Un cúmulo de información
y fotografías inundan las redes sociales en torno a lo acontecido en la pasada
feria de Cutervo, tercera en importancia si se quiere en el país.
Un ciclo que consta de siete tardes de toros
en honor a San Juan Bautista, que va en paralelo a la de Chota, pero que este
año –aún cuando se planteó un feria por todo alto- resultó que divagó por bajo
de lo planteado mera responsabilidad de sus organizadores.
Mal que el tramo
menor de tres astados por tarde se haya entregado a matadores en perjuicio de las novilladas que eran
únicas en el país. Y ante la endeblez del resto de carteles, repetitivos, decidí
no ir al tramo final. Pero más pesó no
volver a vivir la farsa fiestera como cuando Ferrera, todo un matador de toros
encerrado con Victorinos, se pachangueó y forzó el indulto de un novillito del
hierro lambayecano. Aquella vez fui para
que no me lo cuenten. Ahora ya me dio
igual.
No me gusta decir ‘no me equivoqué’.
Me desagrada comprobar que somos los mismos taurinos los que nos
encargamos de petardear la fiesta creyendo que la indultitis de enclasados o no
faltos de presentación taparán el oprobio internacional causado a una feria que
pone dinero e ilusión pero que tozudamente tropieza con la misma piedra, una y
otra vez.
Lo primero que debe cuidar una
feria y un ganadero es la presentación de los toros, con edad y trapío. Pagan y no les dan lo que
compran,es lo que comentan que pasó; como que también dicen por ahí que existe
un encierro ‘para Acho’ en oferta a las figuras para que los pidan. Será que esos debieron ir a las faldas del
Ilucán… simple manoseo de la fiesta.