Illescas (Toledo), domingo 6 de septiembre de 2009. Media plaza. 6 toros de Victorino Martín, un saldo de presencia, mansos y desiguales de comportamiento. Sosos primero y quinto, complicados segundo y cuarto, peligroso el sexto y noble el tercero. César Jiménez, silencio y bronca. Luis Bolívar, pitos y oreja. David Mora, dos orejas y oreja.
COPE: Cuando no fue por una cabeza paupérrima, con cuernecillos como plátanos pochos –alguno se desfloró con el peto-, era porque ni de cuajo ni de carnes tenía lo que debería exigirse en la plaza más rural de talanqueras y carromatos adosados. Apenas ha habido un par de ellos, mire usted por dónde, los que embistieron –el tercero y quinto-, que tuvieron unas hechuras dignas, pasables, es decir trapío, aunque no descollasen por su excesiva romana -490 y 510 kilos, respectivamente-. Pero fueron unos toritos bien hechos, armónicos, con su cabecita no exagerada, pero con remate en tres dimensiones... César Jiménez fue abroncado en el cuarto y oyó unos pitos que se convirtieron en silencio al arrastrar el primero... A Bolívar le regalaron un primero manso y complicado. El toro salió con mal talante, cogiendo al colombiano en el segundo capotazo y rompiéndole la taleguilla por el muslo derecho. Lo que parecía una cornada y la paliza correspondiente, se quedó, al parecer, sólo en lo segundo. En la muleta el bicho se giraba sobre las manos, mirándole con malas pulgas, y el diestro decidió pasarlo sin apreturas, intentando alargarle el viaje a media altura, sin forzarle ni someterlo. En el quinto, hizo una faena más bien insulsa, oreja casi inverosímil... El que mejor estuvo fue David Mora, frente al boyante tercero o el complicado y peligroso sexto. El primero, lo recibió bien por verónicas, especialmente buenas las del pitón zurdo, y en la muleta, después de un par de series con la derecha -mejor y más obligada la segunda- y un tanteo por bajo casi genuflexo, Mora lo cogió con la mano zurda. Y llegaron dos series interesantes, muy buena la primera, colocado y aguantando las entradas del bicho a cámara lenta, llevándolo en redondo, con suavidad; como en algunos muletazos de la segunda o la que le daría por el mismo pitón tras recoger la espada. El toro iba cada vez que se colocaba en su sitio, de ahí que la faena se armase sobre una buena colocación del espada. Con la tizona, tras un pinchazo hondo arriba, le dejó otra entera arriba, buena de ejecución aunque con desarme y cayeron una y dos orejas. El sexto, con una cabeza miserable, manso y peligroso. El toro comenzaría bruscote en el percal, siguió dando falsas impresiones en el caballo –acabó en paralelo y saliendo suelto- y llegó con las de Caín –malos en la Biblia hay un montón para escoger- a la muleta, quedándose a medio pase, sin terminar ni uno solo, cabeceando, descompuesto y culebreando en sus entradas. Mora estuvo voluntarioso pero sin conseguir sacar nada en claro, aunque aguantó con firmeza las brusquedades del bichejo. Una estocada entera pero caída y un premio en forma de oreja –conseguida en buena medida por el puntillero, que estuvo ahondando el cachete hasta el lóbulo izquierdo del hígado y porque las mulillas vendrían desde Segovia-, puso fin a una corrida que en muy poco se pareció a la del pasado año. Veleidades del tiempo transcurrido.
COPE: Cuando no fue por una cabeza paupérrima, con cuernecillos como plátanos pochos –alguno se desfloró con el peto-, era porque ni de cuajo ni de carnes tenía lo que debería exigirse en la plaza más rural de talanqueras y carromatos adosados. Apenas ha habido un par de ellos, mire usted por dónde, los que embistieron –el tercero y quinto-, que tuvieron unas hechuras dignas, pasables, es decir trapío, aunque no descollasen por su excesiva romana -490 y 510 kilos, respectivamente-. Pero fueron unos toritos bien hechos, armónicos, con su cabecita no exagerada, pero con remate en tres dimensiones... César Jiménez fue abroncado en el cuarto y oyó unos pitos que se convirtieron en silencio al arrastrar el primero... A Bolívar le regalaron un primero manso y complicado. El toro salió con mal talante, cogiendo al colombiano en el segundo capotazo y rompiéndole la taleguilla por el muslo derecho. Lo que parecía una cornada y la paliza correspondiente, se quedó, al parecer, sólo en lo segundo. En la muleta el bicho se giraba sobre las manos, mirándole con malas pulgas, y el diestro decidió pasarlo sin apreturas, intentando alargarle el viaje a media altura, sin forzarle ni someterlo. En el quinto, hizo una faena más bien insulsa, oreja casi inverosímil... El que mejor estuvo fue David Mora, frente al boyante tercero o el complicado y peligroso sexto. El primero, lo recibió bien por verónicas, especialmente buenas las del pitón zurdo, y en la muleta, después de un par de series con la derecha -mejor y más obligada la segunda- y un tanteo por bajo casi genuflexo, Mora lo cogió con la mano zurda. Y llegaron dos series interesantes, muy buena la primera, colocado y aguantando las entradas del bicho a cámara lenta, llevándolo en redondo, con suavidad; como en algunos muletazos de la segunda o la que le daría por el mismo pitón tras recoger la espada. El toro iba cada vez que se colocaba en su sitio, de ahí que la faena se armase sobre una buena colocación del espada. Con la tizona, tras un pinchazo hondo arriba, le dejó otra entera arriba, buena de ejecución aunque con desarme y cayeron una y dos orejas. El sexto, con una cabeza miserable, manso y peligroso. El toro comenzaría bruscote en el percal, siguió dando falsas impresiones en el caballo –acabó en paralelo y saliendo suelto- y llegó con las de Caín –malos en la Biblia hay un montón para escoger- a la muleta, quedándose a medio pase, sin terminar ni uno solo, cabeceando, descompuesto y culebreando en sus entradas. Mora estuvo voluntarioso pero sin conseguir sacar nada en claro, aunque aguantó con firmeza las brusquedades del bichejo. Una estocada entera pero caída y un premio en forma de oreja –conseguida en buena medida por el puntillero, que estuvo ahondando el cachete hasta el lóbulo izquierdo del hígado y porque las mulillas vendrían desde Segovia-, puso fin a una corrida que en muy poco se pareció a la del pasado año. Veleidades del tiempo transcurrido.