Inicia la Temporada Grande en la Plaza México
El maestro Manolo Arruza, que este domingo se despedirá para siempre de la profesión en la Plaza México, envió una sentida carta que a continuación le presentamos íntegra.E l hijo del “Ciclón Mexicano” alternará en la inauguración de la Temporada Grande con Enrique Ponce y Fermín Spínola, para lidiar un encierro de San José. Se cierra un ciclo y con él, si Dios reparte suerte, el indulto de un torero…
Han sido 37 años como matador de toros los que me orillan a escribir estas notas de agradecimiento y a su vez, de reconocimiento por todo lo que he recibido y me han brindado.
Mi agradecimiento profundo y especial para todos y cada uno de los empresarios que en sus diferentes etapas creyeron en un servidor. Agradecimiento a ellos por haberme permitido pisar con mis zapatillas sus arenas y verme envuelto en la magia que se palpa en sus plazas de toros con su ambiente único y especial. Plazas de Toros que para un torero son templos que no se profanan. Mi agradecimiento profundo porque me permitieron hacer de su gente, mi gente. Una familia que me aguardó cada tarde de toros con los mejores deseos de que mi actuación se resumiera en un éxito. Quizá la gente más humilde y a la que pocas veces le echamos cuenta. Monosabios, vendedores, taquilleros, torileros, acomodadores y demás personal, pero quienes sé y bien que lo sabemos los toreros, son ellos, los dignos personajes anónimos de nuestras propias historias, los primeros y los últimos rostros que se quedan grabados en nuestra memoria una vez que nos encontramos en el patio de cuadrillas dispuestos a enfrentar el compromiso que por vocación hemos elegido y mismo que tiene dos caras: la del triunfo y la gloria o la del fracaso y la muerte.
Mi agradecimiento a la prensa, a aquella que en un momento me encumbró, me reconoció y me apoyó, así como aquella a la que como a un toro me obligó a crecerme ante el castigo y sacar la casta. Arte literario, que en su mayoría, debe reconocérsele por la crítica certera de su contenido. Agradecimiento especial a todos y a cada uno de los periodistas, críticos, historiadores, cronistas y comentaristas taurinos cuyos trabajos en general, forman parte del legado de nuestra fiesta… Arte honrado siempre y cuando se predique con una máxima del maestro Lic. Don Carlos Septién y que algún día dijera de manera personal a mi señor padre, el maestro Carlos Arruza: “El periodismo es la catedral del buen decir y del bien saber. Imperdonable decir o escribir con ignorancia”.
Agradecimiento especial para ellos que se acompañan de otros grandes artistas que tienen el talento del “buen lente”, de los amigos fotógrafos y camarógrafos, que con su trabajo artístico dan vida y ayudan a vestir las notas y el material fílmico en donde se queda plasmado el sentimiento del periodista. Son ellos quienes nos legan de manera visual, literaria y de narrativa, lo que fue la crónica completa de una tarde de toros… Cronistas y comentaristas cuya voz y palabra son parte importante de la fiesta. Amigos que en ocasiones nos permiten expresar verbalmente nuestro sentir para ya no solo dejarlo plasmado por instantes en el ruedo bajo el mando de una muleta con el arte silente que en ocasiones provoca el olé en los tendidos.
Mi agradecimiento a escultores y pintores que en su momento me dedicaron sus obras y encontraron en mi expresión artística un motivo para inspirarse. Hombres y mujeres cuya sensibilidad se plasma y se admira en sus creaciones humanas y envolventes.
Agradecimiento a mis compañeros de ruedo, de aquellos a los que me une una gran amistad y a los que me une un gran cariño y respeto. Compañeros con quienes tuve que disputarme las palmas y también quienes tuvieron que echarme un capotazo certero y oportuno. Compañeros también lo son los artistas que componen las cuadrillas. Banderilleros, picadores, mozos de espadas y ayudas quienes no solo nos apoyan a los toreros durante nuestra actuación y que al igual que uno, ellos también nacieron con una vocación resuelta y definida. Es digno el reconocimiento que merecidamente tienen, pues ellos con su trabajo honesto, son parte también de nuestros éxitos. Compañeros todos con sentir propio y edades diversas que corresponden a cuatro décadas y más. Maestros, matadores de toros, novilleros, sobresalientes, cuadrillas… Cada uno con su jerarquía y con su honradez en el ruedo.
Mi agradecimiento a los autores de los pasodobles y a las bandas que los interpretan, alegrando con la música los tendidos y que acompañan la lidia del artista. Música que se traduce mágica cuando el toro y el torero se comunican armoniosamente sin palabras y juntos plasman pinceladas teniendo como fondo musical el bellísimo pasodoble que tan español es y que Agustín Lara mexicanizó magistralmente… Algunos pasodobles gustaron, pero pocos se inmortalizaron… “Tarde imponente de toros, El sol brillaba en la arena… Hay emoción en la plaza, Carlos Arruza torea”
Mi Agradecimiento a los ganaderos por haberme permitido lidiar cada uno de sus toros que me ayudaron a expresar al artista que soy y el sentimiento que llevo dentro.
