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No hay más que recordar. Galdós camina parsiomoniosamente a tablas con la montera en mano y brinda el último novillo del mano a mano 2014 en Acho a su rival esa tarde, Andrés Roca Rey. Cierto que la historia registra ese primer round a favor de Joaquín que salió a hombros. Cierto que la vida les ofrecerá otras tardes como esa. Cierto también que la cosa no queda ahí. Se lo dijeron.
Rivalidad. Que no es más que disputar, que pelear cada peldaño, cada puesto, cómo era antaño, cuando cada paso en el toreo se jugaba a vida o muerte. Competir por un mismo fin y superarlo.
En tiempos dorados del toreo existió rivalidad entre figuras y sus partidarios. Rivalidad que en algunos casos llegó a las manos. La bofetada de Rovira a Domingúin, Acho 1949, por fastidiarle un quite; Aranjuez, 1965, Paco Camino y El Cordobés también llegaron a las manos por un quite; Valencia, 1985, El Soro y Manzanares, a bofetadas en un bis a bis. Sin embargo, José Gómez


Y aunque eintenten disimularlo, en la arena no pueden soterrarlo. De seguro que en sus cabezas existe el deseo contenido de ir más allá que el otro. Eso es bueno. Ellos crecerán como toreros, y el Perú, tendrá dos ídolos, si la prensa generalista acompaña, que podrán de moda los toros llevando partidarios a las plazas.

Por lo pronto, España no es ajena a esa rivalidad. Un portal español etiquetó el previo a Sevilla: “Duelo en Sevilla, un mano a mano de 72 horas”. Porque rivalizarán en fechas cercanas y porque se vieron con 7 días de diferencia en Madrid y, aún cuando Andrés llevó ventaja con su puerta grande y la revalidación al mes por actitud y capacidad aunque sin trofeos, Joaquín hizo lo suyo y dejó tremendo ambiente con ese quite por apretadas chicuelinas que tuvieron sabor, entrega, actitud y ganas de decir ¡este soy yo! sin aire por medio entre el toro –no un novillo - y él.
Perú ya tiene a ‘josé y juan’ redivivos. Empresa y aficionados tenemos que estar a esa altura.