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Vuelve José Tomás a pisar el ruedo de Aguascalientes.
Vuelve el divino a transitar por la arena que su sangre encharcó.
Vuelve el de Galapagar al lugar donde a punto estuvo de perder la vida.
Vuelve el icónico a pisar el terreno de la libertad que aquella tarde ‘Navegante’ le quiso robar.
Vuelve porque tiene asumido que le debe pagar tributo. Que la gloria tiene un precio, la vida.
Vuelve, porque olvidó el rencor de los primeros días tras despertar de la muerte aquel abril del 2010.
Vuelve, porque ya volvió para el toreo luego de transitar un camino largo e intenso, de dolor e incertidumbres, cuando al pasar el tiempo la pierna no respondía y sentía que podía perder otra vez la vida, porque vivir sin torear no es vivir.
Vuelve José Tomás al redondel mexicano porque tiene que sentir, en el enigmático tiesto de arena, que pone en juego su vida a cambio de más vida todavía, regalada por otro que le permita templar sus embestidas ‘despacito, muy despacito’ al aire de un tal José Alfredo…
Vuelve, porque tiene que ser ahí, en Aguascalientes, en el lugar donde un machetazo certero le perforó la femoral, ahí donde le hirió casi mortalmente el animal que desde entonces le ayuda a vivir la vida más plena que conoce, que le hizo crecer como persona y como torero, profundizando en las formas, reecontrándose con las sensaciones justamente ahí, en ese lugar del ruedo donde queman los pies… en ese anillo que pisara de novillero cuando decidió dedicarse a esto.
Porque el que decide jugarse la vida, decide si lo televisan o no. Porque torear de verdad trasciende la emoción de la gente y es lo que hace que acudan a la plaza. Eso explica el morbo. Y los millones de Euros que genera su presencia en un cartel humanizan su leyenda. José Tomás, aquel prófugo de la muerte y del olvido que dice Sabina, reaparecerá en Aguascalientes el 2 de mayo. Quiero estar ahí.