Agradecimiento a los toros, a los de negro, a los mandones, amos y señores del ruedo que galopan armoniosamente sobre la arena, porque de ellos aprendí. A los reyes de la plaza que más que enemigos como erróneamente se les llama, para un servidor, cada toro se convirtió en el mejor maestro que pudo tener. En el rival que me enseñó a entenderlo y a comprenderlo si es que deseaba logar conquistarlo bajo una buena lidia… Sin rival no hay conquistador, y sin toro, no hay torero.
Agradecimiento en especial a mis peñas, a estos divinos grupos de partidarios que me honran con su cariño y demostraciones de afecto y cuya grandeza se encierra en la lealtad a su torero… Mi agradecimiento a todos ellos que desde hace 37 años me abrieron los brazos y me brindaron sus palmas sin que éstas dejaran de cesar ni aun en las malas tardes cuando la suerte me dio la espalda y no se rayó en el éxito… Amigos leales que saben que el artista es humano, porque el arte también lo es. Amigos que se desbordaron en triunfo cuando hubo una tarde de gloria, y en absoluto y total apoyo cuando se experimentó el desolador fracaso.
Mi profundo agradecimiento a quienes fungieron como mis apoderados: al maestro y primer figura mundial de los ruedos Manolo Vázquez, a Nacho Matilla, a Raúl García, y a Antonio Casillas, pero muy en especial y con todo el cariño y el respeto que solo puede nacer de un hijo para quien fue mi segundo padre, para Don Andrés Gago cuyo fallecimiento me dolió profundamente al sentir que perdía inexplicablemente a mi padre por segunda vez… Quizá lo único valioso que me ha quitado la vida que aparentemente para muchos, todo me lo ha dado.
Con los sentimientos a flor de piel, me permito regresar al principio de esta nota en la que interminables resultarían todos los agradecimientos que un servidor debe ofrecer… Serán las palmas, el aplauso, el único trofeo que me llevaré al morir y el pasodoble más armonioso que haya yo escuchado. Regresaré posiblemente al rincón de los silencios con mis recuerdos aunque acompañado de mis nuevos proyectos. Probablemente viviré en el olvido de los aficionados de los que difícilmente yo podré desprenderme, aunque sé que si Dios reparte suerte, regresaré con la grandeza con la que regresa el toro noble y bravo al corral, como si la vida y el público me concedieran el indulto; el indulto a un torero criollo mexicano que lleva en sus venas únicamente la sangre de España y en el alma, una Guadalupana y su bandera mexicana tricolor. El indulto de Manolo Arruza al que tiene por catedral Las Ventas de Madrid y por un santuario la Maestranza de Sevilla. El indulto a una Dinastía mexicana con raíces de Santander a la que adoptó como hija legitima Barcelona, Valencia y Torreblanca. El indulto concedido a Manolo Arruza quien gozó y se vio privilegiado al convertirse en un mandón del toreo en Guadalajara, su plaza.
Han sido 37 años como matador de toros profesional y un capítulo que está próximo por cerrar. Un capítulo importante de mi vida que encuentra simbólicamente como parte de una jubilación, la que será mi última actuación en los ruedos de América, en la máxima plaza de toros de mi patria, en la plaza latina más torera. En la plaza más grande del mundo: En la Plaza México.
No existe agradecimiento mayor que no sea otro más que el que le debo a Dios. El agradecimiento infinito por haberme acompañado incondicionalmente en cada tarde. El agradecimiento por ser mi compañero fiel y el único que en el silencio siempre me puso contra la pared cuando tuve que enfrentarme al hecho de autocriticarme honradamente. Es a él a quien le dedico cada tarde de toros cuando en mi cuerpo se posa la seda y el oro y a quien le brindo mi actuación en el más profundo de los silencios. Mi compañero y amigo que me permite sentir a mi padre en el ruedo como cuando yo era un niño y figurarme inocentemente que jamás de mi lado se ha ido…
La vida me ha hecho comprender que todo llega en su justo momento, tal como ocurrió cuando tuve el privilegio de indultar al toro de San Mateo llamado “Buen Amigo”, animalito por demás noble y bravo que regresó con su grandeza al corral y de la única manera en como se debe regresar cuando en el ruedo se ha cumplido dignamente… Es así como un servidor desea regresar a su apartado una vez cumplido con su compromiso y haya sabido ganarse el indulto que solo lo concede el público, los compañeros, los taurinos, los aficionados, las plazas... Deseo regresar a mi apartado como un toro noble y bravo que lleva en su piel el hierro de Arruza y como un torero que supo ser un buen compañero y un “buen amigo”.
