Pasó lo que tenía que pasar y lo que estaba previsto en el guión. En el manicomio de Las Ventas, y algunos no están tan locos, muy buena actuación, extraordinaria, de José Tomás interpretando su corrida con dos comparsas al lado, muy buena y agradable la corrida de Victoriano, no confundir con Victorino, muy buena la enloquecida actuación del público y muy buena la actuación del presidente de la Plaza del Infantado tambien enloquecido sin ver las estocadas, y que casualmente le ha "ha tocado" presidir la próxima del día 15.
La exageración por antonomasía por todos disfrutada empezando por el Consejo Taurino que forzó la contratación del torero triunfador. ¿Quién se va a interesar ahora por el presupuesto y balance económico del festejo? Sería tratado de temerario. ¿Quién se atreve a analizar objetivamente la actuación del torero de Galapagar?.
Hay que felicitar a S.M. El Rey por prestigiar la corrida, la Plaza y la Fiesta con su presencia en una barrera acompañado de la Infanta Elena. Habrá también quien se felicite y alegre por el desprecio manifiesto, también histórico, al no brindarle ningún toro el "mítico" torero cuyo gesto grosero fue precedido por otra grosería al no invitar a sus compañeros de cartel a compartir los aplausos que el público de la "secta tomasista" le dedicaron en el tercio al romperse el paseíllo. Al fín y al cabo su papel en el guión era de meros comparsas. Cosas que no tienen la mayor importancia si lo hace quien lo ha hecho.
A José Miguel Arroyo Joselito se le ocurrió, en su día, no brindar un toro Doña María, la madre del Rey, en Las Ventas y !madre mía! la que le liaron algunos medios. El favoritismo se impone en Las Ventas y la discriminación la permite el público. Así que El Cid, Perera y Talavante comprobarán hoy la diferencia de toro y de trato. En este proceloso mar de histeria colectiva y mediática siempre hay alguien que destaca por objetividad y serenidad como muestran las interesantes, claras y meridianas crónicas de Barquerito y José Antonio del Moral.