Pedro Abad-Schuster
Templar y mandar sabe Enrique Ponce, que acude a Guadalajara desde el coliseo romano de Nimes, donde ha cortado un rabo: una de las “colas” que su hijita le pide. Algunos se sorprenden de ese éxito. Lo sorprendente es que se sorprendan. Hay que saber lo que representa Enrique Ponce en la historia de la Tauromaquia.
Cuida Ponce con mimo al primero, sobrero de Santiago Domecq. Al tercer muletazo, ya está en el suelo. Lo templa con estética impecable pero la emoción es imposible con un marmolillo que se derrumba: hay que apuntillarlo. ¡Qué vergüenza de toro!
En el cuarto, otro sobrero de Santiago Domecq, se estira bien Ponce a la verónica, ganándole terreno. Lo brinda a Victoriano Valencia, que ha dejado la cama para ver a su yerno. En el mismo platillo, va dibujando muletazos sabios, suaves, estéticos, con la difícil facilidad de los privilegiados. Los naturales, arrastrando la muleta por la arena, son extraordinarios, igual que los circulares, lentísimos, los adornos... Faena completa, digna del brindis, de un maestro que disfruta y nos hace disfrutar, aunque pinche: oreja. Si mata a la primera, tenía las dos seguras, si no el rabo. No es fácil que haya toreado mejor en Nimes...Fuente: ABC-Andrés Amorós.
Video completo de la actuación del maestro Ponce premiada con dos orejas y rabo en el Coliseo Romano de Nimes: http://www.burladero.com/festejos/014178/nmes/ponce/castella/sanchez