Manolo Arruza
Fuente: diario Ovaciones. Por Pedro Abad-Schuster
Han sido 37 años como matador de toros los que me orillan a escribir estas notas de agradecimiento y a su vez, de reconocimiento por todo lo que he recibido y me han brindado.
Mi agradecimiento profundo y especial para todos y cada uno de los empresarios que en sus diferentes etapas creyeron en un servidor. Agradecimiento a ellos por haberme permitido pisar con mis zapatillas sus arenas y verme envuelto en la magia que se palpa en sus plazas de toros con su ambiente único y especial. Plazas de Toros que para un torero son templos que no se profanan. Mi agradecimiento profundo porque me permitieron hacer de su gente, mi gente. Una familia que me aguardó cada tarde de toros con los mejores deseos de que mi actuación se resumiera en un éxito. Quizá la gente más humilde y a la que pocas veces le echamos cuenta. Monosabios, vendedores, taquilleros, torileros, acomodadores y demás personal, pero quienes sé y bien que lo sabemos los toreros, son ellos, los dignos personajes anónimos de nuestras propias historias, los primeros y los últimos rostros que se quedan grabados en nuestra memoria una vez que nos encontramos en el patio de cuadrillas dispuestos a enfrentar el compromiso que por vocación hemos elegido y mismo que tiene dos caras: la del triunfo y la gloria o la del fracaso y la muerte.
Mi agradecimiento a la prensa, a aquella que en un momento me encumbró, me reconoció y me apoyó, así como aquella a la que como a un toro me obligó a crecerme ante el castigo y sacar la casta. Arte literario, que en su mayoría, debe reconocérsele por la crítica certera de su contenido. Agradecimiento especial a todos y a cada uno de los periodistas, críticos, historiadores, cronistas y comentaristas taurinos cuyos trabajos en general, forman parte del legado de nuestra fiesta… Arte honrado siempre y cuando se predique con una máxima del maestro Lic. Don Carlos Septién y que algún día dijera de manera personal a mi señor padre, el maestro Carlos Arruza: “El periodismo es la catedral del buen decir y del bien saber. Imperdonable decir o escribir con ignorancia”.
Agradecimiento especial para ellos que se acompañan de otros grandes artistas que tienen el talento del “buen lente”, de los amigos fotógrafos y camarógrafos, que con su trabajo artístico dan vida y ayudan a vestir las notas y el material fílmico en donde se queda plasmado el sentimiento del periodista. Son ellos quienes nos legan de manera visual, literaria y de narrativa, lo que fue la crónica completa de una tarde de toros… Cronistas y comentaristas cuya voz y palabra son parte importante de la fiesta. Amigos que en ocasiones nos permiten expresar verbalmente nuestro sentir para ya no solo dejarlo plasmado por instantes en el ruedo bajo el mando de una muleta con el arte silente que en ocasiones provoca el olé en los tendidos.
Mi agradecimiento a escultores y pintores que en su momento me dedicaron sus obras y encontraron en mi expresión artística un motivo para inspirarse. Hombres y mujeres cuya sensibilidad se plasma y se admira en sus creaciones humanas y envolventes.
Agradecimiento a mis compañeros de ruedo, de aquellos a los que me une una gran amistad y a los que me une un gran cariño y respeto. Compañeros con quienes tuve que disputarme las palmas y también quienes tuvieron que echarme un capotazo certero y oportuno. Compañeros también lo son los artistas que componen las cuadrillas. Banderilleros, picadores, mozos de espadas y ayudas quienes no solo nos apoyan a los toreros durante nuestra actuación y que al igual que uno, ellos también nacieron con una vocación resuelta y definida. Es digno el reconocimiento que merecidamente tienen, pues ellos con su trabajo honesto, son parte también de nuestros éxitos. Compañeros todos con sentir propio y edades diversas que corresponden a cuatro décadas y más. Maestros, matadores de toros, novilleros, sobresalientes, cuadrillas… Cada uno con su jerarquía y con su honradez en el ruedo.
Mi agradecimiento a los autores de los pasodobles y a las bandas que los interpretan, alegrando con la música los tendidos y que acompañan la lidia del artista. Música que se traduce mágica cuando el toro y el torero se comunican armoniosamente sin palabras y juntos plasman pinceladas teniendo como fondo musical el bellísimo pasodoble que tan español es y que Agustín Lara mexicanizó magistralmente… Algunos pasodobles gustaron, pero pocos se inmortalizaron… “Tarde imponente de toros, El sol brillaba en la arena… Hay emoción en la plaza, Carlos Arruza torea”
Mi Agradecimiento a los ganaderos por haberme permitido lidiar cada uno de sus toros que me ayudaron a expresar al artista que soy y el sentimiento que llevo dentro.
Agradecimiento a los toros, a los de negro, a los mandones, amos y señores del ruedo que galopan armoniosamente sobre la arena, porque de ellos aprendí. A los reyes de la plaza que más que enemigos como erróneamente se les llama, para un servidor, cada toro se convirtió en el mejor maestro que pudo tener. En el rival que me enseñó a entenderlo y a comprenderlo si es que deseaba logar conquistarlo bajo una buena lidia… Sin rival no hay conquistador, y sin toro, no hay torero.
Agradecimiento en especial a mis peñas, a estos divinos grupos de partidarios que me honran con su cariño y demostraciones de afecto y cuya grandeza se encierra en la lealtad a su torero… Mi agradecimiento a todos ellos que desde hace 37 años me abrieron los brazos y me brindaron sus palmas sin que éstas dejaran de cesar ni aun en las malas tardes cuando la suerte me dio la espalda y no se rayó en el éxito… Amigos leales que saben que el artista es humano, porque el arte también lo es. Amigos que se desbordaron en triunfo cuando hubo una tarde de gloria, y en absoluto y total apoyo cuando se experimentó el desolador fracaso.
Mi profundo agradecimiento a quienes fungieron como mis apoderados: al maestro y primer figura mundial de los ruedos Manolo Vázquez, a Nacho Matilla, a Raúl García, y a Antonio Casillas, pero muy en especial y con todo el cariño y el respeto que solo puede nacer de un hijo para quien fue mi segundo padre, para Don Andrés Gago cuyo fallecimiento me dolió profundamente al sentir que perdía inexplicablemente a mi padre por segunda vez… Quizá lo único valioso que me ha quitado la vida que aparentemente para muchos, todo me lo ha dado.
Con los sentimientos a flor de piel, me permito regresar al principio de esta nota en la que interminables resultarían todos los agradecimientos que un servidor debe ofrecer… Serán las palmas, el aplauso, el único trofeo que me llevaré al morir y el pasodoble más armonioso que haya yo escuchado. Regresaré posiblemente al rincón de los silencios con mis recuerdos aunque acompañado de mis nuevos proyectos. Probablemente viviré en el olvido de los aficionados de los que difícilmente yo podré desprenderme, aunque sé que si Dios reparte suerte, regresaré con la grandeza con la que regresa el toro noble y bravo al corral, como si la vida y el público me concedieran el indulto; el indulto a un torero criollo mexicano que lleva en sus venas únicamente la sangre de España y en el alma, una Guadalupana y su bandera mexicana tricolor. El indulto de Manolo Arruza al que tiene por catedral Las Ventas de Madrid y por un santuario la Maestranza de Sevilla. El indulto a una Dinastía mexicana con raíces de Santander a la que adoptó como hija legitima Barcelona, Valencia y Torreblanca. El indulto concedido a Manolo Arruza quien gozó y se vio privilegiado al convertirse en un mandón del toreo en Guadalajara, su plaza.
Han sido 37 años como matador de toros profesional y un capítulo que está próximo por cerrar. Un capítulo importante de mi vida que encuentra simbólicamente como parte de una jubilación, la que será mi última actuación en los ruedos de América, en la máxima plaza de toros de mi patria, en la plaza latina más torera. En la plaza más grande del mundo: En la Plaza México.
No existe agradecimiento mayor que no sea otro más que el que le debo a Dios. El agradecimiento infinito por haberme acompañado incondicionalmente en cada tarde. El agradecimiento por ser mi compañero fiel y el único que en el silencio siempre me puso contra la pared cuando tuve que enfrentarme al hecho de autocriticarme honradamente. Es a él a quien le dedico cada tarde de toros cuando en mi cuerpo se posa la seda y el oro y a quien le brindo mi actuación en el más profundo de los silencios. Mi compañero y amigo que me permite sentir a mi padre en el ruedo como cuando yo era un niño y figurarme inocentemente que jamás de mi lado se ha ido…
La vida me ha hecho comprender que todo llega en su justo momento, tal como ocurrió cuando tuve el privilegio de indultar al toro de San Mateo llamado “Buen Amigo”, animalito por demás noble y bravo que regresó con su grandeza al corral y de la única manera en como se debe regresar cuando en el ruedo se ha cumplido dignamente… Es así como un servidor desea regresar a su apartado una vez cumplido con su compromiso y haya sabido ganarse el indulto que solo lo concede el público, los compañeros, los taurinos, los aficionados, las plazas... Deseo regresar a mi apartado como un toro noble y bravo que lleva en su piel el hierro de Arruza y como un torero que supo ser un buen compañero y un “buen amigo”.
Manolo Arruza
Fuente: diario Ovaciones. Por Pedro Abad-Schuster