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Remeció los cimientos de la fiesta la noticia de una cornada grave sucedida en la localidad de Condebamba, Cajamarca, el pasado 17 de julio y que de no mediar el manto de la Virgen del Carmen triste hubiera sido el desenlace. Pitón que atraviesa la pierna de un banderillero y apenas un torniquete le asiste en la posta médica porque la plaza no cuenta con enfermería y menos con médicos especialistas en heridas por asta de toro.
Se trasladó al herido a la posta de Cajabamba, a pocos kilómetros de la zona cero, y al no poder ser intervenido convenientemente, se optó traslado en ambulancia hasta la ciudad de Cajamarca distante 124 km. Todo un vía crucis imagino habrá sido para el herido que consciente aguantó el trayecto con el evidente riesgo de perder la vida desangrado dado que no se conocía la exacta magnitud del percance.
Al enterarme esa noche cómo se iban desarrollando los hechos, charcos aparte, se me venía a la mente la muerte de Paquirri y el trayecto fatídico que recorrió en ambulancia para ser atendido. Es –a Dios gracias– un caso aislado cuando bien podría ser el pan de cada día con los más 580 festejos que se dan en temporada nacional por los pueblos del profundo Perú taurino.
Responsables, los hay. Las empresas y los propios toreros que se pierden en formar asociaciones y en pelearse o quitar corridas al prójimo regalándose por monedas en lugar de poner orden en esto que es para salvaguardar su vida.
No porque no haya sucedido ‘la desgracia’ se debe dejar de lado. Es una vergüenza que un torero tenga que correr estos riesgos, además de jugarse todo en el ruedo. Con una cornada como la de David Mora en Madrid, nadie sobrevive si sucede en un pueblo peruano. Cuánto más esperarán para poner soluciones… ¡Esta historia continuará! Por ahora que tengamos un FELIZ y TAURINO 28 de JULIO.