En cambio, hay un aspecto fundamental del espectáculo que sí ha hecho encender las alarmas: el bajo nivel de casta de la cabaña brava nacional. Al ruedo de Iñaquito han dejado de salir esos toros menudos y duros de patas, resistentes hasta la extenuación de sus lidiadores, que daba años atrás la gran altitud del páramo andino. Esta feria se han visto muchos, demasiados, animales de origen Domecq afligidos y rajados, vacíos de raza, de pezuñas blandas y quebradizas, que hacen pensar en un nuevo y urgente refrescamiento de sangre. Una nueva inversión, como la de finales de los años setenta, que ponga la materia prima al nivel que exige una afición tan fiel.
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