Miércoles, 16 de Diciembre de 2009
(recogido de la página www.toros.com)
Dejar el voto libre no es más que una cobardía para enmascarar las verdaderas intenciones de los que así pretenden resolver la papeleta que se les presenta de cara a la permanencia de las corridas de toros en Cataluña. Nadar y guardar la ropa con el cinismo que les caracteriza. Los socialistas deberían ser más valientes y votar en bloque contra las mociones de los nacionalistas radicales si quieren que les creamos. Otro tanto cabe decir de los convergentes, pero de estos no se puede esperar nada. Los aficionados de toda España deberían advertir a todos de que, si triunfa el no a los toros, lo pagarán en las urnas. Es el único mensaje que entienden.
La batalla está servida. Peligra como nunca la Fiesta en Cataluña y, quien sabe, si a largo plazo en toda España si allá los antitaurinos se salen con la suya. El desafío corre parejo a los conflictos políticos que, sin que el Gobierno los impida por clamorosamente ilegales, surgen por doquier contra la unidad de la Patria, contra la moral, contra la historia, contra la tradición y contra las costumbres. Son de agradecer las manifestaciones a favor de los toros que estos días inundan la prensa. También el ejemplo de los franceses que, como siempre, nos dan otra lección . Pero todo esto no es suficiente para atajar el despropósito que se nos viene encima.
Nunca como ahora puede comprobarse que el devenir de España es un espejo de lo que sucede en el toreo.
Lamentablemente, los partidos políticos con más representación en el Parlamento Catalán han dado instrucciones a sus diputados de que voten en conciencia según el criterio de cada uno. Nada de cerrarse totalmente a las pretensiones de los nacionalistas radicales. De ahí la desazón ante la incertidumbre sobre las verdaderas intenciones de los que lo único que quieren es mantenerse en el poder a costa de los que sea. Si con el nuevo Estatuto está pasando lo que nadie podía imaginar, con los toros puede suceder lo mismo. Estas gentes solo quieren seguir mandando para continuar robando impunemente el dinero de todos los españoles y no repararán en cualquier desatino para conseguirlo. Por eso es imprescindible que, si la Fiesta sucumbe en Cataluña, lo paguen muy caro en las próximas elecciones autonómicas y nacionales. Será la única manera de hacerles desistir de sus propósitos. Hay que ir a por ellos en las urnas y quietarles de en medio de una vez. Ese y no otro es el único lenguaje que entienden y temen.
La batalla está servida. Peligra como nunca la Fiesta en Cataluña y, quien sabe, si a largo plazo en toda España si allá los antitaurinos se salen con la suya. El desafío corre parejo a los conflictos políticos que, sin que el Gobierno los impida por clamorosamente ilegales, surgen por doquier contra la unidad de la Patria, contra la moral, contra la historia, contra la tradición y contra las costumbres. Son de agradecer las manifestaciones a favor de los toros que estos días inundan la prensa. También el ejemplo de los franceses que, como siempre, nos dan otra lección . Pero todo esto no es suficiente para atajar el despropósito que se nos viene encima.
Nunca como ahora puede comprobarse que el devenir de España es un espejo de lo que sucede en el toreo.
Lamentablemente, los partidos políticos con más representación en el Parlamento Catalán han dado instrucciones a sus diputados de que voten en conciencia según el criterio de cada uno. Nada de cerrarse totalmente a las pretensiones de los nacionalistas radicales. De ahí la desazón ante la incertidumbre sobre las verdaderas intenciones de los que lo único que quieren es mantenerse en el poder a costa de los que sea. Si con el nuevo Estatuto está pasando lo que nadie podía imaginar, con los toros puede suceder lo mismo. Estas gentes solo quieren seguir mandando para continuar robando impunemente el dinero de todos los españoles y no repararán en cualquier desatino para conseguirlo. Por eso es imprescindible que, si la Fiesta sucumbe en Cataluña, lo paguen muy caro en las próximas elecciones autonómicas y nacionales. Será la única manera de hacerles desistir de sus propósitos. Hay que ir a por ellos en las urnas y quietarles de en medio de una vez. Ese y no otro es el único lenguaje que entienden y temen.