Los últimos días que pasaron tuvimos la oportunidad de vivir más de 7 días de toros, entre tientas, tertulias y corridas. Desde Chiclayo a Bambamarca fueron intensas las jornadas taurinas dirigidas por el maestro José Antonio Campuzano y por el ganadero Roberto Puga. Oportunidades como esta son difícilmente ofrecidas a los aficionados por eso es todo un privilegio haberlo podido compartir.
Este tiempo nos ha permitido ver una radiografía de la ganadería lambayecana (en el hierro de Roberto Puga y el de Montegrande), tanto en vacas como en toros. Acaso medio centenar de reses bravas que nos han mostrado el bueno momento que esta casa atraviesa.
Los toros, porque embistieron con calidad y bravura en las corridas. Las vacas, porque con calidad, raza, bravura y sobretodo nobleza, nos hicieron cortas las extensas jornadas en el campo en los que a razón de 10 por día, las vimos salir a jugarse la vida. Sí, aquella que ponen en lisa para, si dan la nota aprobatoria, ser futuras madres de un toro bravo. Y es por eso que nos alegra el amplio número de aprobadas, alrededor del 80%, en mérito a una rigurosísima selección.
De todo ello dimos oportuna cuenta aquí. Con la autorización de la casa, pusimos en dominio público lo que allí pasó para que usted disfrutara como nosotros. Para que usted pudiera aprender como nosotros, con los apuntes oportunos de un maestro.
Hay una frase que resume el significado de estos hierros para la América taurina y la dijo el maestro Campuzano la última tarde en el campo, cuando Foncho Simpson tentaba una colorada del hierro del Trébol que fue extraordinaria por su noble bravura, toreabilidad, desplazamiento, prontitud y fijeza: “si don Alvaro Domecq levantara la cabeza y viera esto, parte de su obra, acá, en el Perú…”. Orgullo de seguro sentiría. Lo dice un personaje que ha sido figura del toreo y que ha forjado desde su cimiente a otra como Castella. Es alguien que sabe lo que dice y por qué lo dice.
Este tiempo nos ha permitido ver una radiografía de la ganadería lambayecana (en el hierro de Roberto Puga y el de Montegrande), tanto en vacas como en toros. Acaso medio centenar de reses bravas que nos han mostrado el bueno momento que esta casa atraviesa.
Los toros, porque embistieron con calidad y bravura en las corridas. Las vacas, porque con calidad, raza, bravura y sobretodo nobleza, nos hicieron cortas las extensas jornadas en el campo en los que a razón de 10 por día, las vimos salir a jugarse la vida. Sí, aquella que ponen en lisa para, si dan la nota aprobatoria, ser futuras madres de un toro bravo. Y es por eso que nos alegra el amplio número de aprobadas, alrededor del 80%, en mérito a una rigurosísima selección.
De todo ello dimos oportuna cuenta aquí. Con la autorización de la casa, pusimos en dominio público lo que allí pasó para que usted disfrutara como nosotros. Para que usted pudiera aprender como nosotros, con los apuntes oportunos de un maestro.
Hay una frase que resume el significado de estos hierros para la América taurina y la dijo el maestro Campuzano la última tarde en el campo, cuando Foncho Simpson tentaba una colorada del hierro del Trébol que fue extraordinaria por su noble bravura, toreabilidad, desplazamiento, prontitud y fijeza: “si don Alvaro Domecq levantara la cabeza y viera esto, parte de su obra, acá, en el Perú…”. Orgullo de seguro sentiría. Lo dice un personaje que ha sido figura del toreo y que ha forjado desde su cimiente a otra como Castella. Es alguien que sabe lo que dice y por qué lo dice.
DATO: Esas vacas serán madres o son hermanas de machos que se lidiarán en el futuro inmediato. Imagínese lo que nos espera. Ahí lo dejo.
