APUNTE: Todo esto, aunque uno lo vea a la distancia, me trae infelices recuerdos de cuando sucedió casi lo mismo al diestro venezolano Curro Zambrano en la plaza de toros de Miraflores en Arequipa hace unos años. Por estar controlando el ingreso de público, yo no presencié lo que sucedía en el ruedo. Pero sí fui testigo presencial de la forma como un personaje local al cual llamabamos antes del incidente "Salvador" condujo a la escena a un amigo suyo, médico, que se encontraba en el Tendido, y literalmente salvó de ahogarse con su misma sangre el torero venezolano cuando era trasladado en la tolva de una pick-up, bajándole la lengua con la mano. ¿por qué? se preguntará usted.
Porque a pesar que habíamos contratado 2, sí 2, ambulancias para esa tarde, estuvieron y al dar inicio al festejo se hicieron humo. Parece que para atender otros eventos ya que todo esto se dio en la semana de celebraciones de la Ciudad Blanca en agosto. Dios quiso que ese no fuera el día de la partida de Zambrano, aunque todos temían lo peor al verlo caer inerte a la arena. Dios quiso que el hospital Goyeneche, el mejor de esa ciudad, estuviera a 5 minutos del coso; Dios quiso que al llegar y ser atendido de emergencia, estuviera de guardia un especialista en cuello y cabeza. Ingresé a la sala y vi el boquete en la garganta del torero desvestido y sangrante. Oí la explicación del doctor y de ello me queda sólo esta frase, que por lo demás, retumbó por mucho tiempo en mi cerebro: "el pitón rozó la yugular y gracias a Dios no la cortó".
Esperé largas horas de operación, sóla, viendo llegar aficionados consternados por lo que habían visto, por lo que habían vivido. Incluso algunos llorando, con sus hijos, me decían -lo he visto torear hace mucho tiempo, por eso traje a mi hijo, no se puede morir- eso mismo pedía yo, rogaba yo. Nunca fumé como ese noche, nunca oré como esa noche. Pedía que esa vida no se terminara.
Zambrano a la semana de esto, aunque aún en cuidados intensivos, hablaba y hasta ingería dieta blanda. Zambrano volvió a torear. Yo no quise jamás volver a estar en ese lugar, con la responsabilidad de una vida en mis manos, aunque sea indirectamente. Que Dios y un "Salvador" acompañen a Aparicio y que pueda restablecerse prontamente.
Porque a pesar que habíamos contratado 2, sí 2, ambulancias para esa tarde, estuvieron y al dar inicio al festejo se hicieron humo. Parece que para atender otros eventos ya que todo esto se dio en la semana de celebraciones de la Ciudad Blanca en agosto. Dios quiso que ese no fuera el día de la partida de Zambrano, aunque todos temían lo peor al verlo caer inerte a la arena. Dios quiso que el hospital Goyeneche, el mejor de esa ciudad, estuviera a 5 minutos del coso; Dios quiso que al llegar y ser atendido de emergencia, estuviera de guardia un especialista en cuello y cabeza. Ingresé a la sala y vi el boquete en la garganta del torero desvestido y sangrante. Oí la explicación del doctor y de ello me queda sólo esta frase, que por lo demás, retumbó por mucho tiempo en mi cerebro: "el pitón rozó la yugular y gracias a Dios no la cortó".
Esperé largas horas de operación, sóla, viendo llegar aficionados consternados por lo que habían visto, por lo que habían vivido. Incluso algunos llorando, con sus hijos, me decían -lo he visto torear hace mucho tiempo, por eso traje a mi hijo, no se puede morir- eso mismo pedía yo, rogaba yo. Nunca fumé como ese noche, nunca oré como esa noche. Pedía que esa vida no se terminara.
Zambrano a la semana de esto, aunque aún en cuidados intensivos, hablaba y hasta ingería dieta blanda. Zambrano volvió a torear. Yo no quise jamás volver a estar en ese lugar, con la responsabilidad de una vida en mis manos, aunque sea indirectamente. Que Dios y un "Salvador" acompañen a Aparicio y que pueda restablecerse prontamente.