las tres obras que dan fe de la existencia de una Tauromaquia primigenia hace 22.000 años. Cuando las descubrí en los archivos del Museo Nacional de la Prehistoria fue una iluminación. Y cuando ví en persona a aquel hombre de Cro-Magnon desafiando al toro, me pudo la emoción. ¡Es la primera pintura que representa un hombre en acción! ¡Y es un torero! Para hacer creíble mi investigación, entrevisté a dos de los paleontólogos más famosos de Francia, y ellos me hablaron de trabajos realizados por el pope de la especialidad, quien hace medio siglo relacionó las tres obras que yo había emparentado. Creo que he dado con la piedra angular de mi trabajo. Todas las hipótesis toman cuerpo. Ahora quiero organizar un ciclo de conferencias por todas las universidades del mundo taurino, y hacer llegar mi obra a bibliotecas escolares y universitarias. No pretendo aficionar así a toda la sociedad, pero sí hacer entender a las nuevas generaciones que nuestra especie ha sobrevivido gracias al valor de aquellos toreros primigenios que alimentaban a todo el colectivo al que pertenecían. Sus contemporáneos pintaron sus hazañas en el lugar más secreto de sus cuevas: enfrentarse al toro tenía una dimensión religiosa y el torero de aquellos tiempos era objeto de devoción porque daba la vida al resto, a cambio de su posible muerte. Ahí nacen todos los mitos y todas las religiones. Me pregunto si haber dejado estas obras fundamentales en un ostracismo increíble no se explica por cierto temor a poner en tela de juicio la historia de las religiones tal como se enseñan hoy. No pretendo entrometerme pero, para concederle a la Tauromaquia una oportunidad de sobrevivir, tenemos la obligación de demostrar que sus raíces se hunden en los principios de la humanidad, y que como tal, constituye un patrimonio que debemos preservar a nivel mundial.