Por Pedro Abad-Schuster
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Madrid, 20 de mayo de 2010. Casi lleno. Toros de Herederos de Baltasar Ibán, bien presentados. Mansos. Sin fondo ni raza, ni casta, faltos de chispa y transmisión, sin fiereza, fueron a menos.
Eugenio de Mora (con el mejor lote y dos estocadas soberbias): ovación, ovación. Serafín Marín: (cuatro muy buenos naturales al 2do de la tarde): ovación, silencio. Luis Bolívar: silencio, silencio.
La fiesta se defiende sola, pero para ello ha de haber toros de verdad, con casta, y toreros por delante. Por mucha bandera que se saque, si luego el espectáculo no interesa, nada se logra.
Es necesaria la presencia del toro de lidia y de diestros que alcancen a crear un arte singular, que se enfrenten éticamente a la dura lid derivada de la existencia de un animal agresivo y fiero, indómito aunque entregado a sus embestidas, en definitiva con lo que caracteriza a la raza de lidia de otras vacunas: la casta. Hubo poca casta, que abundaron las embestidas sin clase y con cabeceo, a veces con la cara alta o con alguna brusquedad, y que si hubiesen recibido otro trato de los de luces quizá hubiésemos visto otra corrida. Fue la que fue, y el ganado no se impuso a los diestros, salvo en el caso del tercero, que fue a más al ver que Bolívar no lo toreaba. Hubo un buen segundo, un sexto posible que se apagó pronto, y quizá si las distancias ofrecidas por los toreros hubieran sido otras –más generosas y amplias- los toros hubieran lucido de otra manera.
1°: se dejó aunque sin fondo ni raza; noble, embestía rebrincado y tardeó; pero tuvo cuatro embestidas emocionantes. No terminó de romper. Eugenio de Mora se empeñó en torear por fuera y encima, sin dejarlo respirar (sin perder un paso). Estuvo profesional y templado.
2°: el mejor, el único salvable; de nombre Arbolario de 551 kilos, castaño, guapo, estuvo a punto de cogerlo, y aunque manseó en varas, tuvo embestidas en la muleta. Nada pudimos apuntar hoy de capote a ninguno de los tres. Con la muleta, situado al hilo las más veces, hubo aseo, pero desigualdades constantes. Lo mismo le daba cierta distancia, que lo citaba más en corto; metía pico que planchaba más la muleta; aprovechaba su movilidad, que tiraba más del bicho. Importante por el pitón izquierdo cuando rompió a embestir en la muleta, con fondo y clase. Sólo 4 naturales muy de verdad. En definitiva que hubo más toro del que se nos mostró. Una estocada caída le facilitó saludar desde el tercio.
3°: A Bolívar le hemos visto bastante fuera –de posición y aptitud y quién sabe si voluntad- de la corrida. Su primero se llamó Saltillo, con 547 kilos –un torito muy justo de trapío para este coso-, negro mulato listón, chorreado en morcillo de capa, manso, de poca clase y algo brusco, que quizá se vino a más al final porque el colombiano no lo sometió. No puedo afirmar que aquello fuese casta, desde luego, pero acabaría creciéndose y regalando más largas y mejores embestidas en los finales. Retorcido el matador, con pico abundante y sin el temple necesario y oportuno, fue aguantando las brusquedades del animal en los comienzos, sus cabeceos y como iba acortando su recorrido por lances. Quédeme la duda. Un pinchazo por arriba y una entera, caída y delantera, lo dejaron para las mulas.
4°: se dejó aunque sin fondo ni raza; noble, se tragaba los muletazos por el derecho, se defendía con la cara arriba. Eugenio de Mora muy mecánico, infinidad de pases. Estocada arriba y sin puntilla.
5°: manso, deslucido, descastado, muy abierto de palas, flojo, perdía las manos, se vino pronto abajo. Marín lo intentó en vano.
6°: Clavillero se llamó el postrero, de 580 kilos, negro meano, un torazo –como el quinto-, algo bizco del zurdo, manso, bruscote a veces, que se fue claramente a menos, aunque tuvo su momento en el primer tercio. Empezó con unas embestidas francas y largas, rematadas varios metros por detrás del lance, y se durmió bajo el peto, donde no se le castigó mucho. Pero en la muleta se fue apagando, a pesar de unos comienzos prometedores, y lo mismo humilló que levantó la cara, cabeceó que siguió el trapo sin aspavientos, para terminar más violento y sin clase. Verdad es que el colombiano –a pesar de estar colocado- no terminó de meterlo en una muleta que presentaba lateralmente para embarcar con el pico y mandarlo para fuera. Muy poca cosa nos dejó el diestro americano con la muleta, y demasiada –y no buena- con la espada: tres pinchazos de diversa condición y una estocada casi entera, tendida y desprendida, oyendo un recado presidencial. (Fuente: cope)
Fotos: http://www.mundotoro.com/auxiliar/galerias2010/encantos200510/index.html http://www.mundotoro.com/auxiliar/galerias2010/madrid200510/index.html
Video: opinan los aficionados de la tarde: http://www.burladero.com/sanisidro/videos/011597/opinan/aficionados/san/isidro