miércoles, 2 de diciembre de 2009

Así hay que entender o comprender a José Tomás


Por Pedro Abad-Schuster

El escritor taurino Fernando Bergamín nos dice, a propósito de la próxima venida de José Tomás a Lima a torear en Acho exactamente dentro de un mes, el domingo 6 de diciembre 2009:

“La Creación es siempre instante, relámpago (el trueno ya es eco de lo apagado; se le oye pero no enciende). Ya lo hemos dicho -y se ha dicho muchas veces- que si hay un arte, un arte grande y prodigioso donde el valor, su valor, está en el instante, ese arte es el de torear. Porque sólo queda esa nada que lo es todo… “el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo” como nos dice César Vallejo”.

“Yo ya no puedo, ni quisiera ahora hablar en detalles del toreo de José Tomás. Lo han hecho muchos y en algunas ocasiones espléndidamente, otras veces desde la “más terrible ignorancia en acción” como diría Goethe. En cualquier caso creo que casi todos los visionarios de este arte conocen ya las formas y maneras de su toreo… su hacer y decirlo. Nos interesa en este presente de madurez al que ha llegado Tomás en su arte de torear, algo de lo más entrañable de su ser y personalidad que lo llevan como buscaría el poeta, a “lo naciente”. Un nacimiento que se produce cada tarde que torea en la Plaza”.

“Cada acción de Tomás frente al toro es siempre relámpago, se queda como detenido, recogido tal vez en el instante más poderoso y al mismo tiempo más frágil de la creación, eso hace que ya todo lo que sucede a su lado sea como un trueno apagado…que se oye y enciende de otra manera, porque es un paso después del instante creador del que sólo José Tomás es dueño. Naturalmente, esto sucede con otros grandes creadores en otros campos de la creación, la música, la pintura, la poesía, sobre todo la poesía…, aunque sin lo efímero del toreo pero con sublime grandeza y diríamos que total encarnación en el arte grande, nunca artificio ni artificioso”.

“La forma de estar, no solamente de torear de José Tomás en la plaza, es ya como un instante perdido de antemano… como aquel amor de Rilke “perdido de antemano, jamás venido, oh tu amada, nos dice el poeta: perdida… jamás venida”. ¿Será por todo esto por lo que se reconoce en Tomás esa diferencia, esa otra cosa? José Tomás es otra cosa se repite siempre, lo dice ya cualquier aficionado. Pero no porque no se parezca a ninguno, sino porque es relámpago antes que trueno, como muy pocos elegidos. En el toreo lo fue también yo creo que sólo Manolete. Esto lo sabe José Tomás, sin haber visto nunca al cordobés. Ya no se trata de valor, de distancias, de estilo, de prodigiosa muñeca… de sabiduría, yo diría que popular y mágica siempre. Es, efectivamente, otra cosa”.

“ A mi ahora, el toreo de Tomás me produce una melancolía de Ángel conciente de verdad y pureza, a lo que ha ido llegando poco a poco, sin dejar de ser desde un principio relámpago y no trueno. Luz destellante, deslumbrante armonía, nunca ruido sino sentir callado. Silencioso, íntimo como su propia vida. No me importa que después de estas mínimas reflexiones se me tache aún más de “intelectual taurino”. Sigo pensando con Byron que “cuanto más intelectual es nuestro placer, mejor para el placer y para nosotros”.

“Yo sólo he pretendido, aunque sea para unos pocos, encender no el trueno del toreo de Tomás, porque el trueno no enciende, sino reflejar en alguien el nacimiento y la comprensión de su relámpago humano y torero, ese que marca como la brasa del fuego, una diferencia de eternidad… que puede disiparse en el aire, pero que no desaparece del recuerdo. El toreo como la poesía “es un asunto permanente del espíritu”. El espíritu del toreo emana siempre “de la grandeza del alma”. Así hay que entender o comprender a José Tomás, ¿comprenderlo? Puede que sea imposible, como lo es llegar a su intimidad que defiende, tal vez el no poder hacerlo, nos dé más libertad para la locura. Si las cosas más interesantes son las misteriosas, debemos aceptar siempre en el regalo de arte que supone José Tomás, su escondido relámpago. También fulgurante. Luz de rayo”.