lunes, 1 de septiembre de 2014

Valientes de oro

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Son 9 y llevan  22 días (cuando escribo esta nota) plantados y en huelga de hambre a puertas de la principal plaza de toros de Colombia, la Santamaría de Bogotá. 

Están en pie de lucha porque se reabra  para los toros y no sea derruida. Eso es lo que prentende el alcalde, político demagogo que hasta ayer fue guerrillero del M19 y no dudó en empuñar fusiles para matar gente y cargarse un sistema político del que hoy se aprovecha.   

Dice que quiere instalar una cultura de vida.  Pena  que sea por los animales y no antes cuando su ideología lo llevaba a despreciar a los humanos.  Revocó ilegalmente el contrato que tenía la empresa arrendataria del coso hace casi dos años y no permitió que se den toros, negando también permisos en portátiles.  

 Le importa un bledo respetar  la libertad de los humanos, como el derecho a la cultura y a disfrutar de una tradición amparada por la ley y Corte Constitucional de ese país.  

Los nueve valientes lo tienen muy claro.  Que el toro es su vida.  Que ellos vivían y quieren seguir viviendo en libertad y trabajar en lo que no está penado en su país.  Que ellos le votaron y así les paga. Que si eligieron jugarse la vida ante un toro, no dudan en  jugarsela  por el toro, por su libertad.   

Decisión que fue un remesón para el status quo taurino.  Puso a todos contra las cuerdas incluso a César Rincón, figurón que hasta hoy no abría la boca.  Dejó a día 20 su comodidad en Madrid para apoyarlos y convulsionar mediáticamente su sociedad.   

Falta el pronunciamiento final de la Corte Constitucional que tutele la tradición via refrendo de los fallos antes emitidos.  Los días pasan. Las horas avanzan.  La salud de los valientes de oro se quiebra a peor, día con día.  Deshidratados, con amenazas de derrame, problemas cardio respiratorios, aunque les afecta más la indolencia de sus autoridades.  ¡que no nos mate una posición absurda! piden. Qué están esperando….