Por Pedro Abad-Schuster
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Madrid, martes 25 de mayo 2005. Lleno completo en la Corrida de la Prensa. Julián López El Juli: silencio,silencio. Miguel Ángel Perera: silencio, pitos. Cayetano: silencio, silencio.
6 toros de distintas ganaderías, desiguales en presencia, fuerzas, juego y calidad. La falta de fuerzas de más de uno ha sido clamorosa, ante la pasividad de un palco temeroso –como mínimo- a echar para atrás al inválido de turno, no fuera a ser abroncado por el espada que tan conscientemente había escogido su torete. La borreguez de alguno, imagino que buscada a propósito, ha contrastado, sin embargo con la movilidad de algún otro que se ha ido crudo a los corrales.
El Juli. Ambas reses escogidas por el diestro de Velilla de San Antonio fueron mansas, inválidas y aborregadas, aunque al menos tenían presencia para este coso, cosa que no podrían afirmar sus compañeros de cartel. Julián , que venía de triunfar en varias plazas como Vistalegre, Valencia, Sevilla, Nimes, se ha conformado con intentar torear su primero de La Quinta inválido indecente y aborregado desde fuera siempre, con el pico y para afuera. Se dirá que intentó mantener aquello en pie, y que templó cuando acompañaba –que no mandaba- las embestidas de su primero. A la hora de colocarse en el sitio de verdad…, ni una sola vez. Pasarlo a media altura, en paralelo y sin forzarle no es demostrar poderío o inteligencia. Diez tandas ante el toro que se movía al paso y con la cara a media altura, por donde le enseñaba el trapo el espada, que andaba situado por las afueras. Y matando, otro tanto, desde fuera.
En el cuarto de Victoriano del Río, para El Juli, de nuevo pico, fuera y para afuera ante las caídas del toro, sin ligazón y sin toro alguno. Por cierto, después de no pegar ni un capotazo decente en toda la corrida, ni de recibo ni en cualquiera de los quites propios, salir a dar unas chicuelinas en el último, en el de Cayetano, como para hacer el quite del perdón, no se justificaba. Se sale a dar verónicas profundas y toreras, o se queda uno con la capa… como el resto de la tarde.
Perera. Estuvo mal que le tocara el segundo de la tarde inválido de Núñez del Cuvillo que el mismo torero había escogido, bicho sin remate por detrás, soso y descastado. Ese Núñez , entre caídas y descaste, algo descompuesto al principio y entrando a brinquitos por incapacidad manifiesta, es verdad que dejó hacer pocas cosas en limpio, claro o profundo. Bien es verdad, que siempre puede uno colocarse en su sitio -¿para qué, se preguntará?-, citar con la muleta planchada -¿para qué, si existe el pico para mandarlo para allá?-, o cargar la suerte de entrada -¿por qué, si echando la pata atrás, pasa el toro más fácilmente, y así ligo en ese toreo tramposo que aplauden los incondicionales?-. Cambió cuatro veces de terrenos, buena prueba que no sabía qué hacer, ni dónde hacerlo. Más de medio estoque, caído y entrando desde fuera, y gritos de “¡Toros, toros…!”
Salió en quinta posición para Perera, un refuerzo de última hora de El Ventorrillo, un toro escaso de culata -¡qué casualidad!-, pero embestidor. Un toro que entraba con alegría y repetición a la muleta –porque de capote no vimos absolutamente nada, pero nada de nada, ni aun un mísero quite chicuelinero-, que se toreaba solito. Perera -colocado como siempre- lo despedía hacia fuera. Nula disposición sincera de Perera en un toro de enormes posibilidades. Paradigma de la tríada maldita: “desde fuera, pico y para fuera”, la faena fue una sin razón, hasta el punto de que le gritaron “pesado”, desde diferentes tendidos, a la sexta tanda, visto lo visto. El toro se daría una voltereta, pero lejos de apagarse, siguió yendo ante la insistencia de un Perera que buscaba el arrimón final ante un hipotético inválido de aquellos, que no encontró en el del Ventorrillo. Pitos al torero.
Cayetano. El tercero de la tarde fue de Domingo Hernández, ganadería que no tiene adquirida antigüedad en Madrid. Luego dicen de las tradiciones y de la cultura. Aquí se monta esto, y punto. A Cayetano, nulidad capotera esta tarde, se le fue el del hierro salmantino tras unos estatuarios a pies juntos. Lo único de verdadero valor que ofreció. Al final el toro, cansado de muletazos por los cerros de Úbeda, se desentendió de la faena, como hizo también Cayetano para no quedar fuera de lugar.
El último para Cayetano de Toros de Cortés, segundo hierro de don Victoriano; mal presentado, con pelo de invierno y una cabeza para lidiarlo por los pueblos, con un cuerno –el izquierdo- para abajo y abrochando antes de levantar la punta veleta. Pero, aunque cojo desde el principio, al menos quiso embestir, y algo, entre caídas, le vimos. Repitió y se merendó al torero de salida, así que no le quedaron sino los restos para el último tercio. Entre toro y torero cupo un autobús de orientales, pero no a lo ancho, sino a lo largo.¡Otro bicho injustificablemente desaprovechado! El vergonzoso espectáculo degeneró en un pinchazo casi a la huida y una entera caída, yéndose el bicho a doblar a tablas, camino de chiqueros. Fuente: cope
Fotos: http://www.burladero.com/sanisidro/fotogalerias/011719/18/avance/fotografico/prensa